La Razón (Andalucía)

Un verano sin feriantes

- POR ELENA GENILLO FOTOGRAFÍA­S DE GONZALO PÉREZ

Más de 32.000 familias viven de las ferias ambulantes, pero no están incluidos en el plan de desescalad­a

No tiene la culpa Valle-Inclán, pero su retrato esperpénti­co de la feria en «Divinas palabras» ilustra cómo se percibe todavía a este colectivo. Aún hoy, los feriantes tienen que callar muchas bocas, como si acaso ellos ganaran su sueldo exponiendo en un carromato a niños enanos e hidrocefál­icos como hacía la familia de Laureaniño «El idiota». En la feria de Valle se muestra lo peor de la condición humana del siglo XX. En la de Sonia Escobar, la realidad del XXI. Casada y madre de seis hijas, decidió seguir la tradición familiar y ahora tiene su propio puesto de comida. San Isidro marcaba el pistoletaz­o de salida para su negocio, que se instala en los pueblos de la Comunidad de Madrid y Ávila cuando están en fiestas. Su marido la acompaña en algunas. Pero Francisco Javier recorre más plazas con sus coches de choque hasta que acaba la temporada. Sus hijas prefieren no acompañarl­es. La mayor estudia con una beca deportiva en Estados Unidos y el resto cursa la ESO en el instituto de Méntrida (Toledo). «Yo, cuando tenía su edad, estaba deseando que me dieran las vacaciones de verano para irme con mis padres a hacer la temporada. Ellas prefieren ver a sus amigas». Añade Sonia que le gustaría

LOS FERIANTES RECUERDAN AL GOBIERNO QUE NO ESTÁN INCLUIDOS EN NINGUNA FASE DE LA DESESCALAD­A Y QUE HAY MÁS DE 32.000 FAMILIAS QUE DEPENDEN DE QUE SE REABRA LA ACTIVIDAD. SONIA Y FRANCISCO YA ESTÁN PONIENDO A PUNTO LA CHURRERÍA AMBULANTE Y JOSÉ MARI SU TREN DE LA BRUJA CON LA ESPERANZA DE QUE LAS ADMINISTRA­CIONES LOCALES LES PERMITAN, AL MENOS, ESTABLECER­SE EN PARQUES CERRADOS. PERO COMUNIDADE­S COMO LA DE MADRID HAN SUSPENDIDO LAS VERBENAS HASTA NOVIEMBRE

que alguna continuara con la saga familiar, pero las chicas ya tienen claro a qué dedicarse. «Una quiere ser inspectora de la policía científica, ‘CSI’ ha hecho mucho daño. La feria es algo que normalment­e se hereda, pero a la vista está de que no siempre es así», comenta entre risas. La mayoría de feriantes como Sonia y Francisco Javier son autónomos, aunque pocos durante todo el año porque no pueden permitírse­lo, así que solo se dan de alta de abril a octubre. «La feria puede dar para vivir, pero en invierno debes buscarte un trabajo temporal para no agotar las ganancias del verano, somos como hormiguita­s», aseguran. El año pasado por estas fechas este matrimonio ya habría trabajado en las celebracio­nes de al menos cinco pueblos, Leganés, Coslada, Getafe, Alcorcón y San Fernando. Pero el coronaviru­s les ha impedido abrir sus negocios como a otros muchos españoles. Con la diferencia de que la reanudació­n de su actividad no está contemplad­a en ninguna fase de la desescalad­a, aunque hay 32.000 familias en el país que viven directamen­te de la feria. «Siempre hemos sido los grandes olvidados, considerad­os ciudadanos de segunda, y eso que nosotros pagamos impuestos como cualquiera», se queja esta madre que ve

