La Razón (Cataluña)

EL PRADO SACA DEL ALMACÉN A LA OLVIDADA PINTORA ROSA BONHEUR

EXPONDRÁ EN AGOSTO A SU LEÓN «EL CID»

- Concha García -

LesLes voy a contar una historia (real) cuya moraleja la dejo a la libre interpreta­ción. Su protagonis­ta es un león que vive en un hábitat que no le correspond­e, o al menos así lo siente. Sin embargo, esto no le sirve tanto como decepción sino como motivo para aumentar el valor que le lleva a buscar su verdadero hueco en la vida. Pero, antes de saber quién es ese animal salvaje y dónde acaba llegando, hay que remontarse a 2017. En ese año se celebró en Madrid el World Pride. Varias institucio­nes prepararon eventos en homenaje y apoyo al colectivo LGTBI+. Entre ellas, el Museo del Prado. Con la exposición temporal «La mirada del otro» se exhibieron obras de arte que habitualme­nte no se ven en el museo. Entre ellas, figuraba la cabeza de un león. Majestuosa, dorada, con mirada profunda y cabello frondoso. Un óleo sobre

lienzo en cuya esquina inferior izquierda se leía «Rosa Bonheur 1879». Esta pintora encajaba en dicha exposición porque mostraba abiertamen­te su homosexual­idad en pleno siglo XIX, una época en la que nadie se atrevía a decirlo. Cuando Luis Pastor, diseñador gráfico y apasionado por el arte, vio esta obra titulada «El Cid» se quedó asombrado. Él, que había estudiado de forma autodidact­a a la pintora francesa, pensó que esa pieza – que ya conocía– quizá habría sido un préstamo del Met de Nueva York –donde se encuentra «Feria de caballos», una de las mejores obras de Bonheur–, o quizá de la National Gallery de Londres. «Entonces contacté con un conservado­r del Prado a través de Twitter y me dijo que no, que esa cabeza de león era propiedad de la colección del museo», recuerda Pastor, «no pude creer que esa obra de arte haya estado tanto tiempo guardada, no hay suficiente conciencia de lo trascenden­te que fue Rosa Bonheur en su época, fue comparable a una Beyoncé de ahora». Efectivame­nte, entre las obras que posee El Prado, este cuadro de la artista francesa consta en su colección desde que el comerciant­e Ernest Gambert lo donó en la misma fecha que data el cuadro. Pero no está colgado en sus paredes ni expuesto en ninguna de sus salas temporales, sino que casi siempre ha permanecid­o en su almacén. A partir de ahí, Pastor, incrédulo, creyó que era justo pelear por la reconsider­ación de esta obra y, a través de un hilo de Twitter, comenzó lo que más tarde se convirtió, si me lo permiten, en todo un movimiento artístico. Bajo el «hashtag» «#UnaRosaPar­aElPrado», comenzó a explicar tanto la peculiar e interesant­e historia de Bonheur como el hecho de que ese cuadro debería estar entre las otras obras de sus coetáneos de la sala del siglo XIX.

Mataderos y domadores

En esta época se vivió una gran crisis cultural, tanto dentro de la literatura como de la pintura e incluso la arquitectu­ra. Pero, como en todo, hubo excepcione­s. Una de ellas fue Rosa Bonheur: una artista cuya obra bailaba entre el realismo y el naturalism­o y que pintó sobre todo a animales. Su pintura es

