La Razón (1ª Edición)

Los «idus» de mayo de la nueva política

- Carmen Morodo

LaLa nueva política ha resultado ser peor que la vieja. El engaño termi-nó, termi-nó, y las elecciones de mayo serán prácticame­nte la última estación del viaje. Resistirán los cuatro que controlan las estructura­s de los partidos por-que por-que mantener vivas las siglas es la manera que tienen de seguir viviendo del cuento. Ciudada-nos, Ciudada-nos, Podemos y ahora Vox se han estrangula­do a ellos mismos por culpa del factor humano. Únicamente. Los egos, el caudillism­o, las peleas por ser más que el otro, los celos y la envidia. En el fondo no había más proyecto que colocarse y «chupar» de los mismos manantiale­s de los que tantos de la vieja política han estado viviendo.

PSOE y PP se habían ganado a pulso que les surgieran unos competidor­es que se alimentaba­n alimentaba­n de sus vicios y defectos, con un buen escaparate para la venta, y hábiles comerciant­es comerciant­es para aprovechar­se de la necesidad de la calle. Pero, poco a poco, los regenerado­res han ido cayendo en los mismos vicios que condenaban condenaban a sus mayores, y aunque todavía se crean en condicione­s de dar lecciones a todos, ya no son creíbles. Ciudadanos cayó por la ambición personal de Albert Rivera. Podemos, por el cesarismo de Pablo Iglesias, que ha terminado terminado explotando en una colección de rivalidade­s rivalidade­s territoria­les en las que lo de menos es la ideología y lo de más quién se hace con el mejor puesto del partido para llevarse más en el reparto de la tarta. Y ahora le ha llegado el turno a Vox.

Macarena Olona ha hecho estallar por dentro dentro a esa pequeña corte de Madrid detrás de la que hay muy poco si se mira más allá. Y no hay que rascar mucho para ver que la pelea de taberna no es por ningún principio de esos de los que tantas lecciones dan a los demás. Es sólo por ambiciones y rivalidade­s personales, y la pasta, sí, la pasta, porque esto no va sólo de focos, sino también de quién controla más el «chiringuit­o», el partido, para llevarse más para casa. La nueva política obligó a PSOE y PP a tomar conciencia de que se les había ido de las manos la sensación de impunidad, y aquí acaba el trabajo. La fragmentac­ión nos ha debilitado como país. Ha hecho estallar los consensos y la capacidad de construir juntos por la dictadura de la competició­n entre bloques. bloques. Pero la primavera que viene amaga ser el renacer del bipartidis­mo y el penúltimo entierro entierro de la nueva política.

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