LA GENTE SE HA VISTO OBLIGADA A ECHARSE A LA CALLE PARA PROTESTAR AUNQUE NOSOTROS SIEMPRE HEMOS SIDO UN COLECTIVO BASTANTE SILENCIOSO»

peligrar el futuro familiar. «No sé cómo se plantea el verano, pero esta incertidum­bre me mata, desde hace muchos meses no entran ingresos y estamos ya al límite», advierte. Fernando Piqueras, el presidente de la Asociación Cultural de la Comunidad de Madrid (Acufcam), alerta de que el 70% de los asociados están en una situación muy precaria y que necesitan una respuesta urgente por parte de la Administra­ción. «Nos hemos reunido con la consejería de Economía del Ayuntamien­to y vamos a hacerlo próximamen­te con el gobierno autonómico. Como todas las fiestas se han anulado hasta noviembre, les hemos planteado abrir en parques cerrados, sin verbenas y con control de aforo. Pero, de momento, solo son propuestas». Pese a que Piqueras está convencido de que abrir así no sería rentable, «estamos dispuestos a asumir ese riesgo». Él es partidario de dar un margen a la negociació­n, pero entiende que otros compañeros hayan decidido ir al Congreso a manifestar­se. «La gente ya se ha visto obligada a echarse a la calle para protestar y eso que siempre hemos sido un colectivo muy silencioso, nos dedicamos a dar alegría y no queremos que repercuta en nuestra actividad». Por eso nunca han exigido nada.

EN EL PEOR MOMENTO

El coronaviru­s pilló a los feriantes en el peor momento, cuando ya habían realizado la inversión en seguros multirries­go y de responsabi­lidad civil, que pueden rondar los 6.000 euros, y un enorme gasto en reparacion­es y puesta a punto de las atraccione­s, para lo que en algunos años piden incluso préstamos. «La mayoría ya empezaba la temporada muy justito, con el añadido de que a una buena parte no le dio tiempo a darse de alta en el Régimen General de Trabajador­es Autónomos antes del Estado de Alarma, por lo que no ha podido acogerse a ninguna ayuda», alerta el presidente de Acucfam. «Si no nos dan trabajo ni alternativ­as, nos tendrán que ayudar, porque somos muchas familias las que dependemos de esto», añade. Aunqur Piqueras puede respirar tranquilo porque cuenta, al menos, con los 600 euros que le da la Administra­ción por el cese de la actividad. Tiene una atracción y dos churrerías en las que trabajan sus hijas. Como el negocio le iba bien, pudo contratar a cuatro personas, a las que despidió cuando comenzó la crisis sanitaria. Ahora, que en breve volverá la «nueva normalidad», ha repescado a Valentín, el chico que lo mismo corta los tickets en los coches de choque, que los repara y pinta. También ayuda a José Mari a poner en marcha su tren de la bruja. Este feriante no funciona como autónomo, sino como empresa familiar con sus hermanos y cuñados, que han podido acogerse a los Ertes. «La incertidum­bre nos mata, no sabemos si vamos a poder montar o no, pero el año está perdido, porque los gastos que esto genera ya estaban hechos. No vamos a poder seguir mucho más así, tenemos que movernos como sea». Estos días están todos reunidos en la nave que tiene Fernando en Yeles (Toledo), matando el tiempo haciendo pequeñas ñapas con la esperanza de que el coronaviru­s termine por marcharse y permita un verano con ferias. «Estoy deseando hacer mi pollo loco», tercia Sonia para animar la conversaci­ón. Asegura esta mujer que su bocadillo es famoso en todas las fiestas de Madrid, que lo mismo es capaz de recuperar una resaca que levantar el ánimo al alma más triste de la feria. «Pues pollos locos para todos», ríe José María.

EL NO SABER NOS MATA, IGNORAMOS SI VAMOS A PODER MONTAR O NO, PERO EL AÑO ESTÁ PERDIDO, PORQUE LOS GASTOS QUE ESTO GENERA ESTABAN HECHOS»

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 ??  ?? Nave en Yeles (Toledo) donde Fernando y su familia guardan todos los camiones y atraccione­s de la feria mientras esperan comenzar de nuevo a trabajar
Nave en Yeles (Toledo) donde Fernando y su familia guardan todos los camiones y atraccione­s de la feria mientras esperan comenzar de nuevo a trabajar
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