Derechos humanos, una lucha que no acabará nunca
El profesor Eric D. Weitz investiga su historia en un gran libro, pero que al final deja a los lectores un sabor desolador y amargo
Eric D. Weitz, profesor en el City College de la CUNY, tras su éxito con« La Alemania deWeimar.P re sagioy tragedia »( Turner ,2019) nos brinda ahora «Un mundo dividido. La lucha global por los Derechos Humanos», donde expone los orígenes de ese empeño, «su evolución y los significados que han ido adquiriendo desde el siglo XIX», para lo que desarrolla «una serie de casos particulares que se han dado en diferentes lugares, que abarcan sistemas políticos y económicos diversos: república, imperio, esclavitud, socialismo, colonialismo, comunismo…».
No es una exposición sencilla porque poseemos derechos humanos como ciudadanos nacionales, por tanto, comienza por determinar quiénes constituyen una nación, de donde surge «la riqueción za y la creatividad que han definido la historia de los derechos humanos desde finales del siglo XIX hasta hoy». Pese a su complejidad, la obra está bien contada y no es una historia complaciente sino crítica, cuando no ácida, por las limitaciones de derechos y ante la gran paradoja de que «los Estados nación crean para algunos al tiempo que excluyen a otros, a veces brutalmente».
Propiedad de los ciudadanos
Y más paradójico: en la firma de su aprobación por las Naciones Unidas en 1945, quedaba claro que son patrimonio de las personas, ciudadanas de una nao nao no. Y se recuerda que estos derechos, originalmente políticos, fueron ampliados por la ONU en 1966 a los económicos, sociales y culturales.
Imposible enumerar la rica casuística manejada, pero es útil señalar que no se trata de una obra reservada a la generalidad de quienes disfrutan estos derechos, sino, por el contrario, una casuística universal protagonizada por quienes los han conquistado y los que carecen de ellos. Mencionaremos uno de estos asuntos porque suele figurar casi a diario en nuestros informativos: el conflicto palestino-israelí. Por más que Weitz se retuerza buscando equilibrios, es imposible encontrarlos si se considera la génesis del problema: ¿qué derechos tenían unos y otros en la Palestina otomana anterior al Mandato británico (1920) y cuáles son los actuales? Pese a la amargura que transpira, al final es una historia esperanzadora porque la Declaración Universal de los Derechos Humanos permite «forjar nuestra vida y la sociedad a la que pertenecemos. Los derechos nos ayudan a ser plenamente humanos» y son «nuestra mayor esperanza y el mejor instrumento para construir el futuro».
▲ Lo mejor
La brillante exposición que realiza este historiador de una casuística muy bien elegida
▼ Lo peor
Solamente nos queda llorar ante multitud de casos, como los pueblos que han sido desplazados