La Razón (Andalucía)

«Quiero que en mi epitafio ponga: “Este hombre fue un payaso”»

De ruta por los festivales de teatro veraniegos con «Tartufo», el intérprete tiene su siguiente parada en Olmedo

- Pepe Viyuela Julián Herrero.

PepePepe Viyuela está de «tournée» veraniega con su « Tartufo » . Próxima parada: Cas-tilla, Cas-tilla, el festival de la Villa del Caballero, Olmedo Clási-co, Clási-co, en el patio de ese palacio que escoltan las cigüeñas y donde, por cierto, debuta como actor. «Solo he estado de espectador », apunta quien hace tiempo que no sabe lo que es un mes de relax absoluto. Suspira, coge aire y se congratula por ello: «En nuestro caso se juntan el trabajo y el placer, pero conviene que el cerebro se oxigene con un descanso». El resto de su verano se pasará entre reuniones «para ce-rrar ce-rrar películas y series», rematar un documental sobre refugiados que le acaba de llevar al campo de Gurs (Francia) en el que estuvo su abue-lo abue-lo al huir de la Guerra Civil y «4-5 días que tengo por ahí para esca-parme esca-parme de vacaciones». Por fin. Pero antes está ese Molière, en versión de Ernesto Caballero, que le llevará el 31 de julio a la Corrala Palacio del Caballero para cerrar el festival de la localidad.

¿Qué tiene el francés para estar hoy encima de las tablas?

Su universali­dad. Disecciona un alma humana que no ha cambiado desde antes de los griegos. Ves que la comedia es pertinente para contar contar la historia sin amarguras. Las carcajadas son más digeribles que la tragedia. Molière nunca viene mal para pensar y reír.

Y eso que estamos en una época de pocas risas...

Más motivo todavía. Tenemos el eco de la pandemia, la guerra, otra crisis económica... Más los problemas problemas de convivenci­a y entendimie­nto, entendimie­nto, la crispación política...

¿Entendemos realmente todos los términos de las crisis?

Entendemos de economía familiar, que está muy resentida, pero los discursos de los economista­s y de los altos poderes no los comprendem­os, comprendem­os, parecen jeroglífic­os, y es preocupant­e porque debería ser sencillo: tanto entra, tanto sale. Probableme­nte Probableme­nte haya una intenciona­lidad intenciona­lidad de oscurecer las palabras.

Aprovechan­do uno de los temas de su «Tartufo»: ¿estamos en la era de la hipocresía?

Siempre ha sido un problema, no nos fustiguemo­s ahora diciendo que es peor que nunca. El ser humano humano habitualme­nte ha utilizado las máscaras. A todo el mundo le gusta mostrar su mejor cara.

Pero no es lo mismo mostrar la «mejor cara» que tergiversa­rla.

Efectivame­nte. Hoy, en redes y en los discursos políticos no solo se camufla lo que no se quiere decir, sino que se miente.

¿Es la «posverdad» un intento de suavizar la «mentira»?

Es la época de la mentira flagrante en todos los campos.

¿La hemos normalizad­o?

Sí. La naturaliza­mos con el «todos mentimos» y va siendo hora de señalar a los mentirosos y dejarlos dejarlos solos. Cuando ya lo consideram­os consideram­os una práctica habitual entramos entramos en zona de peligro. Tics mentirosos los tenemos todos, pero hay un punto en el que hay que hacérselo mirar.

Se significó con el proyecto de Podemos, ¿le ilusiona Sumar?

No nos podemos permitir el pesimismo. pesimismo. Me mueve la esperanza y Yolanda Díaz me ilusiona. Me parece parece un modelo tranquilo de convocar convocar diferentes voces y hacer un llamamient­o a la reflexión y al pensamient­o. pensamient­o. Dialogar, preguntar y escuchar. No es sinónimo de triunfo triunfo electoral, pero, como espectador, me gusta. Los grandes proyectos necesitan tiempo.

El tono parece más sosegado que el de estos tiempos, ¿no?

Las formas son fundamenta­les en todo. Por eso, yo abandoné Twitter, donde se grita e insulta demasiado. El vocerío me molesta bastante, tendrá que ver con la edad.

Lo que no abandona es su «Encerrona», «Encerrona», en el Teatro del Barrio. ¿Está su esencia en la sencillez: una silla y/o una escalera?

Es una carta de presentaci­ón constante. constante. Es con lo que empecé y no lo he abandonado nunca. Si tuviera que elegir, no tengo dudas de que me quedaría con ese personaje que ha aprendido, madurado y también también se ha deteriorad­o. Es mi «alter ego». Me renueva pese a tener tantos tantos años. No soy el mismo de hace dos décadas, pero me parezco.

¿Es un payaso?

Sin ninguna duda. Quiero que en mi epitafio ponga: « Este hombre fue un payaso».

¿En su día a día también lo es?

Ya quisiera yo esa capacidad para jugar. No tengo la calidad ética y moral de los payasos. Me enfado mucho y no tengo tanto sentido del humor como me gustaría.

¿Se pueden poner límites a ese humor?

Nunca deben estar fijados por un organismo oficial. Los controla la cultura, que nos lleva a uno u otro lugar. Los límites deben estar en el momento en el que el humor se convierte en ofensivo para aquel que no se puede defender. No se debe prohibir porque, cuando no es bueno, se autoexcluy­e y se extingue extingue de forma rápida. Un ejemplo: los chistes machistas y homófobos de hace 20 años han perdido gas. Lo que hace un tiempo era normal ahora nos echa para atrás porque las sociedades evoluciona­n solas, tienen sus recursos para regularse sin necesidad de censura oficial y sin que nadie las controle.

Vivimos en la era de la mentira flagrante y es hora de señalar a los mentirosos y dejarlos solos»

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