La Razón (Andalucía)

Eliminar el gluten no mejora la fibromialg­ia

► Los expertos alertan de que no hay evidencia científica detrás de esta moda y apuestan por la dieta mediterrán­ea frente al dolor

- Raquel Bonilla.

A las puertas del Día Mundial de la Fibromialg­ia, que se celebra el 12 de mayo, esta enfermedad crónica sigue rodeada de numerosos mitos sobre el papel de la alimentaci­ón en su abordaje. Aunque desconocid­a, desconocid­a, «se trata de una patología muy común, pues su prevalenci­a entre los mayores de 18 años en nuestro país es del 2,5%, con nueve veces más de mujeres que de hombres. Puede afectar a cualquier edad, incluidos niños, adolescent­es y mayores, aunque la edad promedio promedio es aproximada­mente de unos 47 años», detalla Javier Rivera, portavoz portavoz de la Sociedad Española de Reumatolog­ía (SER).

Bajo ese paraguas, llevar una dieta dieta adecuada se convierte en un ingredient­e imprescind­ible para mantener a raya la enfermedad: «Debe ser la más saludable posible e incorporar­se de una manera regular, regular, es decir, no como si se tratara de una medida terapéutic­a que se aplica temporalme­nte», advierte Rivera. En ese contexto entran en juego algunos mitos cada vez más extendidos que pueden resultar peligrosos: «Se ha hablado mucho en los últimos años de eliminar de la dieta algunos alimentos como el gluten o la lactosa, pero el beneficio que produce estas medidas se ha demostrado que resulta muy dudoso», dudoso», alerta Rivera. Y en esta misma misma línea se posiciona Mónica Herrero, Herrero, miembro del Consejo General de Colegios Oficiales de Dietistas-Nutricioni­stas, quien insiste insiste en que «las personas que son celiacas y padecen fibromialg­ia mejoran su sintomatol­ogía descartand­o descartand­o el gluten, pero para quienes no lo son, no podemos decir que obtengan ese beneficio, aunque se está estudiando».

Con frecuencia, a los pacientes con fibromialg­ia se les diagnostic­an alergias alimentari­as y se eliminan de su menú alimentos imprescind­ibles imprescind­ibles para una dieta equilibrad­a. «Hay que explicar que el estudio de una posible alergia debe realizarse siempre por profesiona­les especializ­ados especializ­ados y que los test que pueden obtenerse en los comercios son de poca calidad y no ofrecen las mejores mejores garantías», advierte el portavoz de la SER. Tal y como recuerda el reumatólog­o, «muchos de los pacientes pacientes con fibromialg­ia reciben vitaminas de todo tipo, oligoeleme­ntos, oligoeleme­ntos, determinad­os aceites, aminoácido­s, aminoácido­s, enzimas o precursore­s, sin que exista ninguna evidencia de que lo necesiten. Aunque la mayoría de estos productos carecen de efectos efectos secundario­s, estos afectados están polimedica­dos y añadir innecesari­amente innecesari­amente más productos a los que ya toman contribuye a incrementa­r incrementa­r la ansiedad y la preocupaci­ón preocupaci­ón con la que viven su enfermedad. enfermedad. Además, no existe una buena evidencia científica que avale el uso de cualquiera de estas medidas».

Aunque el abordaje de la fibromialg­ia fibromialg­ia tiene que ser multidisci­plinar, multidisci­plinar, «el asesoramie­nto nutriciona­l, por el momento, no está contemplad­o contemplad­o en los protocolos, salvo algunas algunas pinceladas, a pesar de que la alimentaci­ón es algo fundamenta­l para nuestra salud», lamenta Herrero. Herrero. Y es que en numerosos estudios se ha observado que «en esta patología patología se sufren alteracion­es metabólica­s, metabólica­s, elevando el estrés oxidativo y un estado de inflamació­n crónico, así como alteracion­es a nivel de la función gastrointe­stinal e incluso de la microbiota. Por todo ello, la alimentaci­ón alimentaci­ón es un aliado más para combatir los síntomas y disminuir los riegos de dichos problemas», asegura Herrero.

Llevado a la práctica, el menú más recomendab­le para combatir el dolor dolor y las molestias de la fibromialg­ia es aqieñ qie cuente con «alimentos con potencia antiinflam­atoria, riqueza riqueza en nutrientes y antioxidan­tes. En este sentido podríamos hablar de una adaptación de la dieta mediterrán­ea: mediterrán­ea: tomar cinco raciones de frutas y verduras al día; cereales integrales; integrales; derivados de fermentado­s como yogures, uno cada día, así como lácteos; legumbres, pescado azul, pequeñas cantidades de frutos secos y semillas todas las semanas, así como carne, pero en cantidades moderadas. Sin olvidar beber suficiente suficiente agua, hacer ejercicio a diario y controlar el estrés», aconseja Herrero, Herrero, quien insiste en que es imprescind­ible imprescind­ible «evitar el alcohol, la bollería, los precocinad­os, grasas saturadas, deshidroge­nadas como los aceite de palma y coco, ya que provocan más inflamació­n y mayor dolor».

No tomar lactosa para frenar el dolor es otro mito cada vez más extendido, pero sin fundamento

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Las mujeres son más propensas a sufrir esta enfermedad crónica

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