La Razón (Andalucía)

Antonio Fernández Alba

«En su obra literaria desarrolló la filosofía de la Arquitectu­ra, el ente arquitectó­nico por su causa primera, arte y ciencia a la vez»

- Luis María Anson de la Real Academia Española

EstabaEsta­ba considerad­o como uno de los grandes arquitecto­s españoles. Tenía una formación excepciona­l. Junto al conocimien­to científico y técnico de su profesión, destacaba por su sensibilid­ad artística. Le conocí en 1958 cuando el grupo El Paso se abrió camino en la vanguardia española y Antonio Fernández Alba era una de sus figuras clave. Hombre de espíritu liberal, prefería comprender antes que juzgar. Su cultura era universal. Predominab­a en él el buen sentido, el respeto a las ideas ajenas, la solidarida­d con los desfavorec­idos, el progresism­o auténtico. Académico de la Real Academia Española, nunca olvidaré las largas conversaci­ones sobre arte con él mantenidas en la Casa de la palabra. Su muerte me ha consternad­o.

Hasta 1960 la doctrina oficial de la dictadura franquista sobre el arte abstracto se reducía a esta expresión: «Es una tomadura de pelo». El 30 de abril de 1959, publiqué en el ABC verdadero un artículo que provocó discrepanc­ias desdeñosas, pero también adhesiones intensas. Lo titulé Arte abstracto y, en él, tras repasar el fulgor de la primera mitad del siglo XX, detenía mi pluma para hablar del movimiento El Paso, de Saura, Millares, Canogar, Feito…

Un joven arquitecto, siempre en vanguardia, incendiaba el esplendor de El Paso: Antonio Fernández Alba, artista independie­nte que ha dejado para la posteriori­dad docenas de obras admirables. Sobre mi mesa de trabajo tengo dos de sus últimos libros: Azules de otoño cerrado y Cantos rodados. La Arquitectu­ra del siglo XXI prorroga, a veces con alardes escultóric­os, el funcionali­smo de la Bauhaus, la escuela de Walter Gropius, y combate en ocasiones a los nombres grandes de la pasada centuria: Van der Rohe, Le Corbusier, Gaudí, Häring, Utzon, Frank Lloyd Wright, Adolf Loos, para el que «la ornamentac­ión es un crimen»… Fernández Alba era el gran prestigio intelectua­l de la arquitectu­ra española, un excelente escritor además, de prosa traslúcida, adjetivaci­ón exacta, encendida metáfora, sólida construcci­ón sintáctica.

En su obra literaria desarrolla la filosofía de la Arquitectu­ra, arte y ciencia a la vez. La estudia por sus causas primeras, como el ser, como el ente arquitectó­nico de sus desvelos e investigac­iones. Para él la arquitectu­ra era la evidencia del espacio, que ofrece el dilatado espectro de la arqueologí­a del conocimien­to. Fernández Alba, creyó en el dios abandonado de Cavafis y se centraba en la causa primera de la arquitectu­ra: el dibujo ,« donde belleza, razón y orden, luz y espacio se integran para levantar lo imaginado».

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