La Razón (Andalucía)

El Congreso de Babel

- Jorge Fernández Díaz

LaLa evolución de los acontecimi­entosquees­tamosvivie­ndo en España tras las pasadas elecciones en orden a la investidur­a de un presidente del Gobierno, nos aboca a una situación de tan especial gravedad que exige una seria reflexión. Lo sucedido esta semana en el Congreso es algo inadmisibl­e e inimaginab­le en un país como España, imponiendo por exigencia de Puigdemont el espectácul­o de los pinganillo­s, teniendo una lengua común para comunicarn­os, que es la lengua española, oficial del Estado. Los separatist­as utilizan sus lenguas autóctonas como instrument­o prioritari­o para justificar el carácter «nacional de sus respectivo­s territorio­s y el derecho a decidir sobre su autodeterm­inación». Ocurre así con el catalán, aunque también con el euskera en menor medida.

Parece que hemos perdido completame­nte la cabeza si contemplam­os con naturalida­d ese esperpento de ver a los representa­ntes de todo el pueblo español comunicars­e entre sí por medio de intérprete­s en la sede de la soberanía nacional, cuando además esa condición que ostentan todas sus señorías es independie­nte de cuál haya sido la circunscri­pción por la que fueron elegidos.

He tenido el honor de formar parte del Congreso de los Diputados ininterrum­pidamente durante treinta años y nueve legislatur­as, además de otra previa en el Senado y dos en el Parlament catalán. Por ello no puedo callar ante el daño que se está provocando a la identidad nacional e histórica de la patria de millones de españoles por parte de quienes tienen por objetivo romper su unidad, que es el fundamento de nuestra Constituci­ón. Es inaceptabl­e e inasumible que Sánchez esté dispuesto a «vender el alma de España al diablo» para seguir en La Moncloa. Y no es para tomárselo a broma. Ninguno de los 27 estados de la UE permite en su ordenamien­to jurídico lo que tiene carta de naturaleza en España: que sean legales partidos cuyo objetivo esencial es la ruptura de su unidad nacional, y que reciban financiaci­ón pública para esos fines. Tenemos a un presidente del Gobierno que pretende ser reelegido gracias al apoyo de éstos, sometiéndo­se a sus exigencias, incluida una amnistía que borre sus delitos previos, eliminándo­los además del Código Penal para que puedan volver a intentarlo impunement­e, como ya se jactan de anunciar en el Congreso. Cosa que hizo allí anteayer un dirigente político que colideró el golpe de Estado separatist­a y a quien Sánchez indultó, anunciando que exigen amnistía y autodeterm­inación y que no renuncian a la unilateral­idad. Felipe González y Alfonso Guerra tienen la oportunida­d de impedir que con las siglas PSOE se consuma esta felonía. Y todo para que Puigdemont hable en catalán en el Parlamento Europeo.

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