La Razón (1ª Edición)

Fernando Franco y el sexo de los discapacit­ados

Presentó ayer en San Sebastián «La consagraci­ón de la primavera», su nuevo filme

- M. G. Rebolledo.

La tala era complicada, pero el jardín acaba floreciend­o floreciend­o exuberante. En « La consagraci­ón de la primavera», que presentó ayer el director Fernando Franco a concurso concurso en el Festival de San Sebastián, Sebastián, el verbo carnal es metáfora silvestre, el sexo es vida natural y lo erótico se aparca en favor de lo práctico. La polisemia del jardín, por supuesto, no es casual, puesto que el director de «La herida» decide decide consciente­mente ponerse a podar en uno de los patios menos explorados del cine contemporá­neo: contemporá­neo: el deseo sexual de las personas con diversidad funcional. Así, y de la mano del descubrimi­ento de Valèria Sorolla –apunten su nombre nombre de cara a los próximos Goya-, Franco se mete a paisajista del sexo prohibido, ese que a un co-protagonis­ta co-protagonis­ta con parálisis cerebral (Telmo (Telmo Irureta) le es esquivo y en el que su madre, Emma Suárez, le ayuda en la medida de lo posible (y también también de lo legal).

Pulsión naturalist­a

«Siempre dejo alerta el detector de mentiras para ver en qué momento momento no te crees del todo algo que estamos estamos contando. Cuando tienes grandes actores y actrices y algo no funciona, probableme­nte es porque porque está mal escrito», explicó sincero sincero Franco sobre la naturalida­d de unos diálogos que oscilan entre el «mumblecore» más canónico y la pulsión realista que enfría siempre las relaciones familiares en el cine del realizador andaluz. ¿Podría la película de Franco antojar una tesis soberana y liberal sobre el sexo como bien de mercado? No si atendemos atendemos a lo textual, a lo voluntario y, sobre todo, a lo estético, siempre jugado en favor de lo didáctico, nunca de lo reaccionar­io. El filme es, por así decirlo, el jardín en el que Franco eligió meterse: «El cineasta tiene una responsabi­lidad con lo que traslada a la pantalla porque pasa a ser parte del imaginario de la gente. Quería plantear una serie de cuestiones y dejar huecos en la narración para que el espectador los llenara y pudiera llegar a sus propias conclusion­es», matizó meridiano meridiano el director.

No hay, pues, en la nueva película película de Franco, enfado. No hay protesta, protesta, solo manifiesto­s, defensas intelectua­les y algo de humor negro. negro. Y, aun así, pese a la amabilidad con la que están escritos los personajes, personajes, no existe rastro de condescend­encia condescend­encia ni de conscienci­a lastimera, lastimera, solo un proyecto de vida (como cualquier otro) con el que uno puede o no estar de acuerdo (como con cualquier otro).

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LA AVENTURA Valéria Sorolla y Telmo Irureta en «La consagraci­ón de la primavera»

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