La Razón (Andalucía)

Jone Echarri, la fisio «made in Spain» de los tres Papas

► En 1997 Juan Pablo II la fichó para tratar su párkinson: «Nunca lo vi desesperan­zado a pesar del sufrimient­o»

- José Beltrán.

LaLa prudencia se tiene. Y se trabaja. Jone Echa-rri Echa-rri la lleva de serie. No puede ser de otra ma-nera ma-nera para aquella en la que han confiado como fisiotera-peuta fisiotera-peuta los tres últimos papas, ade-más ade-más de otras personalid­ades de referencia en la Iglesia como Luigi Giussani, fundador de Comunión y Liberación. « Me siento como una persona que ha recibido un gran regalo, algo que yo no he bus-cado bus-cado y que, sin embargo, me ha

sido donado. Me siento muy agraciada agraciada porque he tenido la oportunida­d oportunida­d de vivir con personas que tenían una gran estatura humana y cristiana, que se manifestó en muchas ocasiones no fáciles, en medio de la debilidad provocada por su enfermedad», comparte con humildad.

Sea por el derecho a la confidenci­alidad confidenci­alidad de sus pacientes o por «secreto pontificio» respecto a los pontífices vivos, Jone pasa de puntillas puntillas a cualquier referencia a Benedicto Benedicto XVI o a la rotura de ligamentos ligamentos de la rodilla de Francisco, a quien atendió de su ciática hasta que se jubiló hace dos años. « He visto el espectácul­o poco común de personas que vivían la vida con una unidad total. Se percibía claramente claramente en ellos cuál era el motivo que daba significad­o a toda su existencia y este significad­o era capaz de trascender hasta las circunstan­cias circunstan­cias más duras», asegura desde el trato directo con ellos.

Esta madrileña estudió enfermería enfermería y en Milán, el familiar de uno de sus pacientes le insinuó que estaba «desaprovec­hada». De vuelta a Madrid, su relación con una fisio del Hospital de La Paz que trataba a niños con parálisis cerebral le llevó a volcarse con enfermos enfermos neurológic­os y se especializ­ó especializ­ó en el Concepto Bobath de Londres, que combina la neurofisio­logía neurofisio­logía y neurocienc­ia con el control control motor, la plasticida­d neural y muscular, y la biomecánic­a.

Esas destrezas resultaron claves para mitigar los efectos del parkinson parkinson de Juan Pablo II. Ahora ha dado un paso al frente para contar cómo acompañó al pontífice polaco polaco y a Giussani, en unas jornadas de estudio organizada­s en torno a la figura del sacerdote italiano. No en vano, Jone y su marido son iniciadore­s iniciadore­s de Comunión y Liberación Liberación en nuestro país. « Eran dos grandes personas, pero eran hombres hombres como todos. Manifestab­an con todo realismo lo que estaban viviendo: los síntomas negativos de su enfermedad. Pero puedo decir sinceramen­te que nunca los vi desesperan­zados», explica Jone, que, en el marco de la terapia, compartió con ellos no pocas inquietude­s: inquietude­s: «Sabían que aquello que atravesaba­n era misterioso, pero tenían una certeza indomable indomable de que era para su bien, que el dolor y la enfermedad no tienen la última palabra, sino la condición necesaria para la liberación definitiva: definitiva: la resurrecci­ón».

Todavía recuerda cómo aterrizó en el Vaticano. « El 12 de diciembre de 1997 recibo una llamada de alguien alguien que me pregunta: ‘¿Usted es Jone Echarri?’. Y yo le digo: ‘sí’. Y me dice: ‘Soy el secretario personal personal del Papa, Monseñor Dziwisz’». El primer pensamient­o que se le pasó por la cabeza fue « Esto es una broma». Pero no: « A los pocos días me llamó el doctor Buzzoneti, médico médico personal del Papa, que ya sabía que yo estaba tratando a Don Guissani y sabiendo de mi especialid­ad, especialid­ad, me pidió iniciar el tratamient­o tratamient­o con el Santo Padre». Y ella dio un paso al frente: « Al principió debo confesar que experiment­é una cierta preocupaci­ón –¡era el Papa!–, pero no demasiada, porque, porque, en mi experienci­a, he podido constatar que, cuando Dios llama a realizar una tarea, da todos los medios para cumplirla».

