La rebelión de las mujeres perfectas
América fue una Arcadia cualquiera, por mucho que Douglas Sirk sacara los esqueletos de sus armarios con faldas plisadas y collares de perlas. En los años cincuenta era ya un simulacro, una construcción mental que series como «La dimensión desconocida» habían definido como una jaula dorada con serpientes dentro. Las «sitcoms» de la época se ocupaban ocupaban de modelar los roles de género –el ama de casa que limpia y da esplendor, el hombre que trae el pan al hogar– para estabilizar la imagen de un país que veía enemigos hasta debajo de las barbacoas. La idea de utilizar esa Arcadia como una fantasía solipsista no es precisamente precisamente nueva, aunque, como la
Historia es pendular, Olivia Wilde piensa en el famoso eslogan trumpista (« Make America Great Again») para resucitar su valor político, esta vez centrándose en el discurso feminista. Así las cosas, « No te preocupes, querida» se alinea junto a películas como « Déjame salir», « El show de Truman» o
« El bosque», por citar solo tres títulos que hablan del confinamiento confinamiento ideológico de la realidad americana, para atacar todo asomo de pensamiento heteropatriarcal. heteropatriarcal. Si es cierto que el filme transpira una acusada sensación de «dejà vu», también lo es que se beneficia de un extraordinario diseño de producción producción –de una minuciosidad netamente artificiales, como de
Lo mejor ► Florence Pugh y una artificiosa perfección que define América como una fantasía perturbadora
Lo peor ► Que el digamos «giro sorpresa» de la película resulta muy poco convincente
parque temático recién inaugurado– inaugurado– y de una notabilísima Florence Pugh, cuya fuerza motriz eclipsa, de forma muy coherente, el trabajo de sus colegas masculinos, especialmente especialmente el de Harry Styles. El problema de la película es que está tan enamorada de su tesis –que no solo tiene que ver con una defensa de la igualdad sino con una condena a la violencia de género– que se olvida por completo de darle sentido al «twist» final. Cuando el filme intenta explicarse, parece demasiado tarde para firmar el contrato de suspensión de credibilidad que exige desde una supuesta lógica que no es más que vana ocurrencia.