Cameron, ante el «gran escándalo» de Reino Unido
Las presiones del ex «premier» a favor de una empresa revelan el problema no resuelto de las puertas giratorias
Cameron nunca quiso pasar a la historia como el primer ministro que convocó –a la ligera, además– el referéndum que terminó en el Brexit. Pero es así como siempre será recordado. Una vez apartado de la política, tampoco habría querido protagonizar lo que él mismo llegó a decir que sería «el gran escándalo» de Reino Unido. Sin embargo, ahora está en el centro de toda la polémica que sacude a Westminster por el «Greensillgate».
La presión ejercida por el que en su día fuera inquilino de Downing Street a miembros del actual Gabinete para que la empresa financiera a la que estaba asesorando tuviera acceso a determinados créditos ha sacado a la luz el controvertido sistema de puertas giratorias y amiguismos con el que operan en Reino Unido tanto ministros como funcionarios de alto rango. El Gobierno ha pedido una investigación independiente sobre el papel desempeñado por el que fuera líder del Partido Conservador para analizar su papel como asesor de Greensill Capital.
Cameron dimitió como «premier» en 2016 tras el triunfo del Brexit y no comenzó a trabajar para la compañía hasta 2018, rescir petando así los dos años que se piden de margen a los políticos antes de entrar en el sector privado. El problema es que luego utilizó cauces poco ortodoxos para contactar directamente a diferentes miembros del actual Ejecutivo con el fin de conseguir en plena pandemia unos créditos que aliviaran la delicada situación de la empresa, que finalmente ha quebrado. Cameron mandó mensajes de texto y correos electrónicos al actual titular Economía, Rishi Sunak, y a otros dos miembros del Gabinete, y mantuvo una reunión con el titular de Sanidad, Matt Hancock.
Cuando se convirtió en «pemier», Cameron prometió liderar una «revolución de la transparencia», argumentando incluso que un Gobierno abierto era «absolutamente fundamental para el éxito potencial de una nación en el siglo XXI». Señaló que había que regular el cabildeo porque, de otra manera, se convertiría en el «gran escándalo de Reino Unido». Lo que nunca imaginó es que fuera él quien lo protagonizaría.
El que fuera líder «tory» reconoce ahora que ha aprendido «lecciones importantes» y explica que debería haber utilizado «los canales más formales» para asegurarse de que «no hay lugar para malas interpretaciones». Sin embargo, matiza que nunca ha violado «códigos de conducta ni reglas gubernamentales».
La polémica no queda ahí. Se supone que el cuerpo de funcionariado que asesora a los Ejecutivos debe ser neutral. Pero, durante los años de Cameron, el que fuera uno de sus máximos responsables del «civil service», Bill Crothers, estuvo como asesor a tiempo parcial del Greensill Capital mientras aún estaba en Whitehall, barrio de los ministerios.
Cuando le han pedido explicaciones, Crothers ha venido a deDavid que es algo que está a la orden del día porque los funcionarios sénior pueden trabajar como asesores de empresas privadas en virtud de un acuerdo autorizado por la mismísima Oficina del Gabinete.
El actual «premier», Boris Johnson, rival de Cameron desde sus años en Eton y Oxford, se ha negado a respaldar a su viejo colega, asegurando que la investigación independiente que ha pedido tiene «carta blanca» para llegar hasta el fondo de la cuestión. Sin embargo, Johnson ha rechazado la iniciativa de la oposición laborista de crear aparte un comité parlamentario que examine los casos de cabildeo y posible tráfico de influencias entre funcionarios y miembros del Ejecutivo porque considera que «no aportaría nada bueno».
La cuestión es que el propio Johnson es también un experto en esto del arte del «lobby». Ahora se ha sabido que en junio atendió una petición del príncipe heredero de saudí, Mohamed Bin Salman, sobre una oferta que este último hizo para comprar el equipo inglés de fútbol del Newcastle United, que al final no prosperó.
Por su parte, Hancock también se enfrenta a algunas preguntas después de que haya salido a la luz que tanto él como su hermana tienen acciones en una empresa que obtuvo un contrato con el Sistema Nacional de Salud, según los rotativos locales, que estos días no paran de publicar historias que vienen a corroborar el controvertido «amiguismo» en las altas esferas. Steve Goodrich, de Transparencia Internacional Reino Unido, recalca que Westminster es de las «pocas democracias occidentales avanzadas que no tiene un registro completo de estas actividades de cabildeo, uno que cubra a todos, desde consultores hasta aquellos que trabajan internamente,
Reino Unido es una de las pocas democracias que no dispone de un registro sobre las actividades de cabildeo y asesoramiento
con información clara sobre quién está tratando de influir en quién, qué y cuándo».
Diferentes comités parlamentarios han abierto su propia investigación y han llamado a declarar a los afectados, Cameron incluido. El Comité Asesor de Nombramientos Empresariales ha pedido también explicaciones a la Oficina del Gabinete.