La Razón (1ª Edición)

No es un problema de dosis, sino de medicament­o

- Juan Dillon Juan Dillon es periodista y analista en temas internacio­nales.

Permítame,Permítame, en esta oportuni-dad, oportuni-dad, servirme de la medicina para auscultar al debate políti-co políti-co actual. Imaginemos la reali-dad reali-dad como un paciente crónico que sufre de enfermedad­es complejas y multifacét­icas. Los políticos que nos atien-den, atien-den, médicos de los males sociales, persis-ten persis-ten en tratar los síntomas con una especie de «militancia farmacológ­ica» creyendo que la solución radica en la dosis y no en la clase de medicament­os que impulsa-rán impulsa-rán la cura.

Así es la práctica actual. En lu-gar lu-gar de abordar las raíces de las dolencias, los galenos de la polí-tica, polí-tica, es decir, los líderes y los par-tidos, par-tidos, optan por radicaliza­r la dosiƒcación de las mismas póci-mas póci-mas que han estado administra­n-do administra­n-do durante años. Entonces: ¿Por qué esperar otros resultados?

Desde Paracelso, quien postuló que « la dosis hace al veneno », has-ta has-ta los avances cientíƒcos de Frie-drich Frie-drich Sertürner con el aislamien-to aislamien-to de la morƒna, el debate sobre la importanci­a relativa de la dosis y el medicament­o adecuado ha sido central en la historia de la medicina. En el siglo que transi-tamos, transi-tamos, la medicina personaliz­ada y la farmacogen­ómica intentan desentraña­r cómo la individual­i-dad individual­i-dad biológica está ligada a la res-puesta res-puesta a los tratamient­os.

En la enmarañada dimensión de la polí-tica polí-tica contemporá­nea, se repite la alquimia de lo que podríamos denominar «obstina-miento «obstina-miento terapéutic­o». Esta noción, describe la tendencia a insistir con un tratamient­o, que ha demostrado ser ineƒcaz. ¿Cómo se maniƒesta esto en el escenario político? Más precisamen­te, ¿por qué los políticos al en-frentar en-frentar el diagnóstic­o reducen el problema a la «cuota» de sus políticas?

Un cuadro  agrante, reciente, de esta pa-tología pa-tología se ha conƒrmado en el ensayo del presidente de Gobierno Pedro Sánchez tras la farsa de dimisión. En este «acting» de mala interpreta­ción, el inquilino de La Moncloa ha urdido un relato destinado a justiƒcar la radicaliza­ción de la dosis de sus políticas. Un empecinami­ento retórico que oscurece su responsabi­lidad, busca desviar sus fraca-sos fraca-sos y subraya su obstinació­n. La fábula de la «máquina del fango» solo sirve para encubrir encubrir su verdadera intención de avanzar hacia una mayor depredació­n de la independen­cia independen­cia de la justicia y los medios de comunicaci­ón. comunicaci­ón. Duplicar la apuesta.

Pero esta tendencia se repite en el panorama panorama de la gobernanza global contemporá­nea. contemporá­nea. Arraigada en el estilo político y de liderazgo liderazgo populista, que prolifera por el planeta, la terquedad se percibe como parte de la construcci­ón de una narrativa interesada en moldear la percepción pública. La determinac­ión determinac­ión de «ir a por más» o «vamos por todo» surge como respuesta a la in uencia de ciertas ciertas «fuerzas oscuras» que obstaculiz­an la efectivida­d de las políticas sociales y progresist­as. progresist­as. Se prioriza la necesidad de la producción producción de antagonism­os que justifique­n la radicaliza­ción para preservar el poder.

Las tribunas políticas se convierten en excusados retóricos para el señalamien­to de los «culpables» de todas las ineƒcacias. La corrupción y los límites al abuso de poder se enmascaran bajo la cortina del «lawfare» o la « persecució­n judicial»; las críticas y cuestionam­ientos periodísti­cos se quieren ahogar como conspiraci­ones, bulos o «fake news» solo para avanzar en leyes de represión represión informativ­a, mientras que las fallas de las políticas sociales se camu an duplicando duplicando las regulacion­es que las provocan. Incluso Incluso los déƒcits presupuest­arios se atribuyen no al gasto desmedido, sino a la codicia de los sectores que se apropian de la renta. En este enchastre de justiƒcaciones, la transparen­cia transparen­cia y la responsabi­lidad se desvanecen, dejando a la ciudadanía sumergida en la confusión por tanto palabrerío.

Como un rasgo principal del manual de prácticas de la política actual, en especial la religión nacional-populista, sobresale el método de ignorar las desigualda­des que generan sus decisiones, sus tratamient­os. Una cierta despreocup­ación sobre la idea de gobernar sin costos. Bueno, de eso se trata, es una metodologí­a, una técnica pero con fecha de vencimient­o. Una fantasía perecedera perecedera que conlleva el riesgo de generar liderazgos «curadores» o «redentores». Sociedades, Sociedades, como pacientes anhelantes de remedios milagrosos, que terminan cayendo cayendo en la tentación de falsos sanadores.

Hoy en día, la política se obsesiona en aumentar la dosis sin evaluar la eƒcacia del tratamient­o, revelando así una estrategia para desviar la atención de la ineƒcacia de sus medicament­os, lo que conlleva al riesgo de caer en un pensamient­o mágico. Esta percepción irreal, que desvía el verdadero debate, es permeable por el resurgimie­nto de sociedades más tribales, donde se propaga propaga la creencia en el poder de los conjuros, las fuerzas del cielo o en los «outsider», quienes quienes en muchos casos fomentan una nostalgia nostalgia por soluciones autoritari­as ante los desafíos desafíos del presente.

Para concluir. Sin los apropiados remedios, remedios, el presente estado de salud social puede puede precipitar el retorno de aquellos que venden un futuro de felicidad dividiendo el mundo entre buenos y malos, con promesas rápidas a problemas complejos, pequeñas dosis de cambios que impliquen goces y mejoras temporales. Placebos nada útiles para resolver dolencias reales. En estas soluciones soluciones terapéutic­as se ha reducido la política política vernácula.

Y así, como nos aventuramo­s en este análisis análisis entre la medicina y la política, ahora me tomo la licencia de adoptar la potente costumbre costumbre de mi estimado profesor Carlos Rodríguez Rodríguez Braun: ¡Señora! ¡No es la dosis, sino la medicina!

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