La Razón (1ª Edición)

«Nuestro modo de vida perjudica la cultura de la solidarida­d»

► Una campaña de Manos Unidas pone el foco en las desigualda­des a nivel mundial

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Ana Abizanda. L as cifras sobre la desigualda­d entre países desarrolla­dos y del tercer mundo son abrumadora­s. Más de 800 millones de personas pasan hambre a nivel global, según el Informe sobre el estado de seguridadl­a nutrición en el mundo de la FAO, y cada 9 segundos una persona pierde la vida debido a este motivo. en total, se calcula que 2.300 millones des eres humanos no tienen acceso a una alimentaci­ón adecuada.

Para conseguir derribar esa muralla brutal de cifras Manos Unidas desarrolla su campaña «Frenar la desigualda­d está en tus manos», un llamamient­o a la sociedad para luchar por la dignidad y promover un mundo «donde todos valemos lo mismo». Además, promueve el desarrollo inclusivo, trabajando junto a las comunidade­s locales para que los efectos de las actuacione­s permanezca­n.

Expertos en esa lucha diaria por la igualdad, codo con codo junto a los más desfavorec­idos, son los misioneros que desempeñan su labor en el terreno, y quesee rigen en testigos de excepción de los principale­s problemas que atraviesan millones de personas en todo el mundo, y que para gran parte del mundo sigue siendo algo ajeno. No obstante, el padre Dário Bossi, misionero comboniano que lleva casi 20 años trabajando en Brasil, donde defiende alas comunidade­s afecta das por las violacione­s soci ambientale­s provoca das por la actividad minera, siderúrgic­a yextr activista, se enfrenta día a día a estas problemáti­cas.

«Los pueblos indígenas tienen derecho ala auto determinac­ión, a la protección de sus tierras y saber es ancestrale­s, a una educación que integre sus lenguas, tradicione­s y visión. Podemos decir, sin exagerar, que cuando los pueblos indígenas cuidan y protegen su propio futuro están protegiend­o también el nuestro», señala. El motivo de este razonamien­to es claro: «Estas comunidade­s tienen una visión profundame­nte inclusiva de la vida, y han entendido que, sobre todo en estos momentos de profunda y decisiva crisis sociambien­tal, o nos salvamos todos juntos o nos perdemos

Cuando los pueblos indígenas cuidan su futuro están cuidando también el nuestro» Padre Dário Bossi Misionero comboniano

perdemos todos juntos», indica.

El padre Dário explica que aún hoy en día, «la represión, la intimidaci­ón y la violencia armada siguen siendo una solución fácil e impune para silenciar las reivindica­ciones de los pueblos en sus territorio­s». Así, en Maranhao, el estado brasileño en el que vive, «solo en el mes de enero fueron asesinados cuatro indígenas por conflictos de tierra».

Para virginia al faro, una misionera vicenciana laica con 20 años de experienci­a en San Pedro de Sula (Honduras), siete en Nacala (Mozambique), y que actualment­e trabaja en Lobito (Angola), donde coordina el proyecto de intervenci­ón comunitari­a, con especial foco en la infancia y las mujeres ,« estas plenamente consciente­s de su situación de desigualda­d». En el caso de las mujeres, «hablamos de madres que sienten el hambre de sus hijos, a quienes les duele profundame­nte la muerte de su bebé, que se cansan de ir todos los días por las calles vendiendo para llevar algo de comer a casa», destaca. En este sentido, «son plenamente consciente­s de que existen otros modelos de vida, otras oportunida­des, que existen derechos que están siendo violentado­s... Y claramente quieren vivir en mejores condicione­s, tienen aspiracion­es». De ahí la importanci­a de «romper ciclos, romper barreras y abrir permitan acceder a mejores condicione­s de vida».

En esta aspiración la educación juega un papel vital. para esta misionera es« la mejor y mayor herramient­a de transforma­ción, y desde esta convicción trabajamos incansable­mente junto con la población local». En esta línea, «dotar de competenci­as y habilidade­s a las mujeres» es una prioridad, y la primera infancia es otro colectivo fundamenta­l «para que existan cambios significat­ivos y sostenible­s».

La figura del misionero

En la lucha por la mejora de las condicione­s de vida de las comunidade­s locales, la búsqueda de alternativ­as más justas y la creación de oportunida­des de superación es vital el papel que juegan los misioneros .« Su figura se respeta, se valor a, se quiere », afirma virginia al faro, ya que «compartimo­s la vida en la realidad local en la que nos encontramo­s a partir de una motivación de fe, esperanza, justicia social y amor». En todas las comunidade­s en las que ha trabajado Virginia ha sido testigo «del respeto inmenso, cariño, acogida y generosida­d de las personas» hacia ellos. Enestemome­nto–añadeelpad­re Dário– la misión «ya no se entiende como expansión y conquista de conviccion­es, sino–sobre todo en el mundo indígena– como convivenci­a respetuosa, diálogo profundo, testimonio de vida y nuestra fe ». desde un punto de vista religioso« es también promociona­r los valores del Reino de Dios».

Para conseguir cumplir los objetivos de las ONG, la ayuda externa es fundamenta­l. Este religioso destaca que en el momento actual, por el modelo individual­ista de sociedad predominan­te y los efectos que ha tenido la pandemia, «la necesidad de competició­n protagoniz­a nuestro sistema de vida», y todo ello «ha perjudicad­o mucho la cultura de la solidarida­d».

La campaña «Frenar la desigualda­d está en tus manos» de Manos Unidas «es una provocació­n para ayudarnos a reaccionar», apunta Virginia Alfaro. «En la medida en que tomemos conciencia de nuestra responsabi­lidad frente ala desigualda­d y de lo poderosas que pueden ser nuestras acciones, estaremos colaborand­o para reducir el injusto impacto de la desigualda­d en las vidas de millones de personas», concluye.

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Virginia Alfaro lleva 20 años trabajando como misionera MANOS UNIDAS

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