El verano de las preguntas Marta Moleón - Madrid
LAS JÓVENES MARTA LALLANA E IVET CASTELO DEBUTAN CON «OJOS NEGROS», UN SILENCIOSO HOMENAJE A LAS ÉPOCAS DE TRANSICIÓN
CualquieraCualquiera que haya tenido un pueblo al que acudir en verano sabe que las pepitas de melón sobre el mantel de cuadros, el silencio que inunda la siesta, las heridas en las rodillas, los bocadillos en la calle, las sólidas manos de la abuela enredándose en juegos con el pelo que terminaban en coleta y la convulsión nocturna de las estrellas podían llegar a parecer inmortales. Asentarse durante los meses de julio y agosto en un universo que durante el resto del año reposaba dormido, se convertía en un ejercicio de exploración y aprendizaje prematuro. Paula conoce bien las consecuencias de esta iniciación y la existencia de unas emociones sobredimensionadas que se desarrollan y recolocan en un pequeño pueblo de Teruel en el que apenas pasa nada, pero en realidad pasa todo. La joven protagonista de «Ojos Negros», el debut cinematográfico de las directoras catalanas Marta Lallana e Ivet Castelo, se ve empujada con 14 años a pasar las vacaciones en un desconocido rincón del territorio aragonés acompañada de una tía y una abuela con las que apenas ha tenido relación en los últimos años. A medida que transcurren los días Paula (interpretada por la actriz novel y hermana de una de las directoras, Julia Lallana) intenta evadirse de las tensiones familiares y decide asomarse con una mezcla de inocencia y reposada madurez a la ventana que delimita la etapa de transición de la adolescencia.
«Mi abuelo que era carpintero tenía un desván en el que guardaba todas sus herramientas junto con un baúl plagado de escritos, libros, cuadernos y cosas de cuando mi madre y mi tía eran jóvenes. Me acuerdo de abrirlo con curiosidad, de ver las pegatinas de sus ídolos, ver lo que estudiaban en su época. Parece como muy obvio, pero en esos momentos te das cuenta de que tus padres no siempre han sido “tus padres”», comenta Marta Lallana (1993, Zaragoza) acerca de uno de los momentos clave en los que empezó a dejar de pensar que el mundo estaba recién pintado. Un pensamiento que Ivet Castelo (1995, Vic) complementa con una reflexión sobre la angustia generacional de no poder retener el tiempo: «Cuando era adolescente empecé a preocuparme mucho por la posibilidad de llegar a olvidarme de cosas que estaba viviendo... Pensaba: “un día no me voy a acordar de esto, de lo que estoy viviendo ahora”. Y eso me pasaba porque cuando hablaba con mi madre sobre cosas de su infancia o de cuando era joven de golpe me decía “ay esto no me acuerdo ya cómo se llamaba”. Se me quedó muy grabado el miedo de que me pasara lo mismo», asegura.