El espectáculo
EstaEsta noche (si Dios no lo remedia y quiera Dios no remediarlo) Festival de Eurovisión, que es esa cabalgata inagotable de gente peculiar y que ha hecho del certamen un submundo regido por coreografías imposibles, estéticas desmesuradas y espectáculo sin justificaciones. Aquí hemos venido disfrazados, sueltos, desinhibidos. Vamos a cantar nada más que regular cancioncejas parecidas y nuestros países van a aflojar la pastora para que no falte exceso de nada. Alrededor de ese monumental circo, un público entregado que se ha encontrado para exhibir lo que, hasta ahora, había ocultado. Esos versos libres en atuendo, en gustos musicales y en entretenimiento, han dado los unos con los otros en un continente viejo, destartalado y camp, y están esperando todo el año con ilusión a que caiga ese meteorito de discutible gusto musical pero de alegría renovada en países donde a las cinco de la tarde ya es de noche.
Todo esto, que parece baladí, sucede justo en medio de un conflicto que ha convertido la participación de Israel en un movilizador de masas. La cantante que representa al territorio hebreo se ha visto obligada a excluir de la letra de la canción cualquier referencia que pudiera ser tomada como una declaración política. La chica ha sufrido el acoso alrededor de su hotel, las pitadas en los ensayos, el ostracismo de algunos de sus competidores y, sin embargo, en el televoto de la segunda semifinal, arrasó. Porque eso puede pasar. Puede pasar que Israel gane Eurovisión. Y España, ¿qué? Pues nadie da un duro por Nebulossa y en las encuestas salimos de pena, pero los asistentes a la semifinal en Malmö se cantaron el estribillo entero, a pleno pulmón y han hecho de esa «Zorra» otra razón para tararear algo que ni siquiera entienden pero que saben que ha levantado polvo entre los españoles. A Mery le deseamos muchísima suerte y afinación, porque la actitud la lleva perfecta. La griega es una Rosalía de liquidación por derribo y el de Países Bajos un mamarracho con hombreras que va a defender «Europapa», que suena a cogorza continental. Así que, no me lo nieguen: es un soberbio espectáculo.