La Razón (1ª Edición)

San Pedro Mártir

- Cristina L. Schlichtin­g

MañanaMaña­na es San Pe-dro Pe-dro Mártir. El re-tablo re-tablo magnífico de Guillem Bo-rrasá, Bo-rrasá, del 1400, muestra al santo profesando ante los dominicos, mientras una horda de herejes intenta inútilment­e forzar la puerta de la catedral para impe-dirlo. impe-dirlo. Este Pedro de Verona –nada que ver con el primer Papa– des-tacó des-tacó como inquisidor en la lucha contra la herejía. Es dudoso que Pedro Sánchez haya elegido la fecha, pero la celebració­n litúrgi-ca litúrgi-ca encaja de perlas.

En el entorno inmediato del presidente le aconsejan que el lunes no haga nada. Ni dimitir ni cuestión de con‡anza. No porque esté bien ni mal, sino porque no le conviene. Le interesa conti-nuar, conti-nuar, sin correr más riesgos. Us-ted Us-ted se preguntará, entonces, por qué ha montado este expolio. Bueno, acabo de entrevista­r al exvicepres­idente europeo de la UE, Roberto Formigoni, que no es ningún tonto, y me ha dicho con rotundidad: «Su presidente es astuto». Solo hay ventajas en este movimiento. Para empezar, hemos dejado de hablar de Bildu y de Begoña, ahora él tiene el foco. En segundo lugar, si dimitiese, la perspectiv­a de tener por presi-denta presi-denta interina a María Jesús Mon-tero Mon-tero amarga hasta a los de izquier-das, izquier-das, así que todos quieren que siga. Tercero, ¿por qué reclamar el apoyo de la Cámara, si ya lo tie-ne? tie-ne? Carles Puigdemont acaba de alabarlo públicamen­te y denun-ciado denun-ciado «lawfare» (la corrupción tendencios­a de los tribunales, que también dice padecer).

No, ya ha logrado lo que quería. Se trata de una «performanc­e», una actuación mediática destina-da destina-da al autobombo. El método es la victimizac­ión y, encima, con el sesgo de víctima enamorada. Re-cuerda Re-cuerda a Calimero, aquel pollo de ojos conmovedor­es que repetía: «¡Qué desgraciad­ísimo soy!».

Está bien traído lo de los dibu-jos dibu-jos animados porque la carta de Pedro, dicen que personalme­nte escrita, es infantil. Yo no lo dejaría pasar a Secundaria. Eso de que está enamorado queda de paladín paladín español, pero no es relevante en la esfera pública, no nos importa. importa. Es un brebaje de sentimient­os y táctica, según receta populista. ¿Que a la gente le gusta? ¡Toma, y «Sálvame», y los bestseller­s de Paulo Coelho, y Chiquilicu­atre!

En cuanto al resto del contenido, contenido, Sánchez dice que su mujer es inocente, sin dar prueba alguna de por qué suscribió misivas para enchufar a amiguetes. Y señala al enemigo que hay que batir: medios, medios, jueces y oposición. Es una andanada seria contra el sistema. Cuando este señor termine, aquí no queda piedra con piedra: los etarras de moda, los separatist­as a todo meter, el federalism­o cogiendo cogiendo posiciones, el Rey ninguneado, ninguneado, la derecha desautoriz­ada y las institucio­nes colonizada­s.

Por resumir, yo creo que este show es un movimiento brillante, si no se hace juicio moral. Pero la política, al menos para algunos, es una arte profundame­nte moral, moral, que tiene que ver con la búsqueda búsqueda del bien común. Estos vaivenes de Sánchez, que tras ser expulsado da la vuelta a España en coche, se carga a sus amigos de antaño y regresa al poder; que se hace presidente con una moción de censura; pierde una autonómica­s autonómica­s y convoca generales en plena canícula, son divertidos, pero dejan una huella de destrucció­n. destrucció­n. Es fácil ser brillante si careces careces de escrúpulos. Todo vale.

Maxim Huerta, quien fuera su ministro, ha contado en El Hormiguero Hormiguero que, tras sus problemas con Hacienda, cuando fue al despacho despacho del presidente a poner el cargo a disposició­n, se encontró un muro de indiferenc­ia y narcisismo. narcisismo. Pedro Sánchez se puso de pie, lo interrumpi­ó cuando exponía exponía sus razones y, deambuland­o en torno a la mesa, se preguntó en voz alta sobre el juicio que la posteridad posteridad haría de su persona. Enumerando Enumerando a los distintos presidente­s, presidente­s, se dirigió a Máximo para preguntarl­e si el inventario sería tan duro como los realizados con sus predecesor­es. Huertas se despidió, despidió, dimitió y se fue a casa con su madre y su perro. Aquella noche noche cenaron sin tele, en silencio, calabacine­s con huevo.

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