«Durante la Movida, más que creación, hubo mucha actitud» Marivi Ibarrola Fotoperiodista
Haciendo uso de una vocación testimonial, la artista recoge en la muestra «Yo disparé en los 80» toda la transgresión de la época
CuandoCuando Marivi Ibarrola aterrizó en Madrid con apenas 17 años en la década de los setenta se encontró con los retales estructurales de una ciudad eminentemente provinciana, caótica, en cuyas calles, pese al estallido social que la contracultura estaba propiciando, se respiraba la necesidad de un cambio que no terminaba de asentarse. «Viví dos años en Argüelles porque estaba cerca de la Complutense y después me trasladé a Lavapiés. Tenía una melena rubia y rizada con mucho volumen y fue pisar Madrid y se me alisó de golpe. Para mí todo era nuevo. Había zonas que estaban bien cuidadas y muy limpias pero otras muchas que parecían ruinas. Moviéndome por la Calle Valverde o Ballesta, sola, con curiosidad, tuve la sensación de que había una gran diferencia por barrios», confiesa esta fotoperiodista vasca nacida en La Rioja, referente femenino fotográfico de la Movida, en entrevista con LA RAZÓN.
Y continúa acerca de su apreciación sobre una ciudad en la que también pasaron cosas antes de los ochenta: «Su provincianismo siempre me ha gustado, me ha parecido maravilloso de hecho, tanta gente distinta, de orígenes diferentes. Aquí vinimos muchos a buscarnos la vida, a experimentar, a intentar ser otros. Cuando estudiaba en la universidad lo raro era encontrarte con gente que fuera originalmente de Madrid, y eso ayudaba en la construcción de distintas sensibilidades. La diversidad siempre enriquece, a todos los niveles, ya no solo de procedencia».
En la reconstrucción que la socióloga y fotógrafa Gisèle Freund lleva a cabo en su interesante libro «La fotografía como documento social», sobre las principales etapas en donde la instantánea ha tenido un importante papel en la configuración del mundo, se aborda la idea de la imagen como canal. Aquí la autora interpreta la fotografía como un medio idóneo para aupar los deseos y las necesidades de la sociedad y manifiesta la idea de que toda variación en la estructura social influye en el modo de ser representada. Una concepción que entronca de forma directa con la obra y el método de Ibarrola: sus inmortales e icónicas instantáneas de los 80, testimonio voluntario de experimentación y efervescencia que se recuperan gracias a la muestra que acoge ahora el espacio cultural de la Serrería Belga. Las 54 instantáneas procedentes de los fondos del archivo de la propia Ibarrola aglutinan algunos de los principales hitos de la escena musical de aquella época y proponen un viaje cargado de nostalgia para quienes explotaron su juventud en las calles –«hay gente que me reconoce que se le ponen los pelos de punta revisando algunas imágenes porque la sensación es parecida a la de abrir un álbum de fotos familiar, de recordar todo lo que vivimos y lo mucho que disfrutamos de aquello porque durante la Movida, más que creación, que también, hubo sobre todo mucha actitud», apostilla– sazonado con escenas de May Paredes en una actuación en el plató de Rock-ola, unos jóvenes integrantes de Duncan Dhu antes de publicar su primer LP con Grabaciones Accidentales, un joven García-alix junto al cantante de Malevaje, Antonio Bertrina, «El Gorila», en los bajos del bar de Malasaña «King Creole» cargando con un cuadro horizontal en el que aparece un Cadillac pintado, la periodista musical Sagrario Luna maquillándose en el espejo antes de entrevistar al grupo de los Damned o el queridísimo cantante de Derribos Arias, Ignacio Gasca, más conocido como Poch, con un casco de obrero durante una actuación en la Escuela de Caminos. El nervio iniciático del reporterismo (tal y como corroboran sus estudios de periodismo) la llevó a adentrarse poco a poco en las calles, las luces, las casas y los pasos de la gente procurando impregnarlas del detalle oculto, del gesto inesperado que precede al mensaje y actuando como testigo de excepción de una realidad de una ciudad que moría y aprendía a nacer todos los días.
Mujer y fotógrafa
En los barrios y los bares era donde pasaban más cosas durante el transcurso de la Movida y Marivi decidió adentrarse con especial interés en los primeros, aunque frecuentara de manera asidua los segundos. «Al principio, cuando empecé a fotografiar conciertos y me metía en las salas o en los bares, yo iba con mi cámara, a mi bola, con mi ropa pero sin disfrazarme, y no siempre me miraban bien. Muchos pensaban que qué hacía ahí, tenían prejuicios, y siendo mujer, más todavía. Éramos pocas las que hacíamos fotos entonces. Me daba igual lo que me llamasen porque yo nunca he tenido prejuicios hacia nadie, aunque sea consciente de que sí los han tenido conmigo. Nos pasa a todas, ¿no crees?», se despide Ibarrola, con su pelo rojo, su voz encapotada y su evidente apasionamiento por lo joven y por todo lo que está vivo, favoreciendo un hermanamiento generacional que no entiende de modas, ni tampoco de años.