España, un país libre de cazas de brujas
El estudioso Diego Valor continúa su investigación sobre el pasado de la brujería en la Península con dos nuevos títulos
Diego Valor se ha marcado una empresa: investigar la historia de la brujería en toda España. De Toledo Toledo y Madrid a Galicia, Murcia, a cualquier rincón en el que quede constancia de cómo vivían estos hechiceros, hablar de lo que hacían, hacían, cómo funcionaban y vivían; además de las diferencias entre unos y otros lugares. Pero no lo hace desde el esoterismo, sino con un planteamiento general científico, científico, «de antropología social. La descripción descripción como científico del fenómeno fenómeno social», puntualiza sobre un estudio que busca la normalización normalización de un trabajo muy peculiar: «Tenemos una visión romántica que nos cuenta que eran personas aisladas», pero lo que viene a demostrar demostrar el autor es que no, sino que «vivían con el resto de la población y que la gente iba a verlos en busca de amor o fortuna o porque tenían alguna duda».
Valor aleja, en parte, la brujería de la figura del demonio: « No siempre está asociada. Algunas personas sí hicieron pactos con el diablo, pero otras muchas no. Realizaban Realizaban labores de curanderas, de fisios, o praticaban medicina convencional». convencional». Sí aparece el demonio con más frecuencia en Galicia con los aquelarres, recogido en el título título que se publicó el año pasado, « La profesión de las meigas: la brujería a la luz de documentos inéditos de la Inquisición» (Cydonia), (Cydonia), pero no es tan habitual en los dos nuevos volúmenes que ha lanzado lanzado el escritor: «200 casos de brujería» brujería» (Universo Oculto) y « Magia y hechizos en Murcia» (ediciones Matrioska y cuya portada es obra de Yolanda Moreno). Otra de las características que ha observado Valor en su investigación es que las élites sociales también practicaban practicaban la brujería, cuenta: « Brujas y brujos eran personas, principalmente, principalmente, de clase social baja, individuos individuos con pocos recursos, pero eso no significa que las élite no se interesasen. interesasen. La brujería y la alquimia siempre ha acompañado a los hombres».
Así se demuestra en el capítulo que «200 casos...» dedica concretamente concretamente a la nigromancia, donde se muestra una magia «especial», como la define, en la que los que se dedican a ella son intelectuales con conocimientos de astrología y de cartas astrales, e incluso con un pasado en la universidad. De la brujería no se libraron ni en la casa del Duque de Alba del siglo XVI ni algún ministro de Felipe IV, que montó un convento con monjas «endemoniadas» que pronosticaban pronosticaban el fututo: « Fue un escándalo mayúsculo», añade el autor de un proceso que acabó llegando hasta a Roma, «aunque finalmente quedó quedó en nada», confiesa el autor.
Otro de los aspectos que llama la atención del estudio de Diego Valor es la relación entre la brujería brujería y el Tribunal de la Inquisición, en el que el experto apunta que el Santo Oficio «nunca se tomó en serio este problema». De hecho, las detenciones de brujas no pasaban pasaban de «una o dos al año». « La Inquisición pensaban que todo ello era cosa de la ignorancia». Además, estas obras también trazan trazan el paralelismo con Europa, donde sí existió «un genocidio». «Si en España murieron 50 mujeres, mujeres, en el resto del continente fueron fueron 60.000 las acusadas de brujería. brujería. Aquí no existió la caza de brujas. La imagen de la hoguera es falsa. La Leyenda Negra se viene abajo en este punto porque no existió la persecución».