La Razón (Andalucía)

Mayoría de investidur­a

- José María Marco

DesdeDesde el gobierno de Pedro Sánchez se acusa a los grupos parlamenta­rios (a casi todos, PP, C’s, Vox y ahora Podemos) de obstruir la investidur­a presidenci­al. Debe de ser que entre los derechos inalienabl­es del ciudadano Sánchez está el de ser Presidente de Gobierno. Habrá que blindar este nuevo derecho, o por lo menos exigir que el PSOE lo incluya en su próximo programa electoral.

Lo que el Gobierno en funciones no dice es que haber ganado las elecciones, y más aún con un 28,67 % de los votos y 123 diputados de 350, no significa un respaldo parlamenta­rio automático. Una cosa es la mayoría electoral –relativa– y otra la mayoría parlamenta­ria que permite la formación de gobierno. No estamos, al menos todavía, en un régimen presidenci­al y para alcanzar la Presidenci­a se necesita esta segunda mayoría. Mayoría que, salvo en caso de ser absoluta, no está dada: es el posible Presidente el que debe formarla mediante negociació­n con los grupos correspond­ientes, tal como se lo indica el Rey al encargarle de formar Gobierno.

Bien es cierto que Sánchez y los socialista­s parecen querer salir del paso con una «mayoría de investidur­a» opuesta a la mayoría de gobierno. Es una fórmula política inédita y lo es, precisamen­te, porque en vez de garantizar la estabilida­d, conduce a la inestabili­dad perpetua, con el riesgo permanente de quedar en minoría, además de a una máxima opacidad en la decisión parlamenta­ria. Lo peor que le puede suceder a una democracia.

Todo se sostiene, finalmente, en la amenaza, o el chantaje, de unas nuevas elecciones. Serán responsabl­es aquellos que no se avengan a formar parte, aunque sea por abstención, de esa nueva «mayoría de investidur­a». Aquí se alcanza un nuevo record de cinismo, al que parece –asombrosam­ente– que nos hemos acostumbra­do. Es cierto que el Presidente del Gobierno (en este caso en funciones) puede disolver las Cortes. Otra cosa es que ignore el mandato constituci­onal que se deduce de unas elecciones. Al convertir estas en un arma partidista, Sánchez está exhibiendo su deslealtad institucio­nal, convertida en rutina política. Con Rodríguez Zapatero las institucio­nes quedaron politizada­s a fondo. Sánchez da un paso más. Ya no cuenta la ideología. Todo, incluso lo más respetable en democracia (las elecciones, el encargo de la Corona, la mayoría parlamenta­ria de Gobierno) queda subordinad­o a la dimensión utilitaria.

Sánchez parece querer salir del paso con una “mayoría de investidur­a” opuesta a la mayoría de gobierno. Es una fórmula política inédita que conduce a la inestabili­dad perpetua»

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