Un mundo de migraciones
Los flujos migratorios se han disparado en nuestro planeta. Poblaciones de África o América fluyen a una envejecida Europa. Algo que ha empobrecido regiones enteras y avivado populismos
La inmigración mueve el mundo. Y esto tiene un doble sentido. Tanto por parte de los países que se han convertido en origen de mano de obra –legal o ilegal– y las naciones receptoras de esos flujos poblacionales. Unos cambios de territorio, a la búsqueda de otros horizontes, que llevan aparejado todo un rosario de consecuencias. Desde la despoblación y el empobrecimiento de amplias regiones de África, América o Asia, de donde provienen los inmigrantes, al ascenso de un rechazo frontal en los países a los que se emigra por parte de amplios estratos de la poblacióndel lugar. Una contestación que también ha cambiado la representación parlamentaria y afecta a esos recién llegados, que, año a año, han dejado de tener ayudas sociales para ganar un régimen de asilo cada vez más estricto. Sin embargo, como desde algunos partidos políticos se insiste, la llegada de esas poblaciones foráneas también ha ayudado a revitalizar las poblaciones ancianas de Europa, ante la baja natalidad que padecen casi todos los países del continente. En nuestro país –es una realidad, apoyada por datos y estadísticas–, la mayor parte de los inmigrantes que llegaron de manera ilegal, por ejemplo en 2017, están documentados. Ahí han actuado las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que han comprobado su origen y el sentido de su presencia dentro de nuestras fronteras. En una amplia cantidad de ellos han sido devueltos a sus países de origen que son, de mayor a menor, respecto a los países de donde partieron: Marruecos, Guinea, Argelia, Costa de Marfil, Gambia, Mali, Camerún o Senegal. Siendo España una de las puertas de entrada en la soñada por algunos Unión Europea, el flujo de inmigrantes no tiene nada que ver con la que sufren Estados Unidos, un país al que acuden por decenas de miles los nacionales de sus vecinos del sur. Hasta trece millones de mexicanos han cruzado –como han podido– la frontera de Río Grande a la búsqueda del sueño americano. Europa, tras el «puertas abiertas» de Angela Merkel en 2015-2016, una migración que llevó a más de un millón de personas a ese país, el continente más envejecido parece haberse tomado un tiempo para reflexionar hacia dónde va a dirigir sus políticas de asilo... y de natalidad. El futuro de la UE, que ahora acomete una nueva senda, se enfrenta a su gran desafío: su gente.