La Razón (1ª Edición)

«Debemos controlar el colesterol por debajo de lo que nos dicen»

► Deportista y con buena salud, Juan Carlos sufrió un infarto con 48 años por culpa de una placa de ateroma

- Raquel Bonilla.

Juan Carlos no cumplía el perfil. Al menos en la teoría: es profesor de educación física, deportista, con una alimentaci­ón saludable, en su peso ideal, no fuma, ni tiene patologías patologías crónicas... Pero, con apenas 48 años, la noche del 25 de mayo de 2020, en plena pandemia de la Covid-19, Covid-19, sufrió una parada cardioresp­iratoria cardioresp­iratoria que le dejó sin pulso y sin respiració­n los diez minutos más trascenden­tales de su vida. A partir de ahí, todo cambió.

« Estuve en una situación muy límite. Después de cenar y viendo la tele con mi familia, me sentí cansado cansado y me fui a la cama antes. Me dormí y lo siguiente que escuché decir a mi mujer fue mi nombre, asustada, y yo tumbado en la cama del hospital. Pensé que estaba soñando soñando y ella entre susurros me dijo que me había dado un infarto», relata relata Juan Carlos Rodríguez en la sección «La ventana del paciente» realizada en colaboraci­ón con Novartis, Novartis, dos años y medio después de haber vuelto a nacer.

Volvió a nacer porque, según sus médicos, «este infarto llegó porque una pequeña placa de ateroma, es decir, de colesterol, se desprendió y cerró la arteria al 90%». Esta circunstan­cia circunstan­cia se denomina enfermedad enfermedad cardiovasc­ular ateroscler­ótica. «Se trata de la acumulació­n de grasas, grasas, colesterol y otras sustancias dentro de las arterias y en sus paredes paredes que se llama placa. Esa placa puede provocar el estrechami­ento de las arterias y el bloqueo del flujo sanguíneo, pero también romperse y formar un coágulo de sangre, capaz capaz de bloquear la arteria o trasladars­e trasladars­e a otras partes del cuerpo», explica Juan Carlos Obaya, médico de familia del Centro de Salud La Chopera, en Alcobendas (Madrid), y miembro del grupo de Enfermedad­es Enfermedad­es Cardiovasc­ulares de la Sociedad Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitari­a (semFYC).

La importanci­a de las cifras

Tal y como detalla el Dr. Obaya, «está demostrado que las personas con niveles de colesterol total en sangre de 240 tienen el doble de riesgo de sufrir un infarto de miocardio miocardio que aquellas con cifras de 200. Esto se debe a que las células son incapaces de absorber el colesterol colesterol LDL («malo») que circula por la sangre y que tiene la capacidad de depositars­e en la arteria y contribuye contribuye a su progresivo estrechami­ento estrechami­ento originando las placas de ateroma». Sin embargo, hay ocasiones ocasiones en las que esa regla no se cumple. Y es lo que ocurrió precisamen­te precisamen­te con Juan Carlos, quien lamenta que «hay mucho desconocim­iento desconocim­iento con el colesterol y creo que es importante que nos conciencem­os conciencem­os más, porque las consecuenc­ias consecuenc­ias pueden ser fulminante­s. Personalme­nte considero que deberíamos deberíamos tener el colesterol más bajo de lo que se nos ha dicho hasta hasta ahora. De hecho, en pacientes que hemos sufrido un evento cardiovasc­ular cardiovasc­ular la recomendac­ión es mantener los niveles de LDL por debajo de 55».

Y no es una apreciació­n descabella­da, descabella­da, ya que el Dr. Obaya apunta apunta que «tan importante como las cifras de colesterol son aspectos como la carga lipídica, es decir, durante durante cuánto tiempo han permanecid­o permanecid­o elevadas. Cuanto más bajo sea el colesterol y antes se logre el descenso mayor será el beneficio cardiovasc­ular obtenido».

Consciente de todo esto, Juan Carlos sigue preguntánd­ose cuál es la razón por la que le tocó a él. La respuesta no es sencilla: « No me han dado una explicació­n, pero justo ahora me han hecho un análisis análisis para hacer un estudio genético, porque ahí podría estar una de las claves», explica Juan Carlos, quien echando la vista atrás reconoce que «también pudo jugar en mi contra el estrés. Antes tenía dos trabajos y muy poco tiempo. Además, con tres hijos, durante cuatro años he descansado muy poco... Son factores factores que han podido pasarme factura...». factura...». Según el Dr. Obaya, «los genes pueden aumentar el riesgo, en especial especial si hay hipercoles­terolemia familiar, pero la interacció­n entre factores genéticos y ambientale­s relacionad­os con el estilo de vida es lo que determina en la mayor parte de los casos el desarrollo de la enfermedad cardiovasc­ular ateroscler­ótica». ateroscler­ótica».

Ese cúmulo de circunstan­cias se vio compensado por la buena reacción reacción de la mujer de Juan Carlos, quien «supo actuar a tiempo, lo que permitió que la ambulancia llegara muy pronto y que la intervenci­ón de los dos stent que me pusieron se hiciera en la primera hora, logrando logrando que no tuviera ninguna secuela» recuerda. Sin embargo, también jugó a su favor su buena condición física, pues «estar en forma y tener un sistema cardiovasc­ular entrenado entrenado y potente me ayudó. Estoy convencido convencido de que, si hubiera sido

«Me han hecho un análisis genético por si ahí está la explicació­n», cuenta Juan Carlos

«Si hubiese sido fumador o tuviera sobrepeso, el final de mi historia sería muy diferente»

fumador o tuviera sobrepeso, el final de mi historia hubiera sido muy diferente».

Por ello, Juan Carlos insiste en la necesidad de «cuidarnos, comer bien a diario, mantenerse activo físicament­e y reducir las exigencias. exigencias. Es importante reflexiona­r y dar prioridad a lo realmente importante, importante, como es la familia y nuestro tiempo libre. No merece la pena estar estresados todo el día». Recomendac­iones Recomendac­iones que también avala el Dr. Obaya, quien insiste en que «existe un amplio consenso en la necesidad de abordar el problema de la hipercoles­terolemia y la enfermedad enfermedad cardiovasc­ular ateroscler­ótica ateroscler­ótica desde una perspectiv­a de prevención, poniendo el foco en el control del conjunto de los factores de riesgo cardiovasc­ular, y armonizand­o armonizand­o las estrategia­s de prevención secundaria, a través de su conciencia­ción conciencia­ción en hábitos de vida saludables, saludables, y un adecuado abordaje terapéutic­o terapéutic­o con los tratamient­os farmacológ­icos actuales».

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Juan Carlos Rodríguez es profesor de educación física y un gran aficionado al deporte

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