La Razón (Andalucía)

Ucrania en tablas

- Manuel Coma Manuel Coma

LaLa guerra de Ucrania parece haber entrado o estar a punto de entrar en lo que en el lenguaje del ajedrez se llama «tablas». Una situación que lleva a una guerra de desgaste y fa-vorece, fa-vorece, pero sólo a la larga, a quien tenga ma-yor ma-yor resistenci­a. Rusia avanza aldea a aldea, casi metro a metro, en las dos provincias del Este, en la región de Donbás, donde había alimen-tado alimen-tado la guerra desde el 2014, cuando se anexio-nó anexio-nó Crimea, que reconoció como independie­n-tes independie­n-tes justo antes de la invasión y que ahora se dispone, junto con territorio­s del Sur, a hacer propios, como su botín de guerra e instrumen-to instrumen-to de posterior estrangula­ción de lo que quede de Ucrania. Las fuerzas de Kiev/Kyiv reducen al mínimo el avance ruso, le vetan cualquier brillante hazaña bélica que exhibir y han ex-pulsado ex-pulsado al enemigo del entorno de Járkov, la segunda ciudad rusa, casi tan arrasada como Mariúpol, aliviándol­a de la implacable artille-ría artille-ría rusa, que ha tenido que retroceder hasta su cercana frontera.

Desde hace algunos días, el número de re-fugiados re-fugiados que siguen saliendo del país está igualando al de los que retornan a zonas libe-radas, libe-radas, que de vez en cuando son objeto de un bombardeo por un misil de larga distancia, como la capital o Lviv, disparado desde la flo-ta flo-ta del Mar Negro. Pero los desplazado­s, dentro y fuera, se acercan a los 20 millones, casi la mitad de la población y muchos se han que-dado que-dado sin casa a la que regresar, sin trabajos a los que volver y sin seres queridos con los que encontrars­e.

En esas condicione­s ¿a quién, a falta de resultados resultados mejores, le puede interesar más ese estancamie­nto en las zonas de combate? Los ucranianos tienen motivos para pensar que si siguen recibiendo el armamento que necesitan necesitan y ayuda económica y humanitari­a para hacer frente a su ruina, llevan las de ganar. Su problema es que necesitan una victoria rápida o en el peor de los casos una parálisis con poco desgaste, pero un eclipse mediático de la guerra guerra puede serlo también de la ayuda y puede llevarlos a la extenuació­n.

Putin tampoco las tiene todas consigo. Las enormes deficienci­as de su ejército, de las que él no era consciente, pero que a los organismos de inteligenc­ia occidental­es, vulgo espionaje, también les habían pasado muy desapercib­idas, desapercib­idas, ahora está comproband­o que no son nada fáciles de reparar, mientras que las sanciones económicas pueden erosionar su capacidad de resistenci­a, y los superestim­ulantes patriótico­s patriótico­s que suministra a sus conciudada­nos, adobados con colosales embustes, como la operación semántica por la que «nazi» significa significa «ucraniano que se niega a considerar­se ruso», lo que incluye, con agravantes, a la mayoría mayoría de rusos «étnicos» ucranianos, perfectame­nte perfectame­nte bilingües, como el mismo presidente Zelenski, rusoparlan­te y judío de nacimiento, con un buen número de familiares directos, judíos, muertos en la Segunda GM luchando contra los nazis de verdad, que causaron ocho millones de víctimas mortales en el país, que sirvió, no poco, de escudo de la madre Rusia. Sin olvidar que la eminenteme­nte defensiva OTAN es presentada como las hordas mongolas mongolas de Gengis Kan, ávidas por tragarse a Rusia, sólo que esta vez atacando desde Occidente.

En estas condicione­s Putin puede abrigar dudas respecto al largo plazo y preferir proclamar proclamar victoria y arramblar con lo que pueda. El mando ucraniano ha decidido ahorrar a sus héroes una angustiosa muerte en el bastión de la intrincada acería de Mariúpol, entregando a los heridos, en la espera de un intercambi­o de prisionero­s, que puede que se revele imposible, imposible, porque Moscú no va a negociar con nazis nazis y Rusia no se ha distinguid­o históricam­ente históricam­ente por su compasión respecto a sus propios soldados o civiles. Así, por ejemplo, la implacable implacable estrategia de tierra calcinada ante el avance napoleónic­o. Los franceses no encontraba­n encontraba­n aprovision­amientos y los mujiks tampoco. tampoco.

Con vistas a un desenlace rápido, la gente de Putin ya está organizand­o como parte de Rusia el gobierno de los territorio­s del este y del Sur que ocupan militarmen­te. Quizás, en último término, viéndose obligados a renunciar renunciar a la codiciada Odesa, con mucho el principal principal puerto de relación comercial de Ucrania con el mundo, salida de la casi totalidad de sus exportacio­nes y tercera ciudad del país, puerto puerto que pondría al alcance de la mano a la pequeña pequeña república exsoviétic­a de Moldova, de idioma rumano, por la que Moscú ha dejado ya atisbar sus apetencias, y dejaría a Ucrania bloqueada, sin salida al mar. Así la irreconstr­uible irreconstr­uible Mariúpol se convertirí­a en ciudad turística, turística, quizás para explotar el encanto de sus escombros y ya hay planes para utilizar la central central nuclear de Zaporiya, incluso para vender electricid­ad al despojado enemigo ucraniano. ucraniano.

La urgencia consiste en que los procesos podrían invertirse. La rápida anexión estaría destinada a precipitar el fin de la guerra y no al revés, porque convertida­s las zonas ocupadas ocupadas en parte de Rusia, las insistente­s invocacion­es invocacion­es del arma nuclear en boca de Putin y sus adláteres encontrarí­an una apariencia de legitimaci­ón legitimaci­ón en la doctrina rusa al respecto: las armas nucleares tácticas o de combate pueden ser usadas en defensa de la patria. Y eso sí que es oficial y público. (UNED). GEES

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