«¡Tú qué vas a arreglar!»
PocasPocas imágenes resumen mejor el curso político que se cierra que Pe-dro Pe-dro Sánchez montándose en el helicóptero para recorrer los 26 ki-lómetros ki-lómetros entre Moncloa y la Base de Torrejón, donde le esperaba el Falcon rumbo a los Bal-canes. Bal-canes. Un derroche de hipocresía y querose-no querose-no tras protagonizar el «show de la corbata» como medida estrella para combatir la crisis energética. Sanchismo en estado puro.
El balance que el viernes diseñaron algunos algunos de los 383 «rasputines» al servicio de Sánchez fue, en realidad, otro ejercicio de escapismo. Ni Copperfield ofrecería un espectáculo espectáculo similar. El líder del PSOE es un maestro en invertir la carga de la prueba. Claro. Vive fuera de la realidad del país. Parece Parece como si su existencia presidencial consistiese consistiese en un metaverso por el que deambula deambula sin poder salir. Eso sí, a cuerpo de rey.
Es imprescindible una alta dosis de cinismo cinismo para ponerse delante de los españoles y afirmar sin ruborizarse que los buenos datos son gracias a su gestión y los fracasos, culpa de un conglomerado impreciso empeñado en boicotear su ejemplar gobernanza. Porque, Porque, de lo malo que nos pasa –que parece que no es poco–, Sánchez señala desde al PP hasta hasta a «Botín y Galán», pasando por Putin. Bueno, Bueno, también a la pandemia, a un volcán y a una guerra puestos ahí para ocultar la diligencia diligencia y unidad que caracteriza a la coalición progresista que rige nuestros destinos.
De algunos «sucesos» que han escandalizado escandalizado a la opinión pública, Sánchez no sabe nada. O, al menos, nada dijo de ellos. Ni mu
sobre el controvertido vuelco de nuestra política política internacional respecto al Sáhara ni sobre qué hay detrás del espionaje con Pegasus Pegasus que ha puesto el CNI patas arriba. ¿Va a adoptar alguna medida en su partido tras las condenas del Supremo a Chaves y Griñán, Griñán, al menos para que el erario público recupere los 680 millones desfalcados durante durante tres lustros seguidos de corrupción de sus conmilitones? Tampoco lo mencionó. ¿Y qué decir del drama del 11% de inflación que asfixia a millones de familias? Pues que al presidente solo se le ocurrió advertirnos de que, si no fuese por él, los precios estarían más caros. Como le dijo el recio paisano zamorano zamorano en el incendio de su pueblo al que acudió Sánchez: «¡Tú qué vas a arreglar!».
Los silencios del líder socialista en ese auto-homenaje en «prime time» que le organizaron organizaron para despejar su retiro vacacional sonaron, en realidad, a acusaciones. Porque dejó sin aclarar preguntas que se hacen los españoles. ¿Considera que su Gobierno está cohesionado y preparado para afrontar los recios tiempos económicos que vienen? ¿De verdad resulta efectivo linchar a empresas señeras que son embajadoras de España en el mundo para dar combustible a los socios de izquierda radical que allanan su poder? Tampoco aludió a la mano tendida de Alberto Alberto Núñez Feijóo para que el país reme en la misma dirección. Al revés, si algo tuvo para la oposición fueron descalificaciones. ¿Cree Sánchez que junto a Unidas Podemos, Bildu y ERC va a lograr sortear el tiempo de tormenta tormenta que llega?
Absoluto silencio sobre si dispone de un plan para ir reduciendo el déficit y la gigantesca gigantesca deuda pública en caso de que nuestros acreedores empiecen a apretarnos el cinturón. cinturón. O sobre si es rentable para los ciudadanos ciudadanos el asalto del Gobierno a instituciones como la Justicia y el Tribunal Constitucional. Sánchez, por no hablar, ni tan siquiera se refirió a si tiene «plan B» en caso de que su partido sufra en mayo un nuevo varapalo electoral en las municipales y autonómicas, como ya le ha sucedido en Madrid, Castilla y León y Andalucía. ¿Se le habrá pasado alguna alguna vez por la cabeza que sus ocurrencias ya no cuelan y que tal vez el problema pueda ser él y su gestión errática?