El coraje de construir la paz
Antonio Pelayo
EnEn la barahúnda de noti-cias noti-cias verdaderas o falsas sobre la guerra en Ucra-nia Ucra-nia no resulta fácil adi-vinar adi-vinar donde están la verdad o la mentira. Una sola voz ha sido coherente en esta triste historia: la del Papa Francisco, que acaba de publicar un libro titulado «Contra la guerra. El coraje de construir la paz». Es una recapi-tulación recapi-tulación de cuanto ha escrito y dicho Bergoglio estos años al filo de la actualidad, dividida en cin-co cin-co capítulos: trabajemos por la paz, una cultura de la muerte, paz y fraternidad un camino po-sible, po-sible, un mundo mejor, invocar.
«El odio, antes de que sea de-masiado de-masiado tarde hay que extirpar-lo extirpar-lo de los corazones. Y para hacer-lo hacer-lo es necesario el diálogo, la negociación, la escucha, la capa-cidad capa-cidad de creatividad diplomáti-ca, diplomáti-ca, una política capaz de cons-truir cons-truir un nuevo sistema de convivencia que no se base más sobre las armas, sobre el poder de las armas como disuasivo». Porque, según el Papa, el conflic-to conflic-to en Ucrania es la enésima bar-barie, bar-barie, pero la humanidad olvida fácilmente los horrores de las guerras. «Si recordásemos lo que nos han contado nuestros pa-dres pa-dres y abuelos nos daríamos cuenta de que necesitamos la paz como nuestros pulmones necesitan el oxígeno».
Bergoglio recuerda, por ejem-plo, ejem-plo, la hecatombe que produje-ron produje-ron las bombas atómicas volca-das volca-das sobre Hiroshima y Nagasaki y se pregunta: «¿Quién podría imaginar que el espectro de una guerra nuclear se asomaría en Europa? Poco a poco el mundo corre el riesgo de convertirse en el teatro de una tercera Guerra mundial a la que nos acercamos como si fuese ineluctable. Pero tenemos que repetir con fuerza: No, la guerra no es ineluctable».
No falta en el libro una durísi-ma durísi-ma condena de la construcción, posesión y uso de armas cada vez más mortíferas. Para parar las guerras hay que dejar de alimen-tarlas alimen-tarlas y quien dispone de armas acaba por usarlas.