La Razón (Andalucía)

Cinco trofeos, con espada imbatible, en el solo de Ginés

Se lidiaron dos buenos toros y Marín saldó su encerrona a hombros en Santander

- Patricia Navarro. SANTANDER

EnEn el mismo centro de la plaza de este ruedo de arena negra inten-taba inten-taba Ginés contener las arrancadas del toro. Era el primero. Uno de seis. Todos para él. Era su gesta. Su día. Su tarde. Era su solo que dicen en Francia. Su encerrona con reses de distintas ganaderías antes de continuar la escalada de la tem-porada tem-porada y afrontar la empinada cuesta bilbaína. Vestido de car-mín car-mín y oro, emprendió el paseíllo sin nadie con quien repartirse miedos de igual a igual (que no fuera la cuadrilla). Luego vino el himno, el que lo sacaran a saludar y la tétrica hora de la verdad. Co-menzó Co-menzó el de Domingo Hernández que es un aval. El terciado toro en cambio esta vez no estuvo a la altura. altura. Rajado, queriéndos­e ir siempre siempre de la muleta de Ginés y sin empujar en el engaño no dejó demasiado demasiado lugar ni a la alegría ni a que la faena levantará el vuelo. Marín lo supo, intentó retenerlo de los medios hacia toriles y fue al final cuando logró los pasajes de mayor calado. Quedaba mucho. mucho.

El Jandilla, que saltó en segundo segundo lugar tuvo las fuerzas contenidas, contenidas, el ímpetu retenido, quería y tomaba la muleta con cierta calidad calidad pero sin ganas. Ginés alivió por fuera en los primeros compases compases de la faena y la miga estuvo en los ritmos. Aguantó las paradas, con los vuelos tiró de él y en esa despaciosi­dad y en el arrimón del final acabó por meterse a la gente en el bolsillo. Todo dentro de la corrección.

Al de Pallarés le presumimos más potencia en el viaje, unos códigos códigos que impusieran emoción a la tarde, pero no fue así. No sé cuántos muletazos había transcurri­do transcurri­do en la faena cuando el animal, de 560 kilos, corto y regordío, decidió decidió que hasta ahí había llegado su película y entonces apenas pasó en la muleta de Ginés. Al paso y con un trote que no era ni bueno ni malo, porque tampoco quería coger sino simplón. Territorio complejo en un ruedo. Marín, que andaba a gorrazos durante la corrida, corrida, siguió por ahí, fácil, con recursos recursos y oficio y lo mató a la primera. primera. Un cañonazo con la espada toda la tarde con un tiempo soberbio soberbio para hacer la suerte. Sumó un trofeo más.

El capricho del destino vino con el cuarto. El día anterior se lidió la corrida de Juampedro que no salió buena y en cambió sí el único toro que lidió con fondo de bravo y con duración para embestir hasta el final. Ginés le cortó un solo trofeo después de matarlo bien, a la primera primera y por arriba. ¡Qué sitio tiene con la espada! Estuvo bien, correcto, correcto, haciendo exactament­e lo mismo mismo que había hecho a los tres anteriores. Milimétric­a faena. Valió. Valió. La gloria rondaba al otro lado del río, donde hay abandono, calidad calidad y ese algo que hace diferente al resto del pelotón.

El quinto de Bañuelos fue brusco, brusco, pero iba y venía hasta que acabó acabó por desentende­rse, dejándose hacer. Así la faena.

El sexto de El Parralejo fue toro de nota que además fue a más, con duración, repetidor en la muleta muleta y con franqueza en el viaje. Resultó faena airosa, muy del gusto gusto de la afición para el final de fiesta. Lo mejor de ese trasteo y de toda la tarde vino casi como broche broche de la labor en el cambio de mano, ese sí repleto de cadencia, torería y toreo bajo. Rezumó personalid­ad. personalid­ad. Se tiró a matar con toda la verdad el mundo y la espada espada cayó en la misma yema. Fueron entonces dos trofeos, dos, que sumaban cinco, con dos toros de nota, de Juampedro y El Parralejo, Parralejo, para un torero sobrado que contentó sin arrebatar.

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ARJONA/LANCES DEFUTURO Ginés Marín torea de capa mirando al público

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