La Razón (1ª Edición)

Libertad dibujada

- Carlos Rodríguez Braun

LosLos grandes viñetistas, con sus aciertos y sus errores, nos ayudan a entender la libertad. Uno de los grandes es El Roto, que dibujó en «El País» el gran edi cio de la Bolsa con este texto: «Templo de la Congregaci­ón para la Doctrina de la Fe en el Dinero», como si el dinero fuera de los ciudadanos y no una imposición del Estado, que nos fuerza a usar y a creer en él –por eso se llama duciario–.

En la misma línea, un hombre cuenta mone-das mone-das y billetes, y dice: «¡A la mierda los valores, lo seguro es el dinero!», como si no hubiera inflación y como si el Gobierno no quisiera prohibir el uso del efectivo.

Sigue la antigua falacia aristotéli­ca con una viñeta titulada «la semilla estéril», que dibuja una espiga de trigo junto a una bolsa con dinero, dinero, como si el dinero fuese realmente estéril, y como si no fuéramos a perder nada regresando al trueque.

Está mucho mejor otro dibujo en el que un hombre mira unos billetes y exclama: «¡Todo el dinero es deuda!». Le faltó aclarar: «pública». «pública».

Ilustró el hambre con este texto: «Escuela de Chicago (zoología). El hambre es un parásito intestinal de países pobres», como si el hambre en el mundo no hubiese sido superado gracias precisamen­te al liberalism­o que propugna la escuela de Chicago, mientras que durante el último siglo se ha enseñoread­o precisamen­te en los países antilibera­les y anticapita­listas.

Se ve a un rider con su bicicleta, y el texto es: « Nuevas tecnología­s, inteligenc­ia arti cial, automatiza­ción, automatiza­ción, algoritmos y pedaleo», como si la tecnología explotara al trabajador, y no los políticos y los sindicalis­tas que aplastaron la libertad de los riders, forzándolo­s a transforma­rse transforma­rse en asalariado­s y empobrecié­ndolos seguidamen­te. seguidamen­te.

Una pierna patea una pelota, con el texto: « El fútbol es como todo, una maravilla si no te toca ser el balón», como si el inerte cuero fuera equivalent­e equivalent­e a las personas, cuyas interrelac­iones voluntaria­s representa­n una suma positiva, es decir, donde todas las partes pueden ganar.

En un edi cio de o cinas, donde las personas son idénticas, una comenta: «Necesito un cambio, cambio, he solicitado el traslado a un piso más abajo», abajo», como si la uniformida­d obligatori­a fuera una evolución natural de la humanidad bajo el capitalism­o y no una caracterís­tica típica del anticapita­lismo.

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