Ni pies ni cabeza
LeLe estaré agradecida toda mi vida. Se portó muy bien conmigo». María Jesús recuerda el momento en que Pedro Toro y su pareja, Isabel Cano, se ensañaron con ella en Málaga y Borja salió en su defensa. «No entiendo por qué me seguían pateando la cabeza, si ya tenían el bolso», dice de los delincuentes. Y reitera su deuda moral con el joven que se ha hecho famoso por salvarla y que, a cambio, ha sido condenado a dos años de prisión y 178.000 euros, porque el agresor se cayó, de resultas de sus puñetazos, y, lamentablemente, se rompió la cabeza.
De verdad que esto no hay quien lo entienda. He repasado la historia, por ver si hay ensañamiento, crueldad, y no. Borja, de 22 años, buen estudiante, deportista del surf, que trabaja para ayudar a sus padres, no es conflictivo. El delincuente que atacó a María Jesús estaba perseguido por la policía. Se le buscaba para encarcelarlo. Tenía tras de sí una triste historia de consumo de drogas cuyos últimos hitos incluían robos con fuerza, hurtos con violencia, y falsificación de documentos. Había abandonado a sus hijas. En mayo de 2014 se quedó dormido al volante, por la heroína y la coca, y se estrelló con el coche. Sus lesiones físicas eran frecuentes, entre ellas, rotura de mandíbula. El destino de Pedro Toro llevaba una trágica cruz, marcada por la marginalidad y la adicción, pero que no lo hacía menos peligroso para María Jesús.
El día de los hechos, Borja y unas amigas vieron a la señora en el suelo, pateada por la pareja de delincuentes, que salieron pitando con su bolso. El chico salió tras el hombre y lo golpeó dos veces, seguramente con todas sus fuerzas. Rescató el bolso y se lo devolvió a la mujer. La acompañó a su casa. Pedro Toro había caído mal y padeció un traumatismo cráneoencefálico y rotura del maxilar. Ingresó en el hospital y falleció dos días después. La observación del juez de lo penal número 9 es casi incomprensible: «No se observa una necesidad racional de utilizar la fuerza para impedir o repeler la agresión (…) pudiendo haber utilizado otros medios o formas como, por ejemplo, seguir al delincuente y llamar a la policía».
Tras confirmarse la sentencia en la Audiencia Provincial, el fiscal ha pedido la suspensión de la pena. Si no se le escucha, abandonaremos toda esperanza de ser auxiliados. Concluiremos que la supuesta «proporcionalidad», no es más que un acicate para no defendernos, ante el riesgo de dañar al delincuente. Vox ha salido al paso de esta injusticia y ha propiciado una colecta para pagar lo que el juez reclama, pero esto no es un asunto político. Es mera sensibilidad social.