Cuando más necesitamos a los que escriben lo que piensan
«No pierde la Prensa rosa, no se equivoquen: pierde el periodismo» «Se le echará de menos como se hace con quienes han marcado estilo»
DespedirDespedir a Jesús Ma-riñas Ma-riñas es despedir, vaya faena, a un esti-lo esti-lo de hacer Prensa rosa, lenguaraz e in-solente in-solente pero honesto, que digni-ficaba digni-ficaba un oficio que ya se han encargado otros de desprestigiar y que no anda precisamente so-brado so-brado ni de talento ni de pundo-nor. pundo-nor. Que Camilo José Cela le cal-zara cal-zara un leñazo es tremenda muesca en el revólver del que acu-día acu-día a darle a la tecla con el verbo afilado y desacomplejada fran-queza. fran-queza. Cuenta la historia apócrifa que tras el tiento quería el Premio Nobel lanzarlo a la piscina mien-tras mien-tras Mariñas le espetaba, y aquí viene lo grande, «joder, Camilo, bien está que me hosties, pero no que me mojes».
Qué pena que con estos mim-bres, mim-bres, lo comentamos entre negro-nis negro-nis preparados con esmero por el gran Juan de El Colmao de San Andrés de Valladolid, porque ese irse nos ha pillado recibiendo el verano a puerta gayola y constatando constatando que antes el ocio era cosa seria, se recuerde más aquel «que te calles, Karmele» o la desbandada desbandada airada, al grito de «sois gentuza», gentuza», de la hija, una de ellas, de la Preysler. Porque entonces los famosos famosos eran famosos, nos decimos, decimos, no popularcillos como ahora, ahora, y no salía cualquiera en la portada del «¡Hola!», ni a la televisión televisión iban pelafustanes a contar sus miserias o lanzarle a alguien un vaso de agua a la cara. La prehistoria prehistoria de la casquería cardíaca le pilló a Mariñas con camisa floreada, floreada, en provincias y con la mala leche en su punto. Con ese repartir repartir estopa a diestro y siniestro, allá y acullá, sin distinciones ni servidumbres, servidumbres, le tenía que haber pillado pillado twitter con el cuerpo de «Tómbola» «Tómbola» y no pidiendo tierra. Lo que lo habría disfrutado y, más aún, lo que lo habríamos disfrutado nosotros. nosotros. Porque se va cuando más necesitados estamos de los que, como él, ni se callan ni claudican. De los que se ganan, por las mismas mismas y exactas razones, tantos amigos amigos como enemigos. Ni uno menos menos en un lado que otro ni menos entusiastas en sus afecciones.
No pierde la Prensa rosa, no se equivoquen: pierde el periodismo. periodismo. Porque en las crónicas de Jesús Jesús Mariñas había más oficio en un solo párrafo que en muchas de las deposiciones perpetradas a diario bajo amparo gremial. No doy nombres porque soy una señorita señorita y porque no tengo las gónadas gónadas de las que hacía gala el finado, finado, al que se la sudaba bastantito arrear donde más duele duele si había que contar una verdad, y más de una amenaza y de un despido se llevó como galones. Incluso Encarna Sánchez, lo contaba contaba él mismo, le encargó una paliza a domicilio.
Se le echará de menos, como solo se echa de menos a los que han marcado estilo, a los que han sido ellos mismos, a los que fueron fueron contracorriente, a los maestros. maestros. Lo único bueno, si es que hay en esto algo bueno y porque una, optimista irredenta, tiende a buscar buscar siempre lo bueno o, en su defecto, defecto, lo menos malo, es que le ahorramos el disgusto de ver la degeneración –más y absoluta– que como vidente me arriesgo a vaticinar en un género periodístico periodístico que ya parte, de salida, denostado denostado y despreciado.
Se va Mariñas. Y con él los últimos últimos vestigios de aquello que fue la Prensa rosa, cuando abrir las revistas del corazón era soñar con otras vidas, unas a las que no se podía, por lejanas e idealizadas, aspirar. Nos deja con el pecio de aquello a nuestros pies. A ver qué hacemos.