La Razón (1ª Edición)

Sunak fuerza la salida de Raab tras las acusacione­s de «bullying»

► El «premier» británico pierde a su tercer ministro en seis meses y ve cada vez más difícil devolver la calma al Partido

- Rocío Colomer.

Su comportami­ento fue intimidato­rio, insultante y abusivo

DominicDom­inic Raab, apasionado del boxeo y cinturón negro de kárate, eligió el eslogan« entren a duro, pelea fácil» para presentars­e en 2019 a la candidatur­a por el liderazgo del Partido Conservado­r británico en la que perdió frente al favorito y estridente Boris Johnson. El hasta ayer viceminist­ro y ministro de Justicia británico se ha pasado los últimos seis meses luchando por su superviven­cia p olí tic a.Raab presentó ayer su dimisión tras la publicació­n de un informeque confirma balas acusacione­s vertidas contra él por su supuesto acoso laboral a casi una decena de funcionari­os durante su paso por diferentes ministerio­s. En su carta de renuncia, aseguró que se iba como se había comprometi­do a hacerlo si el informe elaborado por el abogado Adam Tolley KC contenía «cualquier hallazgo de acoso», a pesar de que sigue actualment­e sin reconocer una conducta inapropiad­a con sus subalterno­s.

«Yo pedí la investigac­ión y me comprometí a renunciar si contenía cualquier hallazgo de ‘bullying.’ Creo que es importante mantener mi palabra», escribió en su carta de dimisión publicada también en Twitter. Pero no parece que haya sido así exactament­e su salida. En política –decía ayer « e Times»– hay dos tipos de dimisiones: unas en las que un ministro acepta que se le ha acabado el tiempo y se marcha, y otras en las que el primer ministro le empuja a ello. La salida de Dominic Raab pertenece, sin duda, a esta última categoría. El que fuera uno de los aliados más estrechos de Rishi Sunak no se ha ido por voluntad propia, sino que ha sido forzado a ello. El primer ministro británico se enfrentaba a unas críticas cada vez más feroces sobre sus titubeos a la hora de decidir el destino de su fiel colaborado­r. No en vano, Raab fue uno de los mayores partidario­s de Sunak al liderazgo del Partido Conservado­r, incluso después de que fracasara su primera candidatur­a en agosto de 2022 frente a Liz Truss.

Pero el primer ministro británico llegó el pasado mes de octubre al Número 10 bajo la promesa de «restaurar la confianza» de los ciudadanos en las institucio­nes tras el «Partygate» y los otros escándalos de la era Johnson. Tras leer el informe de Tolley, el dirigente conservado­r llegó a la conclusión de que era insostenib­le mantener a Raab dentro del Gabinete. Pero su marcha supone un duro golpe para Rishi Sunak, que pierde a su tercer ministro en solo seis meses y sus esperanzas de devolver a los «tories» su condición de partido convencion­al (e incluso aburrido), alejado de los sobresalto­s, se esfuman.

Raab, además, se ha ido dando un portazo. En su carta de dimisión, ha advertido de que las acusacione­s de acoso contra él sentarán un «precedente peligroso» para el resto de los ministros. Lamenta que la investigac­ión de Tolley sienta el «umbral para el acoso» en un nivel «muy bajo». «Fomentará las denuncias espurias contra ministros y tendrá un efecto amedrentad­or sobre quienes impulsan el cambio en nombre de su Gobierno y, en última instancia, del pueblo británico». En la noche del jueves, tras leer el informe, el viceminist­ro trasladó a su entorno que creía que podría sobrevivir al escándalo y que «lucharía hasta la muerte» por su posición dentro del Gobierno. Finalmente, no fue posible.

Los funcionari­os que han tenido acceso al documento guardan una opinión bien distinta. Creen que el contenido es «terrible» y que mantener a Raab dañaría la función pública. Adam Tolley KC, designado por Sunak para llevar a cabo la investigac­ión en noviembre, entrevistó a los denunciant­es y al viceminist­ro. En las denuncias de Whitehall le acusan de menospreci­ar y socavar la autoestima del personal hasta el punto de que algunos vomitaban de miedo antes de las reuniones. Incluso se asegura que hay quienes tuvieron pulsiones suicidas. Una alta funcionari­a aseguró a la prensa británica que Raab era un «psicópata». «Destruye la confianza de la gente», dijo. «La mejor manera de describirl­o es como un compañero abusivo. La puerta se abre y vienen los amigos y él es amable con todo el mundo, y en el momento en que esa puerta se cierra vuelve a comportars­e de esa manera».

Mantener a Raab después del informe de Tolley suponía que siguiera supervisan­do al personal que había presentado las quejas. Más expuesta se quedaría la secretaria permanente del Ministerio de Justicia, Antonia Romeo, que le había advertido hasta en dos ocasiones de que su comportami­ento era intolerabl­e. Raab, además, se había convertido en un filón para la oposición laborista, que está a la cabeza en los sondeos. El primer ministro no podía permitirse su continuida­d y ayer soltó lastre.

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AP Dominic Raab era un estrecho aliado del «premier» Rishi Sunak

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