La venda en la herida
MuchasMuchas veces, si uno se eleva a una buena altura y examina las cosas a vista de pájaro, es cuando consigue una visión global de los sucesos más inmediatos. Desde esa perspectiva, es interesante examinar el reguero de leyes y modificaciones legislati-vas legislati-vas que ha dejado nuestro Gobierno a medio cocer justo antes de las vacaciones de vera-no. vera-no. Veamos: ley de seguridad ciudadana, ley del «sí es sí», ley de la vivienda, ley de memo-ria memo-ria democrática, ley del aborto y un etcétera de propuestas que pueden contarse por decenas decenas de iniciativas de mayor o menor calado. calado. Todas ellas coinciden en dos denominadores denominadores comunes; están incompletas o inacabadas y manifiestan una clara tendencia tendencia ideológica de borroso «wishful thinking» o buenismo progresista. Cabría pensar que, a menos de un año de empezar la ronda de elecciones autonómicas y municipales que desembocará en unas nuevas generales, lo que le tocaría hacer a un presidente del Gobierno Gobierno es acercarse al espacio de centro para ganar la máxima cantidad posible de votos. Sin embargo, parece que lo que ha intentado Pedro Sánchez en sus últimas maniobras pre-estivales es precisamente todo lo contrario. contrario. Ha acompañado todas estas iniciativas iniciativas con pomposas afirmaciones contrafactuales contrafactuales y ha escenificado una supuesta intención de virar dogmáticamente hacia la izquierda. ¿Hemos de creer que esas intenciones intenciones son verdaderas? Y, en ese caso, ¿con qué fin las manifiesta ahora y no precisamente precisamente cuando pudo hacerlo, antes de que se desatara la crisis inflacionista?
Partamos de la base de que estamos hablando hablando de Pedro Sánchez (especialista en
súbitas cambiadas de dirección, sin ruborizarse, ruborizarse, antes de que las leyes propuestas boten dos veces en el suelo a la hora de tomar tierra), con lo cual no se puede perder de vista el hecho de que se haya llegado a las vacaciones sin que ninguna de las citadas iniciativas legislativas legislativas esté cerrada del todo. Si desea escenificar escenificar un viraje hacia el centro en cualquier momento, no necesita más que descafeinarlas descafeinarlas a última hora aduciendo causas de sensatez sensatez pragmática y dejando a los pies de los caballos a sus socios ante el votante, como sectarios bienintencionados pero utópicos.
Por otra parte, la visión global de todo ese corpus ideológico a vista de pájaro pone de relieve que el objetivo táctico podía ser doble. doble. En primer lugar, de cara a un más que posible batacazo electoral, esgrimir la manida manida excusa de que han sido los oscuros poderes poderes fácticos los que, asustando a la población, han querido cortar el camino hacia el supuesto supuesto futuro de progreso que sus medidas traerían para el país. Como en el momento actual al ciudadano de a pie lo que le asusta no es ningún poder fáctico sino el recibo de la luz, en caso de que no funcionara esa estrategia estrategia publicitaria, queda entonces la apelación apelación al miedo de cara al electorado más soñador pero indeciso. El mensaje sería, en ese caso, que hay que votarle porque todas esas praderas verdes del paraíso «woke», prometidas con sus medidas, corren peligro de no culminarse dado que las olas de la caverna están lamiendo ya los muros de su defensiva coalición. En todo momento, veremos veremos de nuevo como se vuelve a sacar a pasear el espantajo de la «alerta antifascista» y resultará que vuelve a señalarse como franquista franquista hasta a aquel que se le ocurra quejarse quejarse por el precio de la gasolina o de la luz.
Fijémonos principalmente en que, en todos los casos, de lo que se trata es de minimizar los daños electorales previstos. Hay una clara tendencia en ese sentido que tiñe todos los últimos movimientos gubernamentales. Con lo cual queda claro que el Gobierno espera una clara recesión para el próximo otoño e invierno, noticia que ha empezado a infusionarse infusionarse a todos los niveles para que, cuando haya que reconocerlo abiertamente, dé la sensación de que es cosa de todos y de que no existe un responsable directo de ello.