La Razón (Andalucía)

Daniel Luque, al borde de la del Príncipe en el adiós de El Juli

El madrileño se despedía después de 25 años de alternativ­a y el de Gerena paseó los dos trofeos del tercero en la última de la Feria de San Miguel

- Patricia Navarro.

JuliánJuli­án viajaba en el AVE de las ocho después de haberse dejado arrastrar, elevar, tirar, levantar de nuevo, despedazar y arrollar por la afición de Madrid y una mayoría de jóvenes apenas unas horas antes. Era la despedida mayúscula de El Juli en su plaza. La de los sueños desde que todos aquellos que pisan el Batán y abren un capote al viento. Luego el tiempo se encarga de diversific­arlos, ampliarlos, corromperl­os o depurarlos. La vida misma, pero es posible que ese quede intocable con el paso de los años y las décadas. A Juli se lo llevaron el sábado en volandas camino de la calle de Alcalá en una imagen espeluznan­te. Emotiva. Se cerraba una etapa que en verdad parecía que nunca iba a llegar, a pesar de los 25. ¿Cuarto de siglo en serio?

En apenas unas horas, como si el tramo final de su carrera hubieran puesto un velocímetr­o esperaba Sevilla. Casi nada. La Maestranza con sofocante tiempo veraniego. Belleza extrema para retener a golpe de retina. Morante no estaba para el gran día y cortó temporada antes. Le esperaremo­s. (Impacienci­a). Sustituyó Castella y con la presencia de Luque. La corrida de Garcigrand­e cerraba el círculo y a pesar de ello «Venturoso» sacó mala baba primero y acabó por rajarse después. Mira que le han embestido toros de esta ganadería a lo largo de su carrera. Pues este no iba a ser. Caprichos de la vida. El destino. La fortuna o el infortunio. Igual era demasiado o son las grietas que hay que dejar abiertas para dejarse cosas por hacer.

Castella entró por Morante, bajona absoluta su corte de temporada sea dicho y su incertidum­bre sobre el futuro mucho más. Es un agujero negro. No es que sea un torero necesario es que alimenta el alma y eso no es negociable. El francés se puso de rodillas para recibir al toro y ya de pie el Garcigrand­e siguió la capa de tal manera que

convirtió en dos él uno. (Eterno lance). Quitó Luque y replicó Sebastián al temple de las arrancadas del Garcigrand­e. Viotti estuvo ejemplar con los palos en un par que el animal esperó y recortó y tuvo el valor de aguantarlo de verdad. Después tuvo mucha vibración el toro, repetición y alegría en la muleta del francés. La faena fue un compendio de todo y un mucho de poco. De ahí que cuando el animal se rajó (la faena ya podía estar hecha) no había remate. Logró meterlo la mano con la espada.

Iván García se desmonteró con el tercero y no fue fácil. Tuvo que soplarlo dos pares apurados porque el Garcigrand­e se movía y sin demasiado control. El pase de pecho de Luque fue la colilla de cigarro en un secarral. Prendió una mecha que ya no tuvo solución. Pareció uno de esos momentos del campo de probar si es posible y le echó la muleta muy adelante en un a ver qué pasa y el pase de pecho resultó un huracán de emociones. El toro no rechistó. Se lo

tragó enterito y desde entonces las cosas estaban claras: ahí podía haber jarana. La faena de Luque fue imperfecta y no siempre salieron las cosas en las cuestiones estéticas, pero abordó en todo momento los terrenos de la emoción que son los que transitan el corazón de los taurinos. El concepto era bueno y el embroque sensaciona­l, porque ahí abajo se dirimían muchos matices. Sumó en la improvisac­ión de no saber muy bien qué iba a pasar en cada momento. (A la prontitud del toro también le faltó finales y entrega). Se fue detrás de la espada y vino el doble premio. Sevilla.

A Juli le hervía la sangre de tal manera en su día, en su adiós, que su amor propio corrosivo le llevó nada menos que a la puerta de toriles y a portagayol­a recibió al cuarto. Emoción. También en el toreo de capa y en la chicuelina­s y tijerillas. Modo on triunfo activado. Fue desigual el toro en la muleta. Unas veces había que empujarlo y otras reducirlo. Julián se fue encontrand­o con él poco a poco degustando la última vez, los olés y el sonido de la banda de música. Los naturales finales cerraban una etapa. Solo él pondrá fecha a si hay un regreso. La gente en el brindis se puso en pie. Reconocimi­ento infinito a toda una vida tirando de una profesión dura como pocas. Gratitud en ese trofeo con sabor a décadas.

Tan noble como soso fue el quinto de Castella y así la afanosa faena. Tuvo el sexto lo que había faltado a

otros toros: entrega y profundida­d en la arrancada. Luque fue a matarlo a los medios. El resto de la faena ocurrió en el cobijo de las rayas. Fue faena sincera. Al natural no hubo tanta comunión y con la diestra firmó lo más destacado este torero que está en un gran momento. La espada fue la rúbrica y el trofeo, que le abría la Puerta del Príncipe se pidió, pero el palco no cedió.

El Juli se fue andando, a pesar de que los compañeros lo quisieron sacar a hombros y la plaza entera se quedó para despedirlo. Aquí, en este ruedo había derramado la sangre en una cornada que le ha perturbado durante una década. Aquí decía adiós para colgar el vestido de luces. Aunque no lo parezca, todo llega. También a El Juli. Carrerón hecho.

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El Juli cortó un trofeo en su adiós de Sevilla después de un cuarto de siglo como matador
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Daniel Luque cortó dos trofeos del tercero
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EFE
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