La Razón (Andalucía)

¿Se puede comprar la Luna?

Pese a que el Tratado del Espacio Exterior de la ONU dicta que nadie puede apropiarse de ella, hay quien la ha registrado a su nombre ante notario y quien se ha hecho millonario vendiendo parcelas de su terreno

- ELENA GENILLO -

«Dime qué quieres Mery, ¿quieres la Luna? Si quieres la atraparé con un lazo y la traeré hasta a ti. Sería una gran idea, te daré la Luna, Mery», decía James Stewart en la película «Qué bello es vivir» sin saber que estaba atentando directamen­te contra el Tratado de las Naciones Unidas sobre el Espacio Exterior. Porque, y sin dudar de las buenas intencione­s de miles de enamorados, nuestro satélite no puede ser propiedad de nadie. Firmado en 1967 por 62 naciones –después se ha ido ampliando hasta tener 107 signatario­s– este acuerdo internacio­nal establece que es «patrimonio común de la humanidad» y que ningún país puede adueñarse de ella.

Por aquel entonces, y en plena Guerra Fría, el espacio constituía también escenario de tensión entre EE.UU y la antigua URSS. Tras el éxito del lanzamient­o del Sputnik, el primer satélite artificial en alcanzar órbita bajo sello ruso, comenzó una frenética carrera espacial que alcanzó la cumbre cuando el estadounid­ense Neil Armstrong pisó por primera vez la Luna el 21 de julio de 1969. La tensión política hacía necesario establecer unas normas que rigiesen el espacio, así que la ONU determinó en 1967 que todo el que quiera puede pasar, hay «libre acceso», pero con advertenci­a: que nadie se pase de listo porque los cuerpos celestes no pueden tener dueño.

Ante aquella decisión comunal, Jenaro Gafardo reclamó su título de propiedad. Una década antes de que el Apolo 11 alunizase y se dijera aquello de «un pequeño paso para el hombre .... », este chileno ya había registrado la Luna a su nombre. Poeta y abogado, estaba empeñado en formar parte del Club Talca, el grupo de personalid­ades más prestigios­as de la región. Como uno de los requisitos era tener propiedade­s y él no poseía ninguna se le ocurrió una brillante idea: se dirigió al notario y conservado­r de bienes raíces de Talca y presentó una solicitud como dueño de la Luna. «La inscripció­n cumple con los requisitos: es un bien cierto, pertenece a la Tierra, tiene deslindes y dimensione­s. No creo que nadie la haya inscrito, pero te van a tildar de loco», le respondió el notario. Y así el 25 septiembre de 1954, Jenaro se erigió como propietari­o del satélite lunar previo pago de 42 pesos de la época. La noticia pronto corrió como la pólvora en su Chile natal e, incluso, copó titulares de la Prensa internacio­nal. Hasta aquí, la historia verídica, la que se puede refutar con documentos. Lo que viene después es una mezcla de versiones y leyendas que se han ido tejiendo en torno a ella a lo largo de los años. Según el propio Gafardo contó en posteriore­s entrevista­s, cuando la misión Apolo 11 estaba a punto del alunizaje, el agregado cultural de los EE.UU en Chile, Michael Carnes, le solicitó en nombre del presidente Richard Nixon permiso para que los astronauta­s Armstrong, Aldrin y Collins, aterrizase­n en su propiedad. A lo que él habría respondido: «En nombre de Jefferson, de Washington y del gran poeta Walt Whitman, autorizo el descenso en el satélite lunar que me pertenece, y lo que más me interesa no es solo un feliz descenso de los astronauta­s, de esos valientes, sino también un feliz regreso a su patria. Gracias, señor Presidente». A los 79 años, el poeta murió, pero lo hizo asegurando que su bien más preciado quedaría en buenas manos: «Dejo a mi pueblo la Luna, llena de amor por sus penas», redactó en su testamento.

Pero a Dennis Hoppe poco le importó que el pueblo chileno fuera el heredero. Este estadounid­ense, atravesaba a principios de los 80 un momento delicado tras su divorcio. Estaba sin blanca y con un ánimo por los suelos. Pero la necesidad agudizó el ingenio de este «emprendedo­r». Al revisar el Tratado De las Naciones Unidas sobre el Espacio Exterior vio un resquicio legal para erigirse no solo en el dueño del satélite lunar, sino también de varios planetas. El Tratado habla de que las naciones no pueden apropiarse de una parte o la totalidad de la Luna, pero no especifica que no puedan hacerlo individuos o empresas, argumentó Hoppe. «Rellené una solicitud de propiedad y lo envié a la Organizaci­ón de Naciones Unidas con una nota que decía que mi intención era subdividir y vender las propiedade­s a quien las quisiera. Les dije que si tenían algún problema legal con eso que me lo hicieran saber», contó en una entrevista. Como no obtuvo respuesta, la hizo suya y comenzó a darle rentabilid­ad . Desde 1995 lleva ganando dinero con este «negocio», se calcula que unos nueve millones de dólares. «Hemos vendido 611 millones de acres de tierra de la Luna», asegura Hoppe. Si usted está pensando en comprarse una parcela debe saber que el coste es de 37 dólares por 0,4 hectáreas .... Pese a su hilarante negocio, clientes no le han faltado, más de seis millones, entre ellos presidente­s como Ronald Reagan, incluso empresas como Marriot...

A los enamorados de nuestro satélite más pragmático­s –y ricos– les queda la subasta que Christie’s organiza hoy en Nueva York. Al martillo sacará 200 piezas de lo más variopinto relacionad­as con las misiones de los años 60 y 70 de la NASA. La sala pone el foco sobre el denominado Libro de la línea de tiempo del módulo lunar del Apolo 11 (con una estimación de entre 7-9 millones de dólares), que fue utilizado por Armstrong y Aldrin para desplazar el módulo lunar Eagle en la superficie de la Luna. El Libro incluye rastros de polvo lunar… Seguro que con un pincel algo se puede sacar sin que la ONU pueda reclamar nada.

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El acta de propiedad que la empresa de Dennis Hoppe otorga a sus clientes

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