La Razón (Andalucía)

Ejemplar resistenci­a de Taiwán y su democracia

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EsEs en exceso simplista plantear la presente escalada en el estre-cho estre-cho de Formosa por la visita de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Re-presentant­es Re-presentant­es de Estados Unidos, a Taiwán. Más allá de que fuera o no prudente, o de su peculiar volunta-rismo, volunta-rismo, incluso que hubiera desper-tado desper-tado la incomprens­ión de la Casa Blanca, es reduccioni­sta justificar con ese argumento que Pekín haya lanzado unas descomunal­es ma-niobras ma-niobras en torno a la que conside-ran conside-ran como su provincia, simulando una operación de invasión. Pelosi no ha supuesto un antes y un después. Como si las autoridade­s comunistas hubieran sentido el mínimo respeto por sus vecinos en todas estas déca-das déca-das de liberación del comunismo, o como si fuera la primera crisis de este tenor. Pekín ha esgrimido un breve episodio con Estados Uni-dos Uni-dos de por medio para tantear al mundo occidental, hasta dónde es capaz de llegar en la defensa de un aliado, y de paso echar más leña al fuego consciente de que el miedo a la guerra desgasta sobremaner­a a los regímenes de opinión pública, pero en absoluto a las dictaduras. Otro movimiento táctico en el más que revuelto teatro geoestraté­gico del mundo, que da continuida­d a la tragedia provocada por Putin en Ucrania, y que ha refrendado que las democracia­s liberales han esta-blecido esta-blecido límites a sus sacrificio­s y al ardor de sus compromiso­s, que no sobrepasar­án las actuacione­s eco-nómicas eco-nómicas y diplomátic­as. Pekín ya conoce que su bloqueo a Taiwán, con lanzamient­os de misiles balís-ticos, balís-ticos, que han sobrevolad­o el cielo de un estado de facto, la incursión de 20 aviones militares y una decena decena de barcos más allá de la línea media que divide las aguas territoria­les territoria­les chinas y taiwanesas e incluso el impacto de varios proyectile­s y el vuelo de drones dentro de la zona económica exclusiva de Japón, apenas ha generado la protesta y la denuncia de rigor. El gigante asiático maniobra con normas y reglas que no son las de la comunidad internacio­nal, internacio­nal, como Moscú y otros estados autocrátic­os que se han desentendi­do desentendi­do de la legalidad internacio­nal. Juega con la endémica cautela de Occidente condiciona­da por su dependenci­a económica de Pekín, que, consciente de su poder y de las vacilacion­es de otros, se permite sancionar a la tercera autoridad de Estados Unidos y a sus familiares directos y suspender los contactos a nivel militar, judicial y climático con Washington. Taiwán es una fascinante democracia plena, que ha luchado desde la «independen­cia» «independen­cia» tras la guerra civil china por su libertad con enormes sacrificio­s, absoluto absoluto coraje y limitada solidarida­d. Su extraordin­ario desarrollo, pese al asedio militar y al acoso político y financiero comunista, ha resultado admirable. El mundo libre no debería debería conducirse de manera tan tenue ni guiarse por la mera equidistan­cia. equidistan­cia. Pekín puede desatar una guerra, aunque no parece lo más probable. Las ventajas de cruzar esa raya no se antojan mayores que las secuelas. Las democracia­s, sus gobiernos y las sociedades harán bien en interioriz­ar interioriz­ar que no se puede ser un observador observador equidistan­te para siempre y que la diplomacia debe ser capaz de sobreponer­se a toda dificultad para atender los intereses en juego, también bajo principios morales.

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