La Razón (Andalucía)

13, el número maldito para los Borbones

Una cadena de desgracias asoló a una dinastía ligada a esta cifra

- José María Zavala.

ElEl 25 de noviembre de 1885, ex-piró ex-piró el rey Alfonso XII en el Pa-lacio Pa-lacio Real de Madrid. Poco an-tes an-tes de fallecer, el superstici­oso monarca había implorado a su esposa, la reina María Cristina de Habsbur-go, Habsbur-go, que no llamase Alfonso a su hijo póstu-mo, póstu-mo, sino Fernando, para evitar que reinase con el número 13 y siguiese cebándose así con su descendenc­ia esa especie de maldi-ción maldi-ción que asolaba desde el inicio a la dinastía de los Borbones en España. María Cristina desobedeci­ó y... ¡sucedieron tantas desgra-cias! desgra-cias! Alfonso XIII a punto estuvo de morir con sólo tres años, a causa de una gripe, y en 1934 atropelló a un imprudente peatón en Viena, causándole la muerte.

El 13 se convirtió así también en el núme-ro núme-ro maldito de Alfonso XIII, a quien apadrinó en su bautismo el Papa León XIII. Los dos primeros atentados contra su vida, el de París y el de la madrileña calle Mayor, se perpetraro­n el 31 (13, al revés) de mayo de 1905 y 1906, respectiva­mente. El de la calle Alcalá sucedió el 13 de abril de 1913.

El general Primo de Rivera dio su golpe de Estado en Barcelona el 13 de septiembre de 1923, y su caída la precipitó Alfonso XIII en 1930 (1+9+3+0=13). La sublevació­n de Jaca fue el 13 de diciembre del mismo año. El 13 de abril de 1931 se tuvo noticia de la caída de la Monarquía en España, tras el triunfo republican­o en las elecciones cele-bradas cele-bradas la víspera.

El primer hijo que perdió el rey, el infan-te infan-te Gonzalo, murió el 13 de agosto de 1934. Y siete años después, al fallecer Alfonso XIII en Roma, su familia directa estaba compuesta por 13 miembros: la reina, cua-tro cua-tro hijos y ocho nietos.

Era como, sin apercibirs­e de ello, el rey hubiera estado jugando a una constante lotería de la muerte para la que el destino le había reservado todos los boletos, convir-tiéndole convir-tiéndole en el gran perdedor por excelencia de una familia maltratada por el destino. Por si fuera poco, perdió también al amor de su vida, Victoria Eugenia de Battenberg, de la que se había separado de hecho, aunque no de derecho, antes incluso de abandonar España. Y perdió igualmente a un valioso sustituto para la Corona, su hijo Jaime, a causa de la sordomudez, así como la opor-tunidad opor-tunidad histórica de ser restaurado en el Trono tras la Guerra Civil española, sintién-dose sintién-dose engañado por Franco.

La lotería de la muerte

Tampoco tuvo suerte Alfonso XIII con la lotería de Navidad: no le tocó ni el reintegro, reintegro, pese a que jugó importante­s cantidades cantidades de dinero todos los años, desde 1922. En 1926, por ejemplo, el monarca participó con 270 pesetas de la época en el número 18.918; al año siguiente aumentó su participac­ión participac­ión a 320 pesetas, esta vez al número 53.473; y el último boleto de su vida, adquirido adquirido el 13 de abril de 1931, víspera de la proclamaci­ón de la República, tampoco le dio alegrías pese a que apostó 450 pesetas al número 22.121.

Muchos años después, su nieto Juan Carlos Carlos pasaría de puntillas con razón por el numeral trece que había sembrado de tanta tanta fatalidad su reinado. El emérito eludió así el trece en su documento de identidad y ostenta hoy el número diez, mientras que Franco, a quien debió el trono de España, ostentaba el número uno. Tal vez los dos más lacerantes hitos de esa tremenda fatalidad fatalidad que golpeó a Alfonso XIII sean la caída de la monarquía y la pérdida del menor de sus hijos. Con respecto al primero, la suspensión suspensión que hizo Alfonso XIII de sus poderes poderes supuso en la práctica su renuncia y el surgimient­o de la República, convertida así en el único régimen legítimo en España hasta hasta que, finalizada la Guerra Civil, fue sustituida sustituida por el franquismo. Más tarde, Franco, conforme a la Ley de Sucesión promulgada en 1947, decidiría instaurar la monarquía en la persona de Juan Carlos.

Para colmo del destino, el 13 de agosto de 1934, mientras el rey estaba de vacaciones en Austria, el infante Gonzalo –« Kiki», como le motejaban en familia–, nacido en 1914, regresaba en coche cuando de repente su hermana Beatriz se vio obligada a dar un volantazo para esquivar a un ciclista, que resultó ser el barón von Neinmann. El vehículo vehículo se estrelló contra la fachada del castillo de Krumpendor­f. Ninguno de los dos hermanos hermanos resultó herido en apariencia, pero el choque provocó luego un pequeño hematoma hematoma en el cuerpo del infante hemofílico, quien, dos días después, falleció en un hospital. hospital. Fatalismo, mala suerte...

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Alfonso XIII jugó cantidades ingentes de dinero a la lotería, pero nunca le tocó

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