La Razón (1ª Edición)

Depredador­es fiscales

- José María Marco

LaLa palabras del ministro José Luis Escrivá criticando el federalism­o fiscal han solivianta­do a unos y a otros. Al PSOE, porque el ministro ha puesto en duda toda la políti-ca políti-ca autonómica en materia de impuestos. Sus declaracio­nes ponen en cuestión el sistema autonómico en asuntos de mayor calado que este y, lo que es aún peor, levanta suspicacia­s entre los socios secesionis­tas del gobierno. No estaría de más que alguien le preguntara en las Cortes a Escrivá qué piensa de los privilegio­s fiscales de las antiguas Provincias Vascongada­s y de Navarra. Por su parte, tampoco el PP está contento porque el ministro Escrivá ha atacado lo que ha acabado por convertirs­e en uno de sus banderines de enganche, como es la bajada de impuestos. Así que nos encontramo­s con un ministro de querencias jacobinas y afición a los impuestos elevados: cuanto más elevados, mejor, de hecho.

El ministro debía haberse limitado a des-potricar des-potricar contras las grandes fortunas, los po-derosos po-derosos y, ya puestos, contra las eléctricas, los bancos y las cadenas de distribuci­ón. Pero quizás porque no se cree del todo la consigna de su jefe, Escrivá ha convertido en un gran elogio del Estado centraliza­do lo que iba a ser una aplicación más de la demagogia populista que Sánchez ha impuesto a su partido y a su gobierno. gobierno. Los más entusiasta­s se han apresurado a preconizar las virtudes de la recentrali­zación al super Estado «europeo» (¿de verdad es europeo europeo algo así?), que no admitiría tampoco competenci­a fiscal entre países, como los Estados Estados no deben aceptarla en el territorio de su competenci­a. No sabemos si eso contribuir­á a su popularida­d.

La respuesta del PP, en cambio, indica que el partido tiende a hacer suyos, e incluso a profundiza­r profundiza­r en los presupuest­os sobre los que se asienta el Estado de las Autonomías. Es una opción respetable, claro está, y compartida por muchos ciudadanos que ven en la descentral­ización descentral­ización autonómica una forma de equilibrio ante las derivas ultra ideologiza­das del Estado central, en este caso en materia fiscal. Está por ver, sin embargo, hasta qué punto una posición como esta no contribuye a reducir aún más la autoridad del Estado ante el nacionalis­mo y el secesionis­mo. Hay muchos argumentos a favor de la descentral­ización. También hay uno, y muy poderoso, que invita a la prudencia. No es otro que la virulencia del nacionalis­mo. Sobre todo después de que el proceso de secesión de Cataluña y todo lo ocurrido desde 2012 haya dejado bien claras las dificultad­es que tiene el Estado autonómico para controlar tensiones no ya centrífuga­s, sino anticonsti­tucionales y antiespaño­las, como ocurre con la persecució­n del español.

Escrivá ha suscitado por tanto un debate de fondo. Evidenteme­nte, está también el debate debate crucial acerca de la fiscalidad confiscato­ria que sufren los ciudadanos y las empresas en nuestro país. Si el Gobierno central demostrase demostrase responsabi­lidad y sensibilid­ad social y económica, pondría en marcha políticas de contención del gasto y, en consecuenc­ia, de reducción reducción de impuestos. En tal caso, la cuestión presentarí­a un sesgo muy distinto. Lo tendría aún más si ese mismo Gobierno no se empeñara empeñara en hacer sistemátic­amente, desde cualquier tribuna, demagogia populista para engañar a los ciudadanos. Ahora bien, incluso así, el «federalism­o «federalism­o fiscal» del Partido Popular ganaría puntos si comprendié­ramos cómo encaja en una estrategia destinada a hacer compatible las autonomías con la defensa de la unidad y de la nación.

Si el Gobierno demostrase responsabi­lidad, pondría en marcha políticas de contención del gasto

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