La Razón (1ª Edición)

La improbable respuesta americana a los Beatles

► Un directo inédito de 1970 en el Royal Albert Hall rescata el impresiona­nte sonido de una de las mejores bandas de todos los tiempos por su colección de éxitos y una autenticid­ad incomparab­les

- Alberto Bravo.

EnEn los albores de los años 70, Creedence Clearwater Revival era la banda más grande del mundo. Después de muchos intentos, desde Monkees a Byrds, América había encontrado por fin su res-puesta res-puesta a unos Beatles que ya es-taban es-taban en retirada. Y lo hizo de la manera más improbable: lejos de la sofisticac­ión del cuarteto de Liverpool, lo que proponía el gru-po gru-po california­no era el regreso al rock and roll de raíces con una sucesión imparable de éxitos que todavía perduran. Justo el rabioso y vibrante sonido que ahora se rescata en «Travelin‘ Band: Cree-dence Cree-dence Clearwater Revival at the Royal Albert Hall», una grabación en directo inédita de 1970 que se complement­a con un documen-tal documen-tal narrado por Jeff Bridges que viene a reivindica­r el valor de una banda histórica.

Es un sonido pantanoso, nervio-so, nervio-so, clásico. Un documento que rescata toda la ferocidad de la ban-da ban-da formada por John Fogerty, su hermano Tom, Doug Clifford y Stu Cook en su mejor momento y un año antes de que todo saltase por los aires y acabara con el más tris-te tris-te y ruin de los divorcios. En reali-dad, reali-dad, apenas fueron cinco años… ¡Pero qué cinco años!

Porque CCR fue una máquina de facturar éxitos y formaron par-te par-te inequívoca y reverencia­l de la banda sonora de una época llena de excitación, revolución, napalm y decepción. Fueron un fenóme-no fenóme-no genuinamen­te estadounid­en-se estadounid­en-se y entre 1968 y 1972 dominaron la radio y las listas de éxitos con una prolífica racha de sencillos gloriosos: « Suzie Q » , « Proud Mary » , « Bad Moon Rising » , «Green River », « Fortunate Son», «Up around the bend», « Fortuna-te Fortuna-te Son», « Have you ever seen the rain», « Lodi»… Solo en 1969 obtu-vieron obtu-vieron tres discos de platino y lan-zaron lan-zaron tres álbumes aclamados (« Bayou Country», «Green River» y «Willy And *e Poor Boys»), ade-más ade-más de tocar en Woodstock y en la mayoría de los festivales más importante­s. A fines del 69, había consenso en que CCR era la ban-da ban-da más grande de Estados Unidos. Al menos, en términos comercia-les. comercia-les. Y eso podía equivaler a ser la banda más grande del mundo a mediados de 1970, ya que los Bea-tles, Bea-tles, su única competenci­a real en términos de ventas, ya no existía.

La CCR conectó con todo un país. Para los viejos entusiasta­s del rock and roll, eran un maná frente a la psicodelia, los supergrupo­s, supergrupo­s, las jam-bands y los cantautore­s. cantautore­s. Para sus contemporá­neos, contemporá­neos, eran un orgullo patrio y en sus canciones se veía reflejada toda su vida: Vietnam, la carretera, carretera, la amistad, el amor, el desamor, el trueno, los cañones soleados… Y todo, con un sonido primitivo pero actualizad­o. Gustaba a varias varias generacion­es por igual.

Banda de «paletos»

Fogerty era un genio. Sus composicio­nes composicio­nes eran prodigiosa­s. Atacaba todo desde la simpleza, pero en realidad conocía dónde radicaba el éxito de una canción, ya fuera de raíces soul, country, rock-a-billy rock-a-billy o blues. Todo lo hacía desde la convicción y la franqueza. Su guitarra guitarra no abrumaba, pero con dos notas sabía obtener tanto un riff como un solo. Los estribillo­s eran impresiona­ntes y tarareable­s. Y qué voz. El resto lo ponía una sección sección de ritmo que avanzaba lenta e imparable como un tren de mercancías. mercancías. «Creedence hizo música para todos los Tom Sawyers y Huck Finns asaltados y para el mundo que nunca sería capaz de aceptarlos aceptarlos en su forma más simple», diría Bruce Springstee­n.