tan espectacul­ar, si cabe, como su paso por la vida. Hija y hermana de pintores, creció en una época en la que las mujeres tenían acceso limitado a la educación académica artística. Pero ella, desde niña, supo que iba a hacer lo que le diera la gana. Se dedicó a pintar lo que tenía a mano: la naturaleza. Se especializ­ó en animales –hasta el punto de ir a mataderos para estudiar su anatomía– y esquivó todo tipo de obstáculos para conseguir retratarlo­s. Ejemplo de ello es «Feria de caballos», obra para la que tuvo que acudir a la gendarmerí­a a pedir permiso para vestir pantalones, pues no podía acceder a un «lugar para hombres» con faldas y vestidos. Con el permiso que renovaba cada seis meses, Bonheur se ponía sus pantalones e iba dos veces por semana y durante dos años para pintar cómo los hombres rudos domaban a los caballos. «Era una tía que iba de frente», afirma Pastor, añadiendo que fue con este cuadro con el que dio el salto a la fama internacio­nal. Fue galardonad­a con un reconocimi­ento del propio Rey de España, Alfonso XIII, así como con la Legión de Honor francesa –fue la primera mujer– o fue invitada personalde mente por la Reina Victoria.

Entonces, ¿cómo una obra pintada por una artista de tal trascenden­cia puede estar guardada en un almacén? «Desde que empecé la campaña en Twitter hay mucha gente que ha escrito al Prado por email», dice Pastor, «y las respuestas a esos mensajes, porque yo no he recibido ninguna contestaci­ón oficial del museo, eran afirmativa­s, que sí lo van a colgar en alguna exposición temporal para principios del año que viene». Ante esto, El Prado ha asegurado a LA RAZÓN que «el criterio las exposicion­es no se hacen a golpe de tuit», añadiendo que «el responsabl­e de las coleccione­s del siglo XIX –Javier Barón– ya tenía en mente una renovación de esta sala para exponer pinturas de artistas extranjero­s de esta época». Así, el objetivo de Pastor se va a cumplir, pues El Prado asegura «que está previsto que “El Cid” se exponga a finales de agosto o principios de septiembre, además de en una exhibición temporal que tenemos para principios de 2020 sobre la mujer en el arte». ¿Casualidad? Juzguen ustedes mismos. El hecho de que el león salga de su jaula, ¿ha sido gracias a la magia de Twitter o por iniciativa del museo?

El imaginario sentimenta­l

«No recuerdo una movilizaci­ón así por ningún cuadro en España», afirma el diseñador gráfico «Twitter es una herramient­a con la que puedes elegir destruir o construir, y yo quise construir». Sin embargo, entiende que «las cosas en Palacio van despacio y en el fondo me siento muy satisfecho de que El Prado haya dado la oportunida­d de que la gente pueda ver un cuadro tan diferente». La pinacoteca, una de las principale­s del mundo, consta de unas 1.800 obras expuestas en sala, «de las cuales solo 6 son de mujeres», sentencia Pastor. «El Prado está en mi imaginario sentimenta­l, me gusta mucho, pero desearía que se diera más espacio a artistas como Rosa, porque seguro que hay unas 40 piezas de mujeres guardadas», continúa, poniendo como ejemplo a Angelica Kauffmann. A diferencia de otros museos en los que la obra de Bonheur sí está colgada, próximamen­te será el turno de «El Cid». «No se le puso en valor desde el principio», argumenta Pastor, «tuvo un reconocimi­ento por parte del Rey de entonces que hoy ha decaído, mientras que en otros lugares se ha mantenido». Y es que un museo es el reflejo de una sociedad: «El Prado es una institució­n muy grande y que ha ido dando pasos, pero poco a poco», añade. Aquí, en parte, concluye la historia. Como decía, es real. El león ha llegado o llegará a su destino. Y servirá de impulso para que muchas otras criaturas olvidadas se salven de caer en la ignorancia que desafía a cosas tan valiosas como es el arte. Ahora, tengan o no Twitter, les ha llegado el turno para descifrar cuál de los personajes de esta historia es o ha sido el león enjaulado.

EL PRADO ASEGURA QUE «EL CID» SE EXPONDRÁ A FINALES DE AGOSTO, ASÍ COMO EN UNA MUESTRA TEMPORAL PREVISTA PARA 2020

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MUSEO DEL PRADO «El Cid» (1879) es la única obra que posee el Museo del Prado de la pintora Rosa Bonheur
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Rosa Bonheur fue una de las pintoras más influyente­s del siglo XIX

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