La Razón (1ª Edición)

La rebelión de las mujeres perfectas

- Sergi SÁNCHEZ

América fue una Arcadia cualquiera, por mucho que Douglas Sirk sacara los esqueletos de sus armarios con faldas plisadas y collares de perlas. En los años cincuenta era ya un simulacro, una construcci­ón mental que series como «La dimensión desconocid­a» habían definido como una jaula dorada con serpientes dentro. Las «sitcoms» de la época se ocupaban ocupaban de modelar los roles de género –el ama de casa que limpia y da esplendor, el hombre que trae el pan al hogar– para estabiliza­r la imagen de un país que veía enemigos hasta debajo de las barbacoas. La idea de utilizar esa Arcadia como una fantasía solipsista no es precisamen­te precisamen­te nueva, aunque, como la

Historia es pendular, Olivia Wilde piensa en el famoso eslogan trumpista (« Make America Great Again») para resucitar su valor político, esta vez centrándos­e en el discurso feminista. Así las cosas, « No te preocupes, querida» se alinea junto a películas como « Déjame salir», « El show de Truman» o

« El bosque», por citar solo tres títulos que hablan del confinamie­nto confinamie­nto ideológico de la realidad americana, para atacar todo asomo de pensamient­o heteropatr­iarcal. heteropatr­iarcal. Si es cierto que el filme transpira una acusada sensación de «dejà vu», también lo es que se beneficia de un extraordin­ario diseño de producción producción –de una minuciosid­ad netamente artificial­es, como de

Lo mejor ► Florence Pugh y una artificios­a perfección que define América como una fantasía perturbado­ra

Lo peor ► Que el digamos «giro sorpresa» de la película resulta muy poco convincent­e

parque temático recién inaugurado– inaugurado– y de una notabilísi­ma Florence Pugh, cuya fuerza motriz eclipsa, de forma muy coherente, el trabajo de sus colegas masculinos, especialme­nte especialme­nte el de Harry Styles. El problema de la película es que está tan enamorada de su tesis –que no solo tiene que ver con una defensa de la igualdad sino con una condena a la violencia de género– que se olvida por completo de darle sentido al «twist» final. Cuando el filme intenta explicarse, parece demasiado tarde para firmar el contrato de suspensión de credibilid­ad que exige desde una supuesta lógica que no es más que vana ocurrencia.

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