En 1959, Fogerty y dos compañeros compañeros de escuela, Stu Cook, el hijo de un abogado acomodado, y Doug Clifford, un compañero de clase de Cook con una batería, formaron *e Blue Velvets, un trío instrument­al. Los tres niños tenían tenían 14 años. El hermano de John, Tom, se uniría a *e Blue Velvets de forma permanente en 1963. Los cuatro pasaron los siguientes años publicando sencillos sin éxito éxito y de gira por el centro y el norte de California, tocando en pequeños pequeños pueblos y bases militares. Las cuentas salen: se tiraron más de ocho años como grupo hasta que publicaron su primer álbum bajo el nombre de Creedence Clearwater Clearwater Revival.

Su álbum debut de 1968, «Creedence «Creedence Clearwater Revival » , se vendió modestamen­te al principio. principio. Su tema destacado era «Suzie Q», una versión de ocho minutos de un éxito de 1957 del olvidado rockero de Luisiana Dale Hawkins. Hawkins. Ese verano, el día en que recibió sus documentos de baja del ejército, Fogerty escribió una canción sobre un hombre que se sacude las presiones de la ciudad y encuentra la armonía en el río. Lo llamó « Proud Mary» y fue el comienzo de una larga serie incontrola­ble incontrola­ble de éxitos.

A John Fogerty le había costado tanto llegar a ese lugar que creó un círculo insoportab­le a la larga. Pensaba que si alguna vez salía de la lista de éxitos, la banda quedaría en el olvido. No quería volver al anonimato después de tantos años durmiendo al raso de tantos conciertos sin público. Se autoimpuso autoimpuso una presión extenuante, y más conociendo que ninguno de sus compañeros de banda poseía habilidade­s compositiv­as. No solo sacaba dos discos por año, sino que cada sencillo era un cañón y a ningún álbum completo le sobraba sobraba nada. Y a eso había que añadirle añadirle las giras y los festivales.

Otra cosa ocurría: CCR no tenía el prestigio de otros muchos colegas colegas con méritos menores. Ya entonces entonces se asociaba vender muchos discos con una comerciali­dad mal entendida. Además, Fogerty poseía poseía muy poco carisma y la banda era vista como un grupo de «pale

tos» en muchos sectores. Y otro detalle no menor: eran músicos «normales». No tiraban televisore­s televisore­s por la ventana del hotel, no participab­an en orgías y no consumían consumían drogas. No tenían manager manager ni empresa de relaciones públicas públicas ni séquito. Eran el equivalent­e de una pequeña empresa empresa familiar. Había poco que «vender» más allá de su música.

Rencor y paranoia

Con el tiempo, el agotamient­o comenzaría a llegar. John Fogerty se iría haciendo un maniático absoluto absoluto del control y comenzaría a asfixiar a sus compañeros de banda, banda, que por otra parte no hacían demasiado por descargarl­e de responsabi­lidad creativa ni organizati­va. organizati­va. Habiendo capturado el corazón de América, la banda encontró encontró la manera de activar su propia dinamita con efectos tóxicos tóxicos para unas amistades de largos años que derivarían en el divorcio más enconado y prolongado que el rock and roll jamás haya conocido. conocido. Fogerty enloqueció y se volvió volvió un paranoico. Controlaba las finanzas y firmaba contratos sin tener reales conocimien­tos. Sus compañeros de banda tampoco hicieron demasiado por evitarlo y todo se fue por la alcantaril­la. Siguieron, hasta hoy, décadas de rencor y paranoia.

Pero queda su memorable música, música, esa que hoy los amantes del genuino rock and roll continúan disfrutand­o como en el primer día. Porque la CCR consiguió apelar apelar a la esencia de la música para dar satisfacci­ón a una América que, por fin, había encontrado (aunque tarde) el antídoto contra los Beatles. La banda california­na eliminó las piedras del fardo con música esencial y decenas de canciones (sí, decenas) que hoy permanecen como himnos de la música contemporá­nea. Para siempre. Justo lo que se encarga de mostrar ahora su directo en el Royal Albert Hall.

Pocos divorcios han sido tan sonados, duraderos y rencorosos en la historia de la música como el de la Creedence. Por varias razones, razones, Fogerty se negó a tocar la música música del grupo durante casi 15 años después de su ruptura en 1972. Cedió en algunas ocasiones entre 1986 y 1987, pero luego se produjo otro silencio lúgubre e implacable antes de su resurgimie­nto en 1997 con « Blue Moon Swamp».

Pocos divorcios han sido tan sonados, duraderos y rencorosos como el de la Creedence

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De izda. a dcha., Stu Cook, Tom Fogerty, John Fogerty y Doug Clifford
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EFE

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