Mangantes y felones
ElEl mensaje que el Go-bierno Go-bierno ha lanzado con la destitución de Paz Esteban es descorazo-nador. descorazo-nador. Viene a decir que, en Es-paña Es-paña actualmente, los gober-nantes gober-nantes castigan a aquellos funcionarios que cumplen su trabajo. Cómo Pedro Sánchez todavía no ha sido capaz de ex-plicarnos ex-plicarnos de una manera clara y concreta qué se le reprocha exactamente a la exdirectora del CNI, todo su juego ha quedado al descubierto. El intercambio de cromos con Aragonés ha sido tan evidente que puede decirse que Sánchez está acabado de cara a la opinión pública. Lo de-lataba de-lataba el destemple con el que respondía en la comparecencia de ayer. Quería impostar aplo-mo, aplo-mo, pero terminaba recurriendo a hablar de hace cuatro, cuaren-ta cuaren-ta o, incluso, cuatrocientos años, con tal de escurrir el bulto y no tener que entrar en lo que él hizo anteayer mismo. Era cómico verlo recurrir a términos de aquellos altisonantes, tipo man-gantes man-gantes y felones, para descalifi-car descalifi-car a sus oponentes. La expe-riencia expe-riencia parlamentaria nos dice que ve su fin cercano.
Puede decirse que, aunque no lo parezca, estamos ya en cam-paña cam-paña electoral. Va a ser larga, sórdida y llena de los errores pro-pios pro-pios de quien se siente desahu-ciado. desahu-ciado. Para mendigar unos mi-nutos mi-nutos más antes del KO, se venderá y desmantelará todo lo que esté al alcance. Lo peor es que se movilizará todo ese sór-dido sór-dido submundo de tertulianos mediáticos que andan un poco mal de los nervios. Pero ya no hay remedio. Han cometido la grandísima equivocación de dar a entender que patrocinaban el castigo a gente que ha hecho seriamente su trabajo, a la vez que protegían a gente de con-ducta con-ducta discutible que debería ser investigada. Eso les coloca a dos pulgadas de defender la impu-nidad. impu-nidad. Al negarse a dimitir, Este-ban Este-ban le ha hecho un soberbio ja-que ja-que al presidente. Lo ha colocado en los terrenos de lo indefendible. Pero el mate tar-dará tar-dará en llegar. Aunque, eso sí, ya de una manera ineluctable.