La Razón (Cataluña)

Un tipo meridional

- LLUÍS FERNÁNDEZ

DosDos motivos impulsaron a Andrea Camilleri a escribir su primera novela policíaca: la aseveració­n de Italo Calvino de que no se podía escribir una novela negra ambientada en Sicilia y la inspiració­n de las novelas de Manolo Vázquez Montalbán, de quien tomó su apellido, de origen siciliano, para su inspector Salvo Montalbano. En ambos bullía el mismo espíritu mediterrán­eo, la ideología comunista y la pasión por la cocina y la comida popular de sus respectivo­s países.

La primera entrega de la saga fue «La forma del agua» (1994), a la que siguieron «El perro de terracota» y «El ladrón de meriendas», con las que cimentó la fama del comisario Montalbano, erguido frente al mar en su casa de Marinella, y sus fieles ayudantes en la comisaría de Vigàta. La moda de la novela negra europea hizo sus pinitos en los años 70, siguiendo los trazos de Maj Sjöwall, Per Wahloö y Manuel Vázquez Montalbán, novelistas de izquierda y autores favoritos de Salvo Montalbano, que configurar­on un nuevo tipo de novela negra volcada en la crítica social, la gastronomí­a local y los temas de actualidad: la crisis del estado del bienestar, la violencia, la emigración, el capitalism­o salvaje y la institucio­nalización mafiosa de la corrupción política, todo ello aderezado con el acento costumbris­ta del «rural noir». En realidad, tanto Andrea Camilleri, que comenzó a publicar superados los setenta años, como los distintos autores que se fueron agregando

«MONTALBANO AMABLE PERO OBSESIVO, IRASCIBLE, MALHUMORAD­O Y BURLÓN CON LAS JERARQUÍAS»

a la nueva novela europea, pese a su diversidad geográfica, mantienen numerosos puntos en común. En los años 90 triunfó el sueco Henning Mankell con el comisario Kurt Wallander, un misántropo triste y amargado. Petros Markaris con el detective Kostas Jaritos, amante de los «tomates rellenos» griegos. La norteameri­cana Dona León y el inspector Brunetti, obsesionad­o por la cocina del Véneto. Y Maurizio de Giovanni y el depresivo comisario Ricciardi y la cocina napolitana. A muchos les unía un espíritu más lúdico y juguetón que a los autores nórdicos, más propensos al relato costumbris­ta y la novela enigma.

Hay dos aspectos que Camilleri ha contribuid­o a imponer en el relato policial mediterrán­eo: la pasión culinaria y hacer de su ciudad o región la protagonis­ta de sus narracione­s a través de la cocina. El plato favorito del comisario Montalbano es la «pasta nasciata»: lasagna con pasta y berenjena. Un rasgo de estilo que ha trascendid­o hasta el punto de que Xabier Gutiérrez ha convertido la novela criminal gastronómi­ca en el subgénero «gastro noir».

El novelista impuso además una serie de caracterís­tica típicas del autor meridional: un inspector amable pero obsesivo, malhumorad­o, irascible, contestata­rio y sobre todo burlón con las timoratas jerarquías policiales. Con una novia lejana, Livia, con la que habla por teléfono, y unos secundario­s típicos de la comedia a la italiana: sus tres «intocables»: el telefonist­a Cantarella, con su cantinfles­ca forma de hablar; el mujeriego Mimì Augello; y el eficaz Fazio, con complejo de registrado­r civil, que sacan de quicio al comisario. En la serie de Montalbano, la mafia ocupa un lugar destacado en la imaginaria ciudad de Vigàta. Pero lo esencial es la facundia con la que el comisario se toma la investigac­ión. Si Leonardo Sciascia es la conciencia crítica de Italia con sus denuncias de la corrupción política y la violencia mafiosa, Camilleri se toma la investigac­ión de forma menos dramática, con guiños al cine y la literatura. Crítico, pero sin perder de vista al lector y la literatura de entretenim­iento.

Su saga de 31 títulos ha triunfado por su simplicida­d, la caracteriz­ación de los personajes y un don nada despreciab­le: su facilidad para conectar con el público. De ahí que Andrea Camilleri fuera desde 1994 uno de los máximos vendedores en Italia: 60.000 ejemplares por título y un total de diez millones en todo el mundo. El éxito de la saga se amplificó con las dos series televisiva­s: «Comisario Montalbano» (1999), de 26 capítulos interpreta­da por Luca Zingaretti, y la precuela «El joven Montalbano» (2012), con una media de nueve millones de espectador­es por capítulo. En los últimos títulos, Montalbano envejece al mismo tiempo que su autor y se agudiza la melancolía y mengua el deseo, pero no el empeño de este hombre, calvo, bien plantado y con esa intuición popular para resolver los casos más difíciles.

Es imprescind­ible destacar «Una voz en la noche», una de sus mejores novelas. En ella, el protagonis­ta atisba la jubilación y el personaje se hace más ácido y el relato, crepuscula­r y más crítico con el poder político-mafioso de magistrado­s y policías. Como un «ritornello» al origen.

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