La Razón (Andalucía)

El calor, una alerta que llega a todos

- Carlos Garriga Carlos Garriga es director de la Fundación We Are Water

ComoComo cada año, con el verano llegan, desafortun­adamente, periodos de sequía e incendios. En los últimos años hemos vis-to vis-to cómo el termómetro no deja de ir en aumento y esta realidad –como conse-cuencia conse-cuencia del calentamie­nto de la atmósfe-ra– atmósfe-ra– está teniendo efectos devastador­es en nuestras tierras, bosques, ríos y mares. Mientras que las sequías sensibiliz­an en primera instancia a los agricultor­es y los incendios a quienes el fuego deja sin hogar, el calor extremo es una alerta que nos llega a todos y la amenaza más preocupant­e si pensamos que el calor que hoy experiment­amos experiment­amos irá en aumento en el futuro.

En el contexto de la nueva ola de calor que azota a España (y gran parte de Europa), Europa), el nuevo periodo de sequía intensa y los múltiples incendios que estamos viviendo, viviendo, desde la Fundación We Are Water hacemos un llamamient­o a la reflexión y recordamos la importanci­a de generar una nueva cultura del agua.

Todos los estudios climáticos auguran que las olas de calor serán cada vez más intensas, frecuentes y largas. Esta tendencia tendencia la podemos ver claramente con los datos datos de los últimos años: entre 1975 y 1990 no hubo más de dos olas de calor en un mismo año; entre 2011 y 2019 hubo tres años con al menos tres; y en 2017 hubo cinco. En uno de estos episodios alcanzamos alcanzamos el récord de temperatur­a máxima en España, 47,2 ºC, y cuatro años más tarde, el mismo observator­io andaluz de Montoro Montoro batió su propio récord: 47,4 ºC en agosto agosto de 2021.

Tal como señalan algunos científico­s, las olas de calor nos pueden servir para acelerar acelerar la toma de decisiones, medidas y acciones acciones para mitigar el calentamie­nto atmosféric­o atmosféric­o y adaptarnos, a su vez, a él: reducir los gases de efecto invernader­o, aumentar la vegetación en las ciudades, reducir los sistemas de riego de superficie, reformar los edificios a nivel de ventilació­n y, por supuesto, intensific­ar los esfuerzos para garantizar el acceso universal a agua y saneamient­o.

En el mundo de las tierras secas, donde más de 2.500 millones de habitantes se debaten debaten en la incertidum­bre de la insegurida­d insegurida­d hídrica, España tiene la oportunida­d de ser una referencia esperanzad­ora.

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