Los abogados: el talón de aquiles de Trump
El ex presidente terminó a gritos contra el televisor por los titubeos de su equipo legal
Los primeros abogados dimitieron exasperados por la nula voluntad del ex presidente de seguir sus recomendaciones
A Donald Trump las cosas le van mal desde que abandonó la presidencia. Sus abogados, que apenas han disfrutado de unos días para preparar el caso, habían dado tumbos en una jornada inaugural errática. Los razonamientos constitucionales chocaban contra la contundencia icónica de los vídeos de la insurrección. Gente cercana al ex presidente le contó a varios canales de noticias que Trump acabó el día gritando al televisor, encarado con los leguleyos, horrorizado por una actuación que juzgó como poco resolutiva. resolutiva. Con el transcurso de las horas su juicio se habría suavizado. Todo lo que ahora pediría es que pulan los argumentos, y los presenten con más eficacia.
Tampoco lo tienen tan difícil: sólo seis senadores republicanos parecen decididos a condenar. Todo podría acabar el sábado, a más tardar el domingo, con una absolución. Más inquietante asoma el frente judicial. Donde la fiscalía del condado de Fulton, en Georgia, anuncia que abrirá una investigación penal para esclarecer y, llegado el caso, procesar Trump por teóricamente tratar de influir a destacados funcionarios electorales. Ninguno más presionado que el secretario de Estado, el republicano Brad Raffensperger, al que el mismísimo Trump llegó a llamar por teléfono para pedirle, en ocasiones de forma ominosa, que encontrase los votos necesarios. En una carta enviada a numerosos funcionarios locales y obtenida por la CNN, el fiscal explica que su «investigación incluye pero no se limita a las posibles violaciones de la ley electoral de Georgia que prohíbe la solicitud de fraude electoral, la realización de declaraciones falsas a los organismos gubernamentales estatales y locales, la conspiración, el crimen organizado, la violación del juramento del cargo y cualquier participación en la violencia de amenazas relacionadas con la administración de las elecciones». Durante casi una hora Trump, acompañado de varios abogados y asesores, presionó de todas las formas imaginables a un Raffensperger al que previamente ya había puesto en el ojo del huracán. En aquellos días fue frecuente que algunos de los políticos y funcionarios a los que Trump acusaba de ser cómplices del supuesto robo fueran objeto de una campaña de acoso por parte de algunos acólitos.El todavía presidente sólo necesitaba 11.780 votos para darle la vuelta al Estado. «Sé que te gustaría llegar al fondo», le dijo. Ahora esa llamada puede volver para perseguirlo. Y está por ver si en el supuesto de tener que responder ante la fiscalía no volverá a repetirse la debacle de la pasada semana, cuando los profesionales contratados para defenderlo renunciaron a última hora, exasperados por su nula voluntad de seguir sus recomendaciones.