¿Otro verano casi perdido?
¿Hay que dar por perdido el verano? Es uno de los grandes interrogantes de ahora mismo desde el punto de vista económico. Y es muy pronto para responder tanto en un sentido como en otro, a la vista de los cambios que se registran en el panorama un día sí y otro también. De momento, y desde el punto de vista turístico entendido en sentido amplio –no hay que olvidar que es un sector clave para España– la primavera se puede dar ya por perdida. Lo que suceda a partir de junio dependerá de la evolución de la pandemia, de cómo vaya la vacunación, con un sobresalto diario, y de las medidas que adopten el Gobierno central y las distintas Comunidades Autónomas. Por ahora, lo de hacer obligatoria la mascarilla también en todos los espacios al aire libre, aunque uno esté solo en varios kilómetros a la redonda en un playa desierta o en lo alto de un monte, no ayuda precisamente. Es una medida tan incongruente y carente de sentido común, que está en trance de revisión. Habrá que decir aquello de «solo aciertan cuando rectifican». Mientras tanto, el Fondo Monetario Internacional se ha despachado planteando, en el caso de los países desarrollados, una serie de medidas fiscales con un impuesto nuevo o un recargo en los ya existentes para las personas y empresas con mayores ingresos. El objetivo sería conseguir fondos para luchar contra la crisis económica desatada por la pandemia, apoyar a los más afectados y reducir las desigualdades. Objetivos todos ellos más que loables. El problema es que estas medidas de más impuestos, aunque se adopten con carácter temporal, suelen terminar convirtiéndose en definitivas, y esas subidas se quedan ahí para los restos, porque todos los Gobiernos están deseosos de contar con más recursos en sus arcas.