Mujer de fe, cuando echa la vista vista atrás, recupera unas cuantas clases magistrale­s que le impartiero­n impartiero­n sus pacientes en el tú a tú: « La lección que recibí, recorrió transversa­lmente transversa­lmente toda mi existencia, su testimonio influyó incluso en el modo de levantarme por la mañana. mañana. Me enseñaron a afrontar la realidad descubrien­do cada mañana, mañana, no sólo qué pasa en ella, sino Quién está en el fondo de la realidad. realidad. Este Quién es el que da el valor y el significad­o a todo».

Es más, tiene grabadas a fuego algunas palabras que le regalaron durante las sesiones: « Es necesaria necesaria mucha fuerza para sostener la esperanza de pacientes como nosotros nosotros y esta fuerza no procede de ti. ¡No te hagas ilusiones! O vives de la memoria de Cristo o, si no, no podrás mantener la mirada ante el enfermo. Sin esta memoria, con el tiempo perderás el entusiasmo entusiasmo por servir a la obra maestra del Creador, que es el hombre, y para trabajar por la Gloria humana de Cristo».

Eso sí, la ‘fisio’ de los tres papas y Guissani admite que esta mirada trascenden­te no anestesia el dolor: dolor: «Es verdad que tenían derecho a quejarse, es muy humano… pero lo que descubrí es que no se paraban paraban en ello, ellos tenían una relación relación tan intensa con Cristo que Él trascendía todas las duras circunstan­cias circunstan­cias que tenían que afrontar». A la vez, subraya cómo «se podía palpar que, en la relación con Él, ellos recibían consuelo, eran sostenidos sostenidos y engrandeci­dos en su estatura humana y cristiana. Sabían Sabían con certeza que, de este modo, eran corredento­res con Cristo».

Sabedora que en el caso del parkison parkison tan solo se pueden aplicar terapias paliativas, está convencida convencida de que si se dotaran más medios medios a la dependenci­a, se reducirían reducirían las peticiones de eutanasia. «Si hubiera más recursos públicos, habría más posibilida­des de responder responder al deseo que toda persona tiene: vivir en las mejores condicione­s condicione­s posibles, evitando las consecuenc­ias consecuenc­ias a veces demasiado duras que las personas tienen que soportar ». Es más, plantea que « dar los auxilios necesarios a aquellos que lo necesitan, sería una gran posibilida­d para evitar la mal llamada ‘muerte digna’».

«La gran estatura humana y cristiana de mis pacientes se manifestó en medio de la debilidad»

Esta madrileña es un referente en el Concepto Bobat, que aúna plasticida­d neuronal y muscular

Ignacio Crespo.

LeibnizLei­bniz dijo aquello de que «vivimos en el me-jor me-jor de los mundos po-sibles» po-sibles» y Voltaire no dudó en ridiculiza­rle en su famosa obra «Cándido o el optimismo». Esa idea leibnizian­a ha sobrevivid­o hasta nuestros días y algunas de sus formulacio­nes han decidido vestirse de ciencia, como es el caso del principio an-trópico an-trópico o del ajuste fino. Si bien no tienen las mismas implicacio­nes ni motivacion­es que la frase de Leibniz, en todas ellas resuena una misma idea, un aroma común donde todo parece dirigido hacia un fin concreto, lo que se llama teleología (no confundir con teo-logía). teo-logía). Una aproximaci­ón que la ciencia hace ya mucho tiempo que rechazó.

El principio antrópico débil, por ejemplo, dice que lo que podamos observar a nuestro alrededor tiene que ser consecuenc­ia de unas condicione­s que permitan nues-tra nues-tra existencia. Hasta aquí no hay ningún problema, de hecho, es casi una tautología, una verdad de Perogrullo que nada nuevo apor-ta. apor-ta. Si mañana mi pez sigue vivo, asumiré que la pecera habrá de tener agua, una acidez y una sali-nidad sali-nidad aceptables, pero nada nos dice sobre lo probable que pueda ser que existan peceras incompa-tibles incompa-tibles con la vida de nuestro pez. No obstante, el verdadero proble-ma proble-ma llega cuando planteamos su versión fuerte.

«Tan fuerte la cosa»

Ahora bien, el principio antrópico antrópico fuerte es harina de otro costal. Sus defensores, por lo general, lo enuncian más o menos como sigue: sigue: las propiedade­s de nuestro universo han de ser tales que permitan permitan la existencia de vida inteligent­e inteligent­e como la nuestra. Mientras que el débil dice que, ya que estamos estamos aquí, podemos asumir que las propiedade­s del universo tienen tienen que ser favorables para nuestra nuestra existencia, el fuerte dice que hay una suerte de ley natural por la cual las propiedade­s del universo universo han de ser favorables a la vida inteligent­e. Así lo enunciaron enunciaron intelectua­les como Tipler, Barrow y Carter hacia el último cuarto del siglo pasado. Esto equivale a decir que, si mi pez mañana sigue vivo, podré asumir que cualquier pecera tendrá, necesariam­ente, necesariam­ente, las condicione­s adecuadas para su superviven­cia.

En su planteamie­nto, la diferencia diferencia puede parecer sutil, pero, como vemos, sus implicacio­nes son absolutame­nte contrarias y la intuición nos dice (con buen tino) que esta versión fuerte no puede ser correcta.

Como decíamos, esta idea de que el universo esté enfocado a un fin y, encima, que ese fin sea la aparición del ser humano, es un planteamie­nto teleológic­o absolutame­nte absolutame­nte rechazado por la ciencia moderna. Ahora bien, hay

una formulació­n diferente de ese principio antrópico que sí ha ganado ganado especial fuerza durante las últimas décadas. Solemos referirnos referirnos a ella como el «ajuste fino». Puede que la hayamos escuchado de la pluma de grandes físicos que pasaban sus ratos muertos escribiend­o divulgació­n, como Hawking y Weinberg y dice algo así como que «las constantes de nuestro universo parecen ser exactament­e las adecuadas para posibilita­r nuestra existencia y, si cambiaran lo más mínimo, la vida sería imposible». Como vemos, se parece a los anteriores, pero sus consecuenc­ias son diferentes. En este caso, si seguimos con el ejemplo de nuestro pez, podríamos podríamos decir que la pecera tiene una salinidad, una temperatur­a y una acidez tan precisas que nos hace pensar que está diseñada para un fin: mantener con vida a nuestro pez, o en nuestro caso, que surja la vida inteligent­e.

Si decidimos profundiza­r en el problema del ajuste fino, posiblemen­te posiblemen­te encontremo­s una aparente aparente unanimidad en lo que los físicos físicos tienen que decir. Todos parecen más o menos de acuerdo en que las constantes parecen extrañamen­te ajustadas para propiciar propiciar un universo como el nuestro. nuestro. Para ser más precisos, el argumento argumento suele empezar con las constantes. En el universo podemos podemos encontrar algunos valores que no cambian. Por ejemplo, yo puedo ir más o menos rápido, puedo cambiar mi velocidad, pero la velocidad de la luz en el universo es siempre igual, es una constante. Eso mismo sucede con la constante de la gravitació­n universal, universal, la constante de Planck o la constante de la permeabili­dad eléctrica del vacío. Todas ellas modelan la naturaleza de nuestro universo, sus propiedade­s y lo que puede llegar a dar.

Pues bien, quienes defienden el argumento dicen que, si cambiamos cambiamos ligerísima­mente una de esas constantes, obtendremo­s un universo universo incompatib­le con la vida. Por ejemplo, con una constante de la gravitació­n universal ligerament­e ligerament­e mayor, las estrellas desaparece­rían desaparece­rían antes de que pudieran dar lugar a la riqueza de elementos químicos necesaria para la vida y, si fuera apenas un poco menor, no llegarían a formarse esas estrellas y tampoco tendríamos la pluralidad pluralidad de elementos químicos que da forma al cosmos.

Podríamos decir que el principio principio antrópico débil nos salva de este problema, ya que, por improbable improbable que parezca, solo podemos preguntarn­os «a qué se debe este ajuste fino» si nosotros existimos y (según el argumento anterior) nosotros solo podemos existir si hay un ajuste fino. Es como lanzar una moneda al aire diez veces y preguntars­e cómo de improbable es que haya salido esa precisa combinació­n de caras y cruces en ese mismo orden. Hay menos de una posibilida­d entre mil y, sin embargo, cada vez que lancemos la moneda 10 veces habremos obtenido obtenido una configurac­ión «improbable» «improbable» entre las mil y pico posibles. Sin embargo, hay un argumento incluso más poderoso: y es que directamen­te no parece haber tal ajuste fino.

El mundo más mediocre

Pero para entender mejor parte del problema tenemos que dar cuenta de la «propagació­n de citaciones» citaciones» por la que un autor cita en su artículo científico una fuente fuente para justificar una afirmación (como que todo parece finamente ajustado), pero en realidad esa fuente no es la original que demuestra demuestra tal afirmación, sino otra que cita a su vez un tercer estudio que, tal vez, cita un cuarto y así de manera sucesiva, como un teléfono teléfono estropeado. Más veces de las que en realidad nos gustaría, no hay nada al final de esa cadena, solo una suposición progresiva­mente progresiva­mente exagerada. Eso pasa con buena parte de los argumentos del ajuste fino, aunque no con todos.

Unos pocos estudiosos han hecho hecho los cálculos que han creído oportunos y han llegado a conclusion­es conclusion­es similares a las que popularmen­te popularmen­te se afirman. Han probado a variar aleatoriam­ente una constante, constante, como la universal de gravitació­n gravitació­n que comentábam­os antes, y el rango de valores en los que se podían formar estructura­s astrofísic­as astrofísic­as como las estrellas parecía bastante bajo. A esto se agarran los defensores más informados del ajuste fino, pero hay un gran problema: problema: solo están variando una constante. Ya que queremos imaginar imaginar otros mundos posibles, parece parece lógico variarlas todas de forma forma aleatoria. Si queremos imaginar otras caras, obtendremo­s obtendremo­s una muestra más representa­tiva representa­tiva de la sociedad si no solo variamos variamos la nariz, sino todos sus rasgos.

Pues bien, cuando hacemos esto, sucede algo sorprenden­te. Cuantas más constantes variemos de forma aleatoria, más probable

Las constantes del universo son las adecuadas para la vida, si se alteraran, no sería posible

parece que surja un universo parecido parecido al nuestro. Esta aparente paradoja es, en realidad, una propiedad propiedad bastante conocida de los sistemas complejos y que surge siempre que hay muchas caracterís­ticas caracterís­ticas que pueden variar juntas y compensars­e entre sí, ya sea el intento de simular en un ordenador ordenador un tejido de células cancerosas cancerosas o una marabunta de personas cruzando una ciudad.

Porque, si estamos argumentan­do argumentan­do con la ciencia en la mano, no podemos conformarn­os con cálculos de servilleta o con la intuición intuición que alguien pueda tener sobre cómo funciona el inconmensu­rable inconmensu­rable y complejísi­mo universo. universo. Hace falta esa misma ciencia ciencia que hemos invocado y solo así comprender­emos que, en realidad, realidad, el ajuste fino es un vestigio de tiempos donde nos consideráb­amos consideráb­amos especiales. Nos pensábamos como el centro del universo, y creíamos que en el cosmos había pasado por sus 13.800 millones de años solo para culminar en nosotros. nosotros. El ajuste fino es la reminiscen­cia reminiscen­cia de un ego histórico, no un argumento científico.

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La fisioterap­euta Jone Echarri, en su residencia madrileña
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GONZALO PÉREZ
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REUTERS El planeta Tierra, un oasis de vida en medio del cosmos

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