El verano del (des)contento
ProbablementeProbablemente usted ya lo haya notado. Playas y piscinas llenas, hote-les hote-les y restaurantes sin posibilidad de reserva, eclosión de festivales, conciertos y planes al aire libre. Sí. Un hedo-nismo hedo-nismo exultante nos recorre este verano, como si hubiéramos des-corchado des-corchado una botella de champán con la que celebrar la vida o cele-brar cele-brar lo que sea, sin más. Y este «carpe diem» espontáneo y explo-sivo explo-sivo se festeja como si discurriera por una vía paralela a los augurios y a las estadísticas que nos rodean y nos alertan, desde los organis-mos organis-mos económicos internacionales y nacionales, del tiempo crudo y complejo que se nos viene enci-ma. enci-ma. Quizá, como consecuencia del parón pandémico, de esa vuel-ta vuel-ta a los años 20 que nos pronosti-caban, pronosti-caban, de las ganas acumuladas de hacer, de ver y de sentir se pro-duzca pro-duzca ahora esta euforia que nos instala en un paradójico cruce de caminos que si, por una parte, nos recuerda la necesidad de aprove-char aprove-char el instante, por otra, nos avisa de la importancia de tomar con-ciencia con-ciencia de lo que se acerca.
Y eso que se ve en el horizonte se parece, cada vez más, a las ines-tabilidades ines-tabilidades de finales de los 70. En concreto, a aquel «invierno del descontento» que sacudió Reino Unido entre 1978 y 1979. Califica-do Califica-do así por la prensa británica, ha pasado a la historia por condensar la resaca de la crisis del petróleo con la ferocidad de huelgas en sec-tores sec-tores estratégicos y el fin de la era de bonanza posterior a la Segunda Guerra Mundial. Con las amena-zas amena-zas de Putin materializándose en inestabilidad energética y en con-gestión con-gestión en el reparto de materias primas, muchos expertos apuntan ya a la reedición de aquel gélido y convulso periodo económico. Mientras, nosotros, como si mirá-semos mirá-semos de reojo esos presagios tan negros, dejamos que el ocio y sus relajaciones sigan su curso, en una especie de pacto tácito, de conjura colectiva, algo contradictoria, sí, pero que se aferra a que aún es verano. Y es, en esa dicotomía en-tre en-tre la certeza del presente y la in-consistencia in-consistencia del futuro, en la que, seguramente, se sostiene la vida.