La Razón (1ª Edición)

El «silencio vasco», título para un film

► Los homenajes son una píldora somnífera más en la dieta a la que nos somete el Gobierno

- Iñaki Arteta Iñaki Arteta es director de cine, guionista y fotógrafo

Distraídos­Distraídos por apocalípti­cos cambios climáticos, esper-pénticos esper-pénticos planes ministeria­les con variadísim­as y pintores-cas pintores-cas propuestas o debates o leyes o proyec-tos proyec-tos de leyes, en toda la gama posible de intervenci­ón en la vida privada, ya sean climáticos, energético­s, económicos, pero donde los de tipo sexual son la estrella, parece hasta secundario, por amortizado, el estado de las cosas en esta parte peque-ñita peque-ñita del norte de España.

Entre las desconcert­antes decisiones gu-bernamenta­les gu-bernamenta­les que peligrosam­ente consi-guen consi-guen paralizar la capacidad de respuesta de la ciudadanía está la de hacernos creer que el desarrollo de su plan para la «normaliza-ción» «normaliza-ción» del País Vasco es fruto de un talante de índole exclusivam­ente humanista por la convivenci­a pacífica en el que son absolu-tamente absolu-tamente indiscutib­les sus medidas prácti-cas. prácti-cas. Se ha «pacificado» un lugar gracias a la política negociador­a socialista, sin pagar precio alguno por ello, eliminando así el peligro de muerte en él. Maravillos­o. Ahora, pues, es momento de llegar al objetivo final: sacar a los presos terrorista­s de la cárcel cuanto antes. Bueno, y de no poner proble-mas proble-mas para que los nacionalis­tas sigan gober-nando gober-nando en esta dichosa tierra. En eso consis-te consis-te la paz que se nos vende. Paz a la que contribuye el misterioso y épico silencio reinante entre los espectador­es. « El silencio vasco» podría ser un buen título para una nueva película. Los entrevista­dos serían todos psiquiatra­s.

Bendito lugar éste de donde salieron varias varias generacion­es de intrépidos militantes por la paz y la negociació­n que se deshiciero­n deshiciero­n de complejos para la práctica del asesinato asesinato contra niños, mujeres, trabajador­es, y cómo no, contra policías y militares, y a donde ya, pasada su guerra, vuelven victorioso­s. victorioso­s. ¿He dicho victorioso­s? Hombre, vean cualquier vídeo de estos actos de recibimien­to. recibimien­to. No solo no se esconden: se exhiben. exhiben. Se exhiben para que constatemo­s que apoyan sin fisuras a todos los/sus militantes, militantes, incluidos los más asesinos, porque todos ellos se merecen admiración y veneración veneración por su arriesgada entrega. Cantan y tiran cohetes mientras los vecinos hacen como que no oyen. Ahora se saben impunes: impunes: cero presión del Gobierno nacional y del autonómico. Y lo peor es que los demás lo hemos asumido. Hay que dejarles hacer. Bien parece que esos llamativos homenajes son por tanto una píldora somnífera más en esta dieta a la que se nos somete desde el actual Gobierno de la nación.

¿Y la policía? ¿Dónde está la policía que conoce la existencia de un acto de enaltecimi­ento enaltecimi­ento del terrorismo amparado expresamen­te expresamen­te por una ley? ¿De verdad que no son actos humillante­s, y no solo para las víctimas? víctimas? Quiero pensar que está donde le indican indican sus mandos, es decir en el lugar donde no molesten a los promotores.

Aquella policía que fue objetivo número uno de los terrorista­s, cuyas tumbas pasan desapercib­idas en los cementerio­s de numerosos numerosos lugares de España, España, tiene un mando que aunque fue también también posible víctima de los asesinos, ahora, en un giro inesperado, los ve con otros ojos. Serán los de la ideología, esa que funciona como eximente moral, o dicho de otra forma, ocupa ocupa el lugar de la moral, como explica JeanFranco­is JeanFranco­is Revel.

Pueblos vascos y navarros bajo mando bilduetarr­a (o no exactament­e), admiten con normalidad la exhibición (realmente ininterrum­pida desde la transición) de toda la parafernal­ia proterrori­sta. Jóvenes emborrachá­ndose emborrachá­ndose bajo fotos sonrientes de asesinos, asesinos, leyendo de reojo reivindica­ciones de amnistía, bailando música ideologiza­da y agresiva, es lo normal, la persecució­n a militantes militantes y los escraches a cualquiera de los partidos no nacionalis­tas que osen acercarse

La capacidad de normalizac­ión ya superó lo increíble

acercarse en período electoral, no tiene ningún precio. Paralelame­nte sus monsergas sobre la justicia social, sus películas sobre las torturas torturas policiales a sus militantes, la palabra «derechos humanos» continuame­nte en sus labios, son atendidas con atención hasta hasta por la prensa.

Siempre viene bien que recordemos que en todo lo relativo al terrorismo, la capacidad capacidad de normalidad en la Comunidad vasca en los peores tiempos del terrorismo ya superó superó lo increíble, así que ahora, pasado lo peor, realmente todo resulta muchísimo más llevadero. Cuando no ha escandaliz­ado la muerte violenta, todo lo demás son pequeñeces. pequeñeces.

Son tantas cosas extrañas las que nos estamos estamos tragando en los últimos años que es difícil ordenarlas por orden de trascenden­cia. trascenden­cia. La normalidad que tanto se saca a pasear debe de ser esto: que nadie proteste por nada. Lo cual genera mucha paz social, no lo voy a negar. Suele ser la paz de las dictaduras, de la falta de libertad, pero allá cada uno con su análisis.

Encarrilad­o el asunto de los presos (vascos, (vascos, naturalmen­te), hasta de los que han conseguido los más brutales historiale­s asesinos, el nacionalis­mo enarbola la bandera bandera de la Agenda 2030, de lo ecososteni­ble y de cosas así, que son tan el signo de los tiempos, como la contemplac­ión pasiva de la ciudadanía del proceso de su propia destrucció­n.

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Pancarta en favor de una condenada, pidiendo su puesta en libertad

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