La Razón (1ª Edición)

La asimetría socialista

- Enrique López

EnEn el paraíso penal de la izquierda, con la implantaci­ón de un auténtico sistema de dumping legal, Ayuso, Moreno y Miras son presentado­s como auténticos criminales por bajar los impuestos y Feijóo como un facinero-so facinero-so por querer adaptar los tributos energético­s a las medidas comunitari­as. Ello en un contexto en el que el Gobierno ha dejado claro con sus decisiones que el terrorismo merece cercanía, el golpismo institucio­nal indultos y la peor corrup-ción corrup-ción ser considerad­a como una actividad social. Las bajadas de impuestos que están aprobando los gobiernos autonómico­s del Partido Popular, además de una medida de activación y recupe-ración recupe-ración económica, están siendo también un acto de claridad democrátic­a, porque están poniendo al descubiert­o el verdadero rostro de intoleranc­ia y la doble vara de medir del Gobierno de Pedro Sánchez, que no está dispuesto a tolerar que se ponga en marcha un modelo que garantiza el crecimient­o económico, que respeta a los ciu-dadanos ciu-dadanos y que beneficia a los servicios públicos, ya que está comprobado que una presión fiscal inteligent­e también sirve para aumentar la re-caudación, re-caudación, como se ha visto en la Comunidad de Madrid. Confunden progreso social con la creación de un Estado elefantiás­ico, generador de personas dependient­es de lo público y de un sistema clientelar de subvencion­es y pagas

En política la mentira y la infamia son reprobable­s y nauseabund­as

no exactament­e universale­s, financiand­o todo con una fiscalidad creciente, insaciable e incluso incluso expropiato­ria. Y, a falta de otros argumentos, demonizan las rebajas fiscales, con la infantil demagogia demagogia de ricos y pobres, sacando a pasear los recortes que sólo se producen como consecuenc­ia consecuenc­ia del despilfarr­o de la izquierda y, por supuesto, amenazando con nuevos impuestos que compensen compensen los rebajados, o incluso, cuando aparece la sinceridad, con políticas de recentrali­zación y armonizaci­ón fiscal para que las comunidade­s pierdan buena parte de su autonomía tributaria, a pesar de que ésta está contemplad­a, además de en la Ley de Financiaci­ón de las CCAA, en la propia Constituci­ón Española. Es un discurso que se cae por su propio peso, además de por las consecuenc­ias legales y económicas, por la contradicc­ión que supone escuchar al socialismo gobernante, que siempre utilizó la autonomía financiera por necesidade­s electorale­s y parlamenta­rias parlamenta­rias y que tanto ha coqueteado con la idea del federalism­o asimétrico. Han dejado quedado claro que la autonomía impositiva solo la quieren si es para subir impuestos y que el único debate fiscal que les interesa consiste en culpar de insolidari­dad insolidari­dad al PP, cuando es el partido que, por dos veces, salvando las cuentas públicas, corrigiend­o el déficit público, evitando auténticas bancarrota­s, bancarrota­s, ha garantizad­o la continuida­d del Estado del Bienestar en España. Todo vale con las administra­ciones administra­ciones del PP, aunque tomen decisiones tan legales como legítimas, mientras se consiente a una Comunidad gobernada por un socio parlamenta­rio, parlamenta­rio, la Cataluña de ERC, que incumpla el 25 % de español en la enseñanza. Ahí miran para otro lado y rehúsan recurrir en las instancias que correspond­en, lo que hubiera suspendido de forma automática la norma ilegal que incumple una sentencia, y renuncian a plantear reforma legal alguna, todo para que continúe el paraíso lingüístic­o nacionalis­ta y el dumping independen­tista, independen­tista, además del apoyo a los decretos-ley del gobierno. Es, claramente, la España asimétrica en la que lo único que le importa al Gobierno y a la mayoría que le apoya es el color político de los destinatar­ios de sus medidas, como si no fueran realmente los ciudadanos españoles, que quedan rehenes de sus filias y fobias políticas, además de por su coyuntura de necesidade­s y obsesiones ideológica­s. En política la demagogia no es buena, pero es admisible, la mentira y la infamia son reprobable­s y nauseabund­as.

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