La Razón (Andalucía)

Los vikingos saquean Oregón

El pertiguist­a sueco elevó hasta los 6,21 el récord del mundo la noche en que el noruego Jakob Ingebritse­n batió a los fondistas africanos en los 5.000

- Lucas Haurie

LaLa primera final de la jornada de clausura del Mundial de Ore-gón Ore-gón fue la de 35 kiló-metros, kiló-metros, disputada cuando apenas amanecía en Eu-gene. Eu-gene. Detrás de Massimo Stano y

Masatora Kawano, el tercero en meta fue el sueco Perseus Kalstrom, Kalstrom, que celebró su medalla de bronce recorriend­o el último hectómetro hectómetro no con la bandera de su país, como es costumbre, sino tocado tocado con una casco de vikingo. Fue como una premonició­n, un anticipo del festival escandinav­o que se vivió por la noche.

Los grandes campeonato­s se cierran tradiciona­lmente con los relevos 4x400, ambos ganados por Estados Unidos para delirio de la afición, pero Armand Duplantis tenía otros planes. El guion del concurso de salto con pértiga se había cumplido a rajatabla. Igual que en Tokio, Chris Nilsen había sido el último rival en dejarlo solo en el pasillo. Plata para el americano americano en 5,94 y bronce histórico para el filipino Ernest Obiena, que batía el récord de Asia con la misma misma altura. Los campeones olímpicos olímpicos de Londres y Río, Renaud Lavillenie Lavillenie y Thiago Braz, se habían rendido con honores en 5,87.

La primera altura que pidió Duplantis Duplantis recién conquistad­a la triple corona (tenía el oro europeo y olímpico, pero le faltaba hasta ayer el cetro mundial) fue 6,06 metros. Ese salto es casi un trámite para él, pero estaba cargado de simbolismo. simbolismo. Superaba por un centímetro el récord de los Campeonato­s de Dmitri Markov en Edmonton 2001 y la mejor marca del estadio que él mismo poseía. Además, iguala

ba los 46 listones de más de seis metros que superó Sergei Bubka en su carrera (¡¡con 22 años!!). Pasó a la primera con un margen descomunal, descomunal, no habría derribado ni con una mochila de marcha legionaria legionaria colgada de su espalda, y solicitó solicitó una barra en 6,21, un centímetro centímetro más que lo que saltó en marzo en Belgrado, en el Mundial de pista cubierta.

Entre las dos finales de 4x400, Duplantis realiza un primer intento intento flojo. Sin chispa en la carrera ni fuerza para manejar la pértiga que ha elegido, derriba el listón en su subida. Un nulo que lo hace salir de la colchoneta cariaconte­cido, con muecas dirigidas a su padre y entrenador como queriéndol­e decir: decir: « Pues hasta aquí hemos llegado llegado hoy». Cuando un saltador compite compite en solitario, los jueces son laxos con el tiempo entre dos saltos, saltos, así que Mondo se sienta junto a su amigo Lavillenie, a quien arrebató arrebató el récord del mundo, a ver tranquilam­ente la última carrera del campeonato, el relevo largo femenino. Los dos campeones charlan y sonríen dando sorbitos a sus flacones, como si en vez de un preparado isotónico contuviera­n contuviera­n cerveza fresquita.

Siete u ocho minutos después del primer intento, con el estadio en trance por el decimoterc­er oro del Team USA, su lenguaje corporal corporal ha cambiado por completo. Armand Duplantis será el último atleta en competir y quiere que todo el mundo lo vea. Se hace el silencio en los cuatro segundos de carrera supersónic­a, se escucha crujir el cajetín cuando encaja la pértiga y, abracadabr­a, estalla el público –también los televident­es que lo siguen en Europa a las 5:03 de la madrugada– en un rugido. El nuevo récord universal de salto con pértiga es 6,21. Será 6,22 cuando cuando lo decida este sueco nacido en Estados Unidos. Y así sucesivame­nte sucesivame­nte hasta... dentro de diez años lo sabremos.

La otra gran final masculina del cierre, sin desmerecer a ninguna, era la del 5.000. Ningún atleta nacido nacido fuera del continente africano había reinado en esta prueba desde desde la primera edición mundialist­a, Helsinki 1983, cuando el irlandés Eamon Coghlan subió a un podio cien por cien europeo. En los últimos últimos treinta años, en Juegos y Mundiales, Mundiales, la única medalla para un blanco fue el bronce del australian­o australian­o Craig Mottram en Edmonton 2001. Tal era la losa que pesaba sobre Jakob Ingebritse­n, picado hasta la descortesí­a por su derrota en el 1.500, donde no había podido podido reeditar su oro olímpico.

La carrera fue un regalo para el noruego. Naufragó Joshua Cheptegei, Cheptegei, plusmarqui­sta mundial y campeón olímpico, dejando el pabellón ugandés en manos de Oscar Chelimo, tercero, que condujo condujo la carrera con un tren tontorrón. tontorrón. El tercer etíope desapareci­ó enseguida de la cabeza y entre los kenianos, el inexperto Jacob Krop se conformó con seguir a su tocayo tocayo para colgarse la plata. Nadie discutió la supremacía de Ingebritse­n, Ingebritse­n, que cogió la cabeza a falta de dos vueltas y aceleró progresiva­mente progresiva­mente hasta la victoria sin rival que le tosiese. Le faltaba ser campeón campeón del mundo. Ya lo es.

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EFE Armand Duplantis, en el momento en que se dispone a sortear el listón situado en 6,21 metros

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