La pancarta de Aristóteles
AunqueAunque culpemos de muchos de nuestros males a las redes y a las esclavitudes del mundo digital, en realidad, la tiranía de la imagen es muy antigua. Referencias hay, al menos que sepamos, desde la mu-jer mu-jer del César, pero, probablemen-te, probablemen-te, ya antes habría condicionantes por aquello de las apariencias. Y de la naturaleza humana. Lo que se proyecta, que no tiene porqué coincidir con lo que se sea, resulta más determinante de lo deseable y conviene, por tanto, estar alerta y recordarlo ahora en pleno ciclo electoral. Con comicios a la vista, un simple reflejo puede presen-tarse presen-tarse como el único cristal a través del que interpretar lo que nos ro-dea ro-dea y se hace necesario, más que nunca, controlar los riesgos frente a estrategias de escuchas o de acercamientos a «la gente»: una eclosión de lugares comunes ade-cuadamente ade-cuadamente explotados en pos de algún filón con el que aumentar la base demoscópica.
Y, en medio de estas campañas de diseño, de espectáculos artifi-ciales artifi-ciales que fingen telerrealidades, se suma un nuevo termómetro impostado que pretende definir al buen político: la pancarta. La me-dida me-dida de su valía, la de la firmeza de sus ideas, la oportunidad o la ido-neidad ido-neidad de sus propuestas sincro-nizada sincro-nizada con su presencia en la calle, en las reivindicaciones. Y no está de más, por supuesto. Es legítimo el recurso de nuestros represen-tantes represen-tantes a la manifestación, derecho constitucional consagrado, pero a estas alturas de la democracia, de la nuestra, la que conocemos des-de des-de el 78, podríamos explorar otras fórmulas para dilucidar el sentido profundo de la política. Más allá de encallarnos en el debate de si Feijóo debió acudir o no a la mar-cha mar-cha a favor del castellano en Bar-celona Bar-celona (por acertada y necesaria que fuera la convocatoria), se abre la coyuntura de decidir si aposta-mos aposta-mos por políticos activistas, hiper-motivados hiper-motivados en consignas, o si pre-ferimos pre-ferimos otros que se rijan por criterios menos vistosos, pero con más contenido, resolutivos y prác-ticos, prác-ticos, así, en plan aristotélico. No-sotros No-sotros mismos.