La Razón (Andalucía)

Europa muestra sus enfermedad­es en Cannes

► En «RMN», Mungiu disecciona las enfermedad­es mortales del continente

- Sergi Sánchez. CANNES

« RMN» son las siglas de « Resonancia Resonancia Magnética Nuclear». Matthias Matthias observa fascinado las imágenes imágenes de la resonancia de su padre en el móvil, como si en ellas pudiera leer los signos de su enfermedad neurológic­a. El rumano rumano Cristian Mungiu hace lo mismo con los habitantes de un pueblo de Transilvan­ia para diagnostic­ar, ampliando su ángulo ángulo de visión, una de las enfermedad­es enfermedad­es mortales de la Europa contemporá­nea: el virulento racismo racismo como metástasis social y moral, la intoleranc­ia hacia los emigrantes extracomun­itarios, la ideología de la extrema derecha derecha pudriendo las células de un cuerpo agonizante. La xenofobia, xenofobia, nos cuenta Mungiu, es una reacción en cadena: en Alemania, Alemania, Matthias es «un gitano»; en Rumanía, los trabajador­es eventuales eventuales de Sri Lanka en una fábrica fábrica de pan, que se quedan con el empleo que los locales rechazan, son víctimas de un linchamien­to público. Mungiu invierte la primera primera parte de la película en construir un fuerte sentimient­o de comunidad a través de dos personajes, el citado Matthias y Ana, su ex amante, cuyas derivas y encuentros empiezan a sugerir la división en dos bandos que cristaliza­rá cuando el conflicto racista evoque la « Furia» de Fritz Fritz Lang. La larga secuencia de la asamblea en el centro cultural nos recuerda la maestría del Mungiu de «4 meses, 3 semanas, 2 días» (Palma de oro en 2007) para crear tensión en plano fijo, pero, en general, el mensaje del filme está en exceso enfatizado. Eventos puntuales –un niño que se ha quedado mudo, las explosione­s explosione­s de rabia de Matthias y su expresión adusta, un suicidio– crean círculos concéntric­os de mal rollo que confluyen en una previsible catarsis colectiva que se ve venir.

La catarsis de Desplechin

De catarsis sabe mucho Arnaud Desplechin. Cuando uno decide empezar «Frére et Soeur» con un hermano ( terrible Melvin Poupaud) que prohíbe a su hermana hermana (Marion Cotillard) asistir al velatorio de su hijo de seis años, y con un (implausibl­e) accidente de tráfico, sabe a lo que se expone: de ahí solo se puede ir hacia abajo. abajo. Si las mejores películas de Desplechin Desplechin («Rey y reina», «Un cuento cuento de Navidad»), con la que «Frère et Soeur» quiere compartir una cierta celebració­n de lo irracional y lo impulsivo como respuesta a los vaivenes emocionale­s de la vida, eran, en el fondo, puestas en escena del amor incondicio­nal, aquí solo hay odio. Un odio que es un agujero negro narrativo que lo engulle todo: las relaciones entre entre el teatro y la realidad, la familia como refugio pero también como cárcel, el ímpetu destructiv­o del narcisismo mal entendido. A Desplechin no le interesa el porqué porqué de ese odio, pero esa decisión vacía a la película de todo sentido y empatía. Lo que queda es una masa informe, pedante e insufrible, insufrible, la que es, sin duda, la peor película de su filmografí­a.

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EFE Marion Cotillard, en Cannes

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