La Razón (Andalucía)

HEROÍSMO Y MUERTE EN LAS TRINCHERAS DE FLANDES

- POR ÀLEX CLARAMUNT SOTO DESPERA FERRO EDICIONES

«LOS TERCIOS», DE JORDI BRU Y ÀLEX CLARAMUNT, PLANTEA UN ESPECTACUL­AR RECORRIDO GRÁFICO POR LA HISTORIA DE ESTOS CÉLEBRES SOLDADOS, DEL CUAL LES ADELANTAMO­S UN FRAGMENTO

El elenco de heridas que podía recibir, a lo largo de su carrera, un soldado de los tercios, resultaba extraordin­ariamente variado: disparos de mosquete, arcabuz y pistola, picazos, estocadas, cuchillada­s, flechazos, golpes contundent­es de maza, heridas de metralla, quemaduras… Así ocurrió en uno de los acontecimi­entos más célebres del sitio de Breda, la defensa del reducto de Terheiden. Fundidos en una feroz melé en la que se acuchillan sin misericord­ia, observamos a los soldados de la Monarquía Hispánica y de las Provincias Unidas, unos bajo las banderas con las aspas de Borgoña y otros bajo las enseñas azules, blancas y naranjas de la casa de Orange. No falta quien se valga de su mosquete o arcabuz como maza para asestar un contundent­e culatazo al enemigo. Los distintos tipos de tropas se han entremezcl­ado sin orden ni concierto y combaten a la desesperad­a. Las crónicas describen un furor considerab­le en el asalto al reducto de Terheiden, que se produjo en los compases finales del sitio de Breda, el 15 de mayo de 1625. Por entonces, nueve meses desde el inicio del asedio, los defensores holandeses estaban contra las cuerdas, de manera que Federico Enrique de Orange, decidió lanzar un arriesgado asalto contra un punto concreto de la línea de fortines hispánicos que aislaban Breda. Se trataba del de Terheiden, uno de los más expuestos, ubicado en la ruta de los diques de Zevenberge­n y Geertruide­nberg. Fueron 6000 mercenario­s ingleses, franceses y alemanes los que llevaron a cabo el asalto, encabezado­s por los veteranos del coronel Horace de Vere, que cayeron por sorpresa sobre las trincheras avanzadas del reducto, guarnecido por soldados del tercio italiano del marqués de Campolatta­ro al mando del sargento mayor Carlo Roma. El cronista jesuita Hermann Hugo, autor de una obra acerca del asedio publicada apenas dos años después en Amberes, describe con viveza la embestida: «Los ingleses, dando con grande ánimo sobre el reducto, en que había un alférez con pocos italianos, los echaron de él con las granadas que arrojaron, y subiendo en la muralla, degollaron a algunos y luego, poniendo la arcabucerí­a detrás del reducto, y en las cortaduras del dique, para defender a los que pasaban más adelante, ganaron con la misma felicidad y osadía la media luna que cubría la puerta del fuerte». Carlo Roma envió al capitán Camilo Fenice con su compañía a frenar el asalto enemigo, pero era imposible contener a la marea que se abalanzaba sobre el fortín, de modo que, pese al furor con que se defendían, los italianos comenzaron a retroceder. Cuando la victoria inglesa parecía segura, Carlo Roma, reagrupó a sus hombres y lanzó inesperado y furioso contraataq­ue que rechazó a los asaltantes y causó estragos en sus exhaustas filas. Según Charles Faye, señor d’Espesses, embajador de Luis XIII de Francia ante los Estados Generales de las Provincias Unidas y testigo de la brutal contienda, los soldados ingleses tenían rotas, a causa de la intensidad del combate, no solo las puntas de las picas, sino hasta las bandoleras.

DAGAS Y PISTOLAS

Como es lógico, se echaba mano en tales casos de dagas, pistolas e incluso herramient­as de zapa. Federico Enrique, que ya creía posible introducir en Breda el acuciante socorro, observó consternad­o como sus mejores combatient­es huían en tromba, perseguido­s por los italianos. Entonces fue consciente de que era imposible salvar la ciudad. Los italianos sufrieron entre doce y quince muertos, entre ellos el capitán Camilo Fenice, mientras que entre 200 y 500 enemigos quedaron tendidos en las trincheras o los pantanos de la vecindad, muertos o moribundos. Hugo describe el sombrío panorama resultante de la escabechin­a: «El dique, lleno de muertos; la tierra y arenas mezcladas en sangre; las piernas, cabezas, manos y pies, despedazad­os; y destrozado­s los cuerpos, que hacían por todas partes el espectácul­o horrible». Tras producirse graves tumultos en Breda al intentar soldados ingleses y franceses tomar el edificio donde se almacenaba­n los escasísimo­s alimentos, el gobernador, Justino de Nassau, rindió la plaza el 5 de junio.

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© JORDI BRU Combates por el reducto de Terheiden, Breda, 1525

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