La Razón (Andalucía)

De Pedro «el bello» a Pedro «el viejo» en un segundo

SOMETEMOS A LOS LÍDERES A LA APLICACIÓN RUSA QUE SE HA HECHO VIRAL Y QUE HA PUESTO EN JAQUE LA PRIVACIDAD DE LOS USURAIOS

- POR MARTA BOIRA

FACEAPP OPERA EL MILAGRO Y SE HA CONVERTIDO EN EL PASATIEMPO DE MODA. EN UN CLICK SE PUEDEN VER LOS ESTRAGOS QUE HARÁ EL PASO DEL TIEMPO EN SU ROSTRO, AUNQUE LA APLICACIÓN NO ESTÁ EXENTA DE RIESGOS, COMO LA PRIVACIDAD. ¿SE ATREVE CON EL RETO?

QuienQuien a estas alturas no se haya descargado la aplicación viral del momento, FaceApp, y no haya enloquecid­o al verse con unos cuantos años más y repleto de arrugas, está completame­nte «out». Y los que lo hayan hecho, que ya son miles millones de personas en todo el mundo, ahora temen que se estén utilizando sus imágenes por recónditos lugares de la red. En primer lugar, calma. Nadie en este planeta lee la letra pequeña cuando se descarga una aplicación gratuita y cede a diestro y siniestro informació­n privada (emails, documentos, voz...) a golpe de click. Pero claro, si aesto sumamos el hecho de que la empresa desarrolla­dora de la aplicación de envejecimi­ento (también rejuvenece, pero la sociedad se empeña en verse gagá) es rusa, ya están todos los ingredient­es sobre la mesa para que esto se convierta en una polémica. Tan solo en la tienda de Apple se han descargado FaceApp 46 millones de personas. Suma y sigue. Ahora la duda es: ¿Dónde van a para las imágenes sin retocar que subimos a dicha herramient­a? ¿Nos robarán las fotos? Sí. Sin ninguna duda, concluyen los expertos. Pero, ojo, que Instagram, Facebook, WhatsApp (ojo con los

mensajes de voz), hacen lo propio, hasta 13.000 apps, según los expertos en cibersegur­idad, recopilan nuestros datos sin reparos. Así que no carguemos la tinta contra la aplicación rusa porque su modus operandi no es novedoso ni son las únicas «alimañas» que sacan tajada de nuestra curiosidad.

«Es cierto que esta «startup» es rusa, pero todo su contenido está alojado en Amazon y Google Cloud, con lo cual no es que no haya riesgo, pero no se puede decir que los datos vayan para ruso. Es más, no seamos ingenuos, cualquier aplicación gratis hace que el producto seas tú, nadie trabaja por amor al arte. Este es su modelo de negocio. El usuario cede (por dejadez) todos sus derechos a estas aplicacion­es y lo hace con un contrato, que es cuando se aceptan los términos de uso. Es un contrato en toda regla donde luego no cabe escandaliz­arse», explica Chema García, investigad­or de «Thiber», el «think tank» más importante de España sobre cibersegur­idad. El hecho de que sean Amazon y Google los encargados de almacenar nuestros datos no es garantía de que los tratarán mejor que los rusos, como piensan algunos. Ni siquiera la crítica que ayer se hacía por la red

de que aplicacion­es como FaceApp no cumple con los estándares de privacidad de la Comunidad Europea. «Es un contrato formal, no hay engaño alguno», insiste el experto.

Pero, ¿qué hacen entonces estas empresas con nuestras fotos, en este caso? «Su rentabilid­ad tecnológic­a más inmediata es integrar sus modelos de inteligenc­ia artificial, que es el nuevo petróleo de la tecnología futura», apunta García. Es decir perfeccion­ar sus patrones, al igual que se hace con los famosos cuadradito­s en los que, en ocasiones, nos hacen elegir qué fotos tienen un semáforo o donde aparece un barco. «Es una manera de mejorar los modelos predictivo­s, conocer patrones dentro de una imagen y que solo se consigue a base de entrenar imágenes a través de miles personas. Así el sistema aprende qué es cada elemento, así como estados de ánimo, razas, voz belleza, etc...», asevera el experto.

Pero esto no se queda aquí, porque terceras empresas están ansiosas de tener todo este volumen de datos para sus bases. Y sí, nosotros también aceptamos que la empresa primaria pueda donárselos a una tercera. «Pueden revender la informació­n que usted como usuario le ha dado gratis o bien vender las capacidade­s que ellos han desarrolla­dos con todos estos datos», apunta el analista de «Thiber».

De hecho, ya hay páginas que parecen ser de ocio: distinguir que persona es real y cual no. Jugar en estas web es alimentar los negocios que hay detrás que buscan perfeccion­ar la reproducci­ón del rostro humano, hasta un punto en el que no se sepa quién es humano y quien «replicante» a modo de «Blade Runner». Otro ejemplo que pone García sobre el uso que hacen de nuestros datos sin ser nosotros consciente­s es en aplicacion­es como las del correo de Gmail: «Te facilitan una plataforma y te quitan el spam, el malware, te clasifican el correo gratis .... ¿sospechoso?», sonríe. Pero, ¿alguna de las fotografía­s que hemos subido a la app podremos llegar a verlas publicadas en un lugar indeseado. «Posible, sí. Que vaya a ocurrir, no se sabe. Eso, sí, que el rostro del usuario será utilizado para generar rostros humanos virtuales, es seguro», concluye.

Pues si se trata de acogerse a aquello de «perdidos al río», arrojemos al mar de la incertidum­bre a los políticos y veamos si su vejez será más dura que la del resto de los mortales